Los trabajos de excavación de las fosas en las que podría estar enterrado el poeta Federico García Lorca, fusilado al inicio de la Guerra Civil española, comenzaron el pasado jueves y podrían poner fin al misterio sobre su paradero, tras seis años de batallas judiciales y legales.

A partir de ahora, los restos óseos que los arqueólogos encuentren a medida que se abran los enterramientos serán identificados en un laboratorio mediante la técnica del ADN, lo que en principio excluye a los del poeta y dramaturgo, cuyos herederos han sido siempre contrarios a la exhumación.

No en vano, las labores para sacar a la luz los restos que se encuentren en las cuatro de las seis fosas consideradas por los expertos como las de “mayor interés” podrían prolongarse dos meses, ya que se llevarán a cabo de forma manual, es decir, “con pico y pala”.

En los días previos al inicio de la excavación, y tras varios estudios de la zona, los arqueólogos establecieron seis limitaciones del terreno, aunque finalmente sólo acotaron cuatro posibles enterramientos.

Después, protegieron la zona rodeándola de una nave de estructura metálica, de 10 por 20 metros y 7 de altura, y la recubrieron con una carpa para preservarla de las inclemencias meteorológicas y garantizar a la vez la intimidad de los trabajos.

Si se encontraran los restos de Federico García Lorca, 73 años después de su fusilamiento el 18 de agosto de 1936, se pondría fin al misterio sobre su paradero, sobre el que existen teorías que sostienen que el cuerpo fue retirado del lugar, a petición de la familia, pocos días después de su muerte.

A pesar de haberse pronunciado de forma reiterada en contra de la exhumación de los restos mortales del poeta, sus descendientes se han reservado el derecho a identificarlo genéticamente, aunque se desconoce si harían público el resultado llegado el caso.

Por eso, y por petición expresa de sus familiares, sólo serán identificadas las estructuras óseas de los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, el inspector de tributos Fermín Roldán y el restaurador Miguel Cobo.

Al igual que ocurre con Lorca, y por deseo de sus descendientes, tampoco se identificará al maestro Dióscoro Galindo, cuyos restos podrán continuar donde se encuentran, al haber sido el lugar declarado recientemente como “apto para el enterramiento”.

El proceso para la localización y apertura de la fosa en la que supuestamente yace el poeta más emblemático de la Generación del 27 comenzó en septiembre de 2003, cuando la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Granada, en nombre de los familiares de Galindo y Galadí, pidió autorización para buscar los restos.

Desde entonces se ha sucedido un laberinto judicial y administrativo que coincidió en 2007 con la aprobación en España de la Ley de la Memoria Histórica, que fija medidas de reconocimiento a las víctimas de la Guerra Civil española (1936-39) y condena la dictadura de Francisco Franco, que duró hasta su muerte en 1975.

El inicio de los trabajos de excavación constituye, por tanto, la culminación de una batalla que Antonio Galadí, sobrino del banderillero anarquista Francisco Galadí, ha vivido en primera persona junto al resto de su familia.