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Para Colombia y Venezuela, un nuevo tipo de confrontación

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Al Presidente de Venezuela Hugo Chávez le gusta despotricar. Y en tal afición, a principios de mes arremetió de nuevo contra Colombia, anunciando que la guerra entre las dos naciones es inminente. ''¡Prepárense para la guerra!'', instruyó Chávez a los comandante militares en un discurso televisado el 8 de noviembre.

Pocos días después, Chávez se echó atrás asegurando que sus palabras habían sido manipuladas. Pero diez días más tarde anunció la próxima llegada de 300 tanques de Rusia e informó a sus partidarios que es su “obligación” prepararse para el combate.

Claramente es difícil tomar a Chávez en serio. Años de escuchar sus tambores de guerra han enseñado a los colombianos a hacer oídos sordos y a remendar de algún modo las relaciones para que la actividad diaria pueda continuar. Pero por estos días Colombia está más nerviosa que de costumbre.

Chávez ha cumplido su amenaza de julio de cortar el comercio bilateral, una decisión que ha sido desastrosa para Colombia. Venezuela es el segundo socio comercial de Colombia y en octubre las exportaciones a su vecino habían caído un 76 por ciento comparado con el mismo mes el año pasado. Carolina Barco, embajadora colombiana en Estados Unidos, afirmó en una entrevista que la pérdida de empleos ocasionada es “muy preocupante.”

Chávez le echa la culpa directamente a Estados Unidos. Está molesto con un acuerdo militar entre Estados Unidos y Colombia que entró en vigencia el 30 de octubre y que otorga mayor acceso a fuerzas estadounidenses a siete bases colombianas. Para resolver esta última disputa, Chávez ha dicho que solo necesita que Estados Unidos “retire las bases yanquis”.

Hasta ahora la respuesta de Estados Unidos a Chávez ha sido débil y vaga. Funcionarios de la administración Obama han llamado al diálogo y ofrecido mediar entre las dos partes con el fin de superar las diferencias.

Esa postura deja mucho que desear desde la perspectiva colombiana. ¿Dónde está la indignación? ¿Dónde está el respaldo inequívoco a su mejor aliado en la región? ¿Con qué argumentos pretenden mediar en un conflicto que ellos mismos contribuyeron a causar? ¿Será que Estados Unidos no tiene clara su posición?

El expresidente colombiano Cesar Gaviria, hablando recientemente a nombre de otros expresidentes colombianos y otros altos exfuncionarios, expresó su “extrañeza” por la indiferencia de países amigos. El columnista colombiano Enrique Santos Calderón cuestionó en el El Tiempo el valor de la amistad estadounidense, recordando la advertencia que emitiera alguna vez Henry Kissinger: “en este mundo es a veces peligroso ser enemigo de Estados Unidos, pero ser amigo es fatal”.

Puede ser que Estados Unidos mantenga su bajo perfil por una buena razón. Al asumir una posición neutral, Estados Unidos evita caer directamente en las tretas de Chávez. Los colombianos saben bien que las tensiones tienden a aumentar cuando funcionarios estadounidenses responden a la encendida retórica de Chávez con la misma moneda, como ocurrió con frecuencia durante la administración del Presidente George W. Bush.

Pero son las graves consecuencias económicas de la presente crisis las que alimentan en el colombiano el sentimiento de que Estados Unidos no hace lo suficiente para premiar su lealtad. Colombia quisiera que Washington ratificara finalmente el tratado de libre comercio pendiente.

Hace más de cinco años Estados Unidos y Colombia empezaron negociaciones de dicho tratado. El acuerdo fue firmado en 2006 y luego fue enmendado y refirmado al año siguiente para acomodar preocupaciones demócratas sobre derechos laborales y normas ambientales.

En 2008, la política de año electoral solo complicó las cosas, con los candidatos demócratas a la presidencia Barack Obama y Hillary Clinton compitiendo por aparecer más duros frente a acuerdos comerciales que, según se afirmaba, “matan empleos”. Finalmente hace más de año y medio, la mayoría demócrata en la Cámara archivó el acuerdo entre Colombia y Estados Unidos indefinidamente.

Cuando hablan abiertamente, funcionarios de comercio en Washington reconocen que las elecciones parlamentarias del año entrante probablemente aplacen cualquier acuerdo comercial hasta 2011. Barco afirmó que está consciente de las consideraciones políticas internas y las respeta plenamente. Pero insiste en que ante las actuales circunstancias es “apremiante para Colombia poder contar con el tratado de libre comercio con Estados Unidos”.

Tal vez haya algo más que consideraciones internas en juego. Estados Unidos continúa siendo un gran apoyo para Colombia. Han pasado diez años desde que empezó la ayuda estadounidense al Plan Colombia y $6000 millones de dólares más tarde sigue fuerte. Y seguramente Washington no quiere perder tal vez su relación más fructífera en la región.

Pero la administración Obama mantiene serias dudas sobre la conveniencia de apuntalar al Presidente colombiano Álvaro Uribe en este momento. El popular mandatario colombiano todavía no ha dicho si se lanza a una segunda reelección el año entrante, la cual según la constitución colombiana hoy en día es ilegal.

Los colombianos están en lo correcto al imaginar el día, ojalá en un futuro no muy lejano, en el que puedan gozar los frutos de un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Pero también necesitan saber que la tácita búsqueda de un tercer mandato por parte de Uribe podría poner en peligro el futuro de dicho acuerdo e incluso de sus relaciones con su más cercano aliado.

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