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Las mujeres han alcanzado a los hombres en el lugar de trabajo, aunque sea solo en número. Hoy la mitad de todos los trabajadores estadounidenses son mujeres, un incremento del 15 por ciento en cuatro décadas y 40 por ciento de ellas son el principal sostén de la familia.

La mayoría en este país celebra este desarrollo. Según una nueva encuesta de TIME y Rockefeller Foundation, el 77 por ciento de los estadounidenses dice que representa un cambio positivo en la sociedad. Al mismo tiempo, el 65 por ciento de los encuestados -- 70 por ciento hombres y 61 por ciento mujeres -- cree que tener a ambos padres trabajando tiene un impacto negativo en la sociedad.

He ahí el dilema laboral de nuestros tiempos. Las mujeres trabajan ahora más nunca antes y sus contribuciones son bienvenidas y muy valiosas. Pero los hombres no han dejado la fuerza laborar para quedarse en el hogar y asumir los deberes tradicionales asociados con las amas de casa. Esta ausencia en el hogar, ya sea por voluntad o necesidad, deja mucho que desear.

Naturalmente, hombres y mujeres están ahora negociando y coordinando una nueva repartición de sus responsabilidades. Todo está sobre la mesa: cuidado infantil, limpieza del hogar, preparación de alimentos, etc. Pero honestamente no hay tiempo suficiente y los acuerdos entre parejas solo avanzan hasta cierto punto. En algún momento algo más tiene que cambiar.

Ese algo, según Maria Shriver y el Center for American Progress, autores del informe "Una nación de mujeres cambia todo", es el sistema de instituciones, políticas y leyes que opera todavía como si el padre fuera el único que trabaja en el hogar.

"Nuestro gobierno federal no le exige a empleadores ofrecer un mínimo número de días libres pagos. No le piden ni incentivan a empleadores que provean condiciones laborales flexibles. Nuestra asistencia en cuidado infantil se destina sobre todo a los pobres e incluso dicha asistencia alcanza a muy pocas familias", según escriben Ann O'Leary y Karen Kornbluh en un capítulo del informe. "Tanto nuestros estándares laborales básicos y nuestro sistema de seguro social se basan todavía en apoyar a trabajadores y familias 'tradicionales' y por lo mismo no proveen protección para trabajadores que deben reducir su tiempo laboral para cuidar a miembros de la familia".

Por casi medio siglo, defensores de un lugar de trabajo más sensible a la familia han tratado de aprobar reformas con muy poco éxito. La primera y última legislación significativa en ser aprobada por el Congreso fue la ley de 1993 Family and Medical Leave Act. Pero incluso dicha ley ofrecía solo licencia no paga para cerca de la mitad de la fuerza laboral, fondos limitados para cuidado infantil y ningún incentivo serio para que empleadores sean más flexibles.

Es revelador que en América Latina, donde la participación de las mujeres en la fuerza laboral es menor al 50 por ciento, ha habido algún progreso. Hoy los padres en la mayoría de países de la región tienen derecho a una licencia promedio de paternidad paga, de dos a cinco días, tras el nacimiento de un niño. Las licencias más extensas se encuentran en Ecuador y Venezuela, 10 y 14 días respectivamente, según reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En Estados Unidos solos los trabajadores en compañías con mas de 50 empleados tienen garantizada una licencia de paternidad -- no pagada --.

Eso es apenas el comienzo. En general, los gobiernos de América Latina, como el de Estados Unidos, han dejado a los individuos y las empresas a que se ingenien su propio arreglo. Con mayor frecuencia eso ha significado que las mujeres opten por trabajo de medio tiempo, trabajo informal o auto empleo, para tener la flexibilidad que no lograrían de otra forma. Como resultado, las mujeres terminan ganando menos y teniendo más dificultades de avanzar en sus carreras una vez regresan a trabajar tiempo completo.

La actual recesión podría ayudar a generar ímpetu para un cambio significativo. Los autores de "Una nación de mujeres" destacan, por ejemplo, el rol que instituciones religiosas pueden jugar para proveer cuidado infantil y otros servicios sociales a miembros de la comunidad afectados por la crisis. El informe del PNUD y la OIT también señala que con la crisis "han vuelto a cobrar fuerza concepciones mucho más favorables hacia a un Estado proactivo en la creación de condiciones de bienestar para las personas. Este es un buen punto de partida para el desarrollo de políticas de conciliación entre la vida familiar y laboral".

El apoyo público a las reformas parece superar incluso diferencias ideológicas. La encuesta de TIME y Rockefeller Foundation encontró que con excepción de aumento en fondos del gobierno para cuidado infantil, medidas para mejorar la conciliación entre la vida y el trabajo son respaldadas igualmente por liberales y conservadores. Más de seis de cada diez conservadores y más de ocho de cada diez liberales coinciden en que se le debería exigir a las empresas proveer licencia familiar y médica pagada y darle a los trabajadores mayor flexibilidad.

Tal vez el hallazgo más significativo de la encuesta es que hay un creciente reconocimiento de que este no es solo un tema femenino. Siempre y cuando las mujeres continúen subrepresentadas en posiciones de poder -- este año solo 17 por ciento de los miembros del Congreso son mujeres y solo 15 compañías de las Fortune 500 son dirigidas por mujeres _ muchas de estas decisiones seguirán estando en manos de hombres.

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