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Los Zetas aprietan control en la zona fronteriza

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Originalmente integrada por desertores de las fuerzas especiales del Ejército, los Zetas han impuesto el terror esta década en gran parte del país.

MATAMOROS, México – Esta ciudad fronteriza, cerca de la desembocadura del río Bravo, es inquietantemente tranquila la mayoría de los días; inquietante porque sus calles son, en gran medida, la guarida de los pistoleros Zetas, los gánsteres más temidos y salvajes de México.

En otros días, ocurren tiroteos a plena luz del día entre Zetas fuertemente armados y quienes se interponen en su camino, como sucedió el mes pasado cuando soldados detuvieron un sospechoso cargamento de hombres en una calle que corre a lo largo del dique del río Bravo, atravesando una colonia elegante de Matamoros. Los pistoleros abrieron fuego y lanzaron granadas. Las balas entraron en las casas y tiendas perforando las paredes, e incluso volaron al otro lado del río Bravo, alcanzando a edificios y un coche estacionado en el campus de la Universidad de Texas, ubicado en la rivera del río.

“Tenemos este temor de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado”, comentó el antropólogo Tony Zavaleta, el rector en funciones de la Universidad de Texas en Brownsville, cuya familia ha vivido en ambos lados del río Bravo por siglos.

Células de los Zetas han atacado ciudades mexicanas en bloques tipo pelotón; han sostenido escaramuzas durante horas con tropas mexicanas en las calles de Matamoros y Monterrey, así como de otras ciudades; han masacrado a cientos de competidores, a menudo cortándoles la cabeza y desmembrándolos, y han asesinado a jefes policiales y políticos locales.

Al emplear tácticas de tipo militar y un poder de fuego aterrador, los Zetas han transformado al narcotráfico mexicano de un problema de las fuerzas del orden en lo que parece una insurgencia criminal invencible.

“No se trata de los asesinos cotidianos”, comentó Luis Astorga, un experto en el narcotráfico de México y los gánsteres que lo controlan. “Es más como una organización guerrillera urbana”.

Originalmente integrada por desertores de las fuerzas especiales del Ejército, los Zetas han impuesto el terror esta década en gran parte del país, a medida que combaten a rivales criminales, al Ejército y la policía por las rutas del narcotráfico para los consumidores estadounidenses.

“La organización y la planeación de los Zetas ha sido sobresaliente, y el valor de impacto de las operaciones ha sido inigualable”, escribe el estratega militar Max Manwaring del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos en un informe reciente sobre los grupos paramilitares criminales de México.

Los pistoleros Zetas y sus cómplices bloquean rutinariamente las calles del centro de Matamoros.

El invierno pasado, los gánsteres movilizaron a miles de personas para cerrar brevemente los puentes de la región en el río Bravo, lo que detuvo el comercio.

“Estamos viviendo con cosas que nunca antes habíamos visto”, dijo Rebeca Rodríguez, directora de un respetado organismo de defensoría de los derechos humanos en Reynosa, una ciudad grande, a 50 millas río arriba de Matamoros.

El éxito de los Zetas ha obligado a otras bandas con sede en Sinaloa, Guerrero y Michoacán, estados de la costa del Pacífico, así como los suburbios industriales de la Ciudad de México a una carrera armamentista, y ahora la mayoría de las organizaciones usan algunas tácticas cuasi militares.

“Los otros grupos tienen que responder con las mismas estrategias”, afirmó Astorga. “Es tanto una perspectiva de mafia como militar”.

Reclutados para el lado oscuro por Osiel Cárdenas, el entonces jefe del Cartel del Golfo, los Zetas obtuvieron atención por primera vez hace cinco años, cuando se enfrentaron a otros gánsteres por el control de la zona de Laredo.

Murieron cientos antes de que los grupos establecieran una tregua en 2006.

Desde la extradición de Cárdenas a Estados Unidos a principios de 2007, los Zetas se han convertido en empresarios tanto como asesinos, y han metido las manos en casi todas las actividades ilícitas.

Y, a pesar de las detenciones en el último año de varios jefes zetas de alta jerarquía y el aseguramiento de toneladas de cocaína y millones de dólares en efectivo, estas ciudades que limitan con el sur de Texas siguen siendo sus feudos.

“Ellos son los dueños del espectáculo”, comentó un acaudalado ejecutivo tejano que tiene grandes negocios y relaciones personales en ambos lados del río Bravo. “Ningún alcalde puede gobernar en la frontera norte sin tener al menos un acuerdo de paz con ellos”.

Los habitantes de la frontera mexicana se quejan de las crecientes extorsiones y delitos menores que realizan o aprueban los Zetas. Ya son pocas las personas que viven al norte de la frontera y vienen a Matamoros a comprar o a visitar familiares.

Sin embargo, el control firme y sin par del cártel ha liberado en gran medida a la región de las matanzas entre grupos que han infligido a Ciudad Juárez y otras ciudades.

En resumen, las ciudades que limitan con el lejano sur de Texas, controladas por los Zetas, sólo han visto 21 asesinatos del hampa este año, hasta el 30 de septiembre, estima un organismo de derechos humanos. No obstante, en cualquier momento, eso puede cambiar.

Captura reveló poderío armado de ese cártel

La detención la semana pasada de un presunto jefe de Los Zetas, el grupo armado del cartel mexicano del Golfo, con comprobantes de pago para un total de 4.000 supuestos sicarios, puso al descubierto la dimensión y el poder del crimen organizado en México.

El Ejército mexicano capturó a Carlos Adrián Martínez Muñiz, alias “El Borrado”, considerado el segundo al mando de Los Zetas en el estado de Nuevo León, uno de los focos económicos más pujantes del país.

El presunto jefe de sicarios tenía sobres con registros de depósitos bancarios hechos a más de 4.000 personas, que según las autoridades son presuntos sicarios distribuidos por todo México.

Según fuentes de la investigación, en el interior de cada sobre había fichas individuales de depósitos a nombre de diferentes personas, presuntamente pistoleros en nómina del crimen organizado.

Los depósitos iban dirigidos a personas residentes en estados repartidos por todo el país como Nayarit, Oaxaca, Durango, Zacatecas, Coahuila, Campeche, Tamaulipas y Nuevo León, entre otras entidades.

Las carpetas con las fichas de depósito incluían nombres de delincuentes que ya fueron detenidos e integrantes de Los Zetas fallecidos, en cuyo caso el pago se hacía a sus familiares.

El Gobierno mexicano ofrece hasta 30 millones de pesos (unos 2,2 millones de dólares) por información que permita la captura de Heriberto Lazcano Lazcano, conocido como “El Lazca”, “Z-14”, “Z-3”, “El Verdugo”, “El Bronce” y “El Pitirijas”, y máximo líder de Los Zetas.

El negocio del narcotráfico, en el que participan “directamente” unas 150.000 personas e indirectamente otras 300.000 vinculadas a los cultivos de marihuana y opio, mueve entre 15.000 millones y 25.000 millones de dólares al año en México, según autoridades estadounidenses.

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