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El premio Nobel de la Paz: ¿Fue Obama la selección correcta?

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   SALT LAKE CITY – Hace años, el senador por el estado de Utah, Pete Suazo y el juez Andy Valdez me presentaron con el galardón “Eagle Award” después que participara yo en la formación y el lanzamiento de la primera organización chicana de esta ciudad. Me galardonaban, dijeron, “…a pesar de no haber decidido el criterio” a lo que respondí, “Gracias, me alegro que me lo dieron antes de saber cuál será”.

    Sospecho que no fue tanto por lo que había logrado, sino por lo que los animé y cómo los hice sentir por allá cuando eran aspirantes a carreras de servicio público. Eran jóvenes, y todos estábamos envueltos en ayudar a mejorar nuestra comunidad.

    Uno de los galardones más comunes y más honrados es “Maestro/a del Año”. Es una expresión de aprecio por los que otorgan el galardón, después de mucha consideración y labor, con frecuencia fruto del trabajo en comité – porque como nación comprendemos el valor de la educación.  Dice más sobre los que lo otorgan que sobre los que lo reciben.

    A los maestros, como a los grandes líderes de la política, la empresa, la religión, se les valora por la contribución que hacen por promover el bien común de acuerdo con los valores de nuestra sociedad. Sus logros no son siempre visibles; más bien crean una cultura para el bien del total.

    Los maestros siembran las semillas y no esperan ver lo que producen de inmediato, o sea, adultos exitosos que regresan para agradecer a los instructores dedicados que creían en ellos, que les dieron esperanza, y que los retaron. Lo mismo va para dirigentes en otros campos: empleados que mejoran la productividad de su empresa porque sus jefes los inspiran y les dan reconocimiento; líderes religiosos que inculcan la fe y la esperanza; y funcionarios electos que reúnen a la gente a obrar por el bien de todos.

    Todas estas personas miran más allá de sí mismos. No esperan ver los frutos de su labor. Su compás interno los motiva y es su propio premio. Tienen una visión de lo que se puede lograr, y no de lo que existe; desafían al espíritu humano con ofrecer la esperanza de un mundo mejor.

    Les motivan sus principios, no las modas, ni soluciones a corto plazo ni la publicidad. No se desaniman con la crítica ni con sus fracasos. Ellos saben que ése es el precio del crecimiento.   

Son individuos que causan la transformación y que cambian de tono y dirección una organización o una sociedad.

El presidente Reagan transformó la cultura de nuestro país de una cultura de indisposición a una de orgullo, patriotismo y un respeto renovado de otras naciones para estos Estados Unidos de América. Ese fue el legajo de Reagan – el dar esperanza y creencia en nosotros mismos, y en volver a ganar el respeto de otras naciones.

Ahora tenemos a un presidente que recibió el Premio Nobel de la Paz por sus “esfuerzos extraordinarios por fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre pueblos”.

A diferencia de otros Premios Nobel que se otorgan por logros tangibles, el Premio de la Paz se otorga por la visión, por iniciar, por promover un proceso en el que el ambiente mundial se presta a la conversación y a la cooperación para resolver las disputas mundiales, y por fortalecer los derechos humanos.

Los que dicen que el presidente Obama nada ha hecho por merecerse el premio perciben sólo males específicos que requieren ser rectificados. No logran entender la complexidad de una sociedad y cómo funciona. El esforzarse por un mundo pacífico es una tarea de nunca acabar que requiere el respetar y colaborar con otras naciones, incluyendo las que tienen perspectivas diferentes.

El premio representa cómo nuestro líder ha ganado el respeto de otras naciones al crear un ambiente de cooperación. En vez de quejarse, deberíamos estar agradecido que tenemos un presidente que motiva, que inspira, que imparte la esperanza y que está dispuesto a entablar diálogo con todas las naciones en su esfuerzo por lograr la paz en el mundo.

Nuestro país necesita que nos acerquemos más que nunca antes. Unámonos a él en su esfuerzo.

(John Flórez, columnista de The Deseret News en Salt Lake City y de Hispanic Link News Service, ha sido fundador de varias organizaciones de derechos civiles hispanos, y ha formado parte del personal del senador Orrin Hatch y en más de 45 juntas estatales, locales y de voluntarios. Comuníquese con él a: [email protected]).

© 2009

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