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Superando las barreras del lenguaje en Fairhill

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El 57 por ciento de los residentes Fairhill se describieron a sí mismos como hispanos o latinos en el Censo de 2000.                    

En una mañana fría y nublada, un jueves, un grupo de estudiantes llega al cuarto piso de un gimnasio, se trata del Lighthouse,  una organización comunitaria en Lehigh Avenue. Al lado del gimnasio, pelotas de baloncesto se encuentran dispersas por el suelo, y algunos de los estudiantes las recogen y tiran al azar en las canastas de baloncesto. Otros estudiantes, mientras tanto, se dirigen directamente a los escritorios de madera perfectamente alineados delante de una pizarra pequeña en un improvisado salón de clases, y colocan sus libros sobre la mesa mientras se preparan para el inicio de clases.

Nelson Cabrera, de 57 años, entra en el gimnasio convertido en salón de clases puntualmente a las 9 a.m., saluda a la ahora silenciosa clase antes de coger un trozo de tiza y comienza la lección del día.

Se trata del curso de Inglés como Segundo Idioma (ESL), y Cabrera en el campo tiene mucha experiencia. Cabrera llegó a Estados Unidos de la República Dominicana en 1984 y comenzó su carrera como profesor de inglés pocos meses después de establecerse en Nueva York. Su hermana estaba viviendo en el noreste de Filadelfia, y en 1999 ella le convenció para trasladarse a la zona. Finalmente se estableció cerca del Lighthouse, en el vecindario de Fairhill y continuó su trabajo como profesor de ESL. “He estado haciendo esto de manera intermitente durante 25 años”, dice Cabrera.

La enseñanza del Inglés como Segunda Lengua es una ocupación que siempre tendrá demanda en Fairhill porque el 47 por ciento de los residentes hablan un idioma distinto del inglés en el hogar, y el 22 por ciento de los residentes reconocen que no saben bien el idioma inglés. La inmensa mayoría de quienes no hablan el idioma inglés, hablan español, lo cual no es sorprendente teniendo en cuenta el hecho de que el 57 por ciento de los residentes Fairhill se describieron a sí mismos como hispanos o latinos en el Censo de 2000, que es mucho mayor que el promedio de la ciudad, el cual es el 11 por ciento.

Estos datos demográficos se reflejan en la clase de ESL de Cabrera, la mayoría de los 11 estudiantes proviene de Puerto Rico o la República Dominicana.

Cabrera pasa a pocos minutos  hablando con los estudiantes en inglés y les pide que describan su vida y sus orígenes.

“Pedro”, dice Cabrera, dirigiéndose a un hombre de mediana edad en la segunda fila, con una chaqueta blanca “¿Está usted casado”, “Sí”, responde Pedro; Cabrera presiona aún más preguntando a Pedro si él tiene hijos. “Seis niños”, dice Pedro: “Tres chicos y tres chicas”. Cabrera continúa su interrogatorio, y Pedro lentamente comienza a describir su vida de la mejor manera que su conocimiento del inglés se lo permite. Resulta que Pedro es de la República Dominicana, y su esposa, Josefina, y el resto de la familia sigue viviendo allí, mientras que Pedro vive solo en el área de Fairhill, del norte de Filadelfia. Para algunos, esta separación de la familia parecería como uno de los retos más difíciles, pero Pedro sigue siendo optimista, centrado en el tema en cuestión: El dominio de la lengua de la ciudad que ahora es su casa.

Otro estudiante en la clase es Julieto, de 19 años, proveniente de Brasil. Cuando Cabrera le pregunta en inglés sobre su actual estado mental, Julieto simplemente sonríe y dice: “Tired”. Está cansado por una buena razón. El adolescente asiste a clase de Cabrera de lunes a jueves de 9 a.m. a 11:30 a.m., y luego continúa su día de trabajo en un turno de ocho horas. Parece que Cabrera ya comprende la situación de Julieto, asintiendo con la cabeza y dándole una cálida sonrisa.

“Por lo general hay de 15 a 20 alumnos por clase”, explica Cabrera, “pero a veces los estudiantes tienen que faltar a clase por ciertas razones. Recientemente tuve la llamada una niña para decirme que estaba embarazada y se perdería algunas clases”. Cabrera mantiene la situación de cada estudiante en la mente cuando comienza a tomar asistencia cada mañana.

 La clase es una rama del Philadelphia Community College (PCC), aunque el curso no es para obtener créditos.

El Lighthouse es una organización que ha estado brindando programas de mejoramiento educativo, recreativo y económico a la comunidad del norte de Filadelfia desde su creación en 1893, y ofrece un lugar para impartir el curso, un gimnasio en el cuarto piso con vistas a los barrios vecinos de Fairhill y Kensington.

Los estudiantes pagan $70 por un semestre de clases, un texto y un libro de tareas. La clase es en su mayoría de niños del barrio, explica Cabrera, “por lo que es bueno para la comunidad”.

Bakary Kante, de 25 años, vive en Filadelfia hace ocho años, se traslado desde de Malí y ha gozado de la oportunidad de tomar cursos en el centro del barrio. “En muchas de las otras clase (de ESL)  siempre hay nuevos estudiantes entrando, y así siempre tenemos que empezar desde el principio”, dice Kante.

Kante, quien habla en francés, es gerente de un lavado de autos, y también compra y vende casas como un trabajo extra. Sin embargo, su verdadera pasión, y la razón por la que optó por tomar un curso de ESL, es una empresa llamada 5LINX.  “He comenzado un negocio de telecomunicaciones internacional llamado 5LINX”, dice Kante, un empresario que lleva su tarjeta de presentación con él a dondequiera que va: “Ofrecemos teléfonos, televisión por satélite, planes de teléfono celular e internet”.

Kante habla inglés en un nivel particularmente alto en comparación con muchos de sus compañeros de clase, pero espera que el dominio total de la lengua le ayude en el lanzamiento de su nueva compañía. “Hago lo que puedo para hacer que la gente se sienta cómoda hablando conmigo. También utilizo la computadora cada noche y practico lo que he aprendido en clase”.

Kante ha visto una gran mejora en sí mismo desde el inicio la clase. “Cuando vengo a la clase  puedo ver las cosas que estoy haciendo mal”, dijo, a pesar de que apenas comenzó el curso de Cabrera en septiembre.

Kante está en el “nivel 1”, el cual es el primero de tres. Las clases se ofrecen en el otoño y la primavera, y suelen durar aproximadamente dos meses y medio.

Para más información visite: www.lighthousephilly.org.

 

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