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Los demócratas y las escuelas

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El Partido Demócrata de Estados Unidos ha luchado por el cuidado de salud universal este año, y con el paso de las décadas ha encabezado admirablemente la batalla en contra de la pobreza, con la excepción de la única forma que tendría el mayor impacto.

Las buenas escuelas constituyen un arma mucho más potente en contra de la pobreza que la asistencia social, las estampillas de alimento o los subsidios para vivienda. Sin embargo, amilanados por sindicatos de profesores, los demócratas se han resistido con demasiada frecuencia a la reforma, quedándose de brazos cruzados a medida que generaciones de niños en desventaja han sido cimentados en una subclase por parte de escuelas de tercera categoría.

El Presidente Barack Obama y su secretario de Educación, Arne Duncan, están intentando cambiar eso; y una prueba para los demócratas será la de si acogen de buena gana las reformas de la Administración, mismas que ya están siendo criticadas por los sindicatos de profesores.

Resulta difícil mejorar a las deficientes escuelas cuando no puedes crear alternativas como las denominadas escuelas “chárter” o experimentales y no puedes remover a profesores ineptos o abusivos. En la Ciudad de Nueva York, por ejemplo, los sindicatos normalmente impiden que los profesores sean despedidos por incompetencia; así que las escuelas deben pagar a los profesores deficientes sus salarios plenos por quedarse año atrás año sin hacer nada, en centros conocidos como “salas de goma”.

Un devastador artículo publicado en el The New Yorker por Steven Brill examinó la forma en que la Ciudad de Nueva York intentó despedir a un profesora de quinto grado por no haber logrado corregir trabajos de los estudiantes, ceñirse al programa escolar, manejar la clase o siquiera llenar las boletas de calificaciones. La profesora alegó que ella estaba siendo castigada por actividad sindical, pero un observador independiente aprobado por el sindicato confirmó los alegatos y declaró que la profesora era incompetente. El abogado del sistema escolar lo expresó de la mejor forma: “Estos niños fueron objeto de abuso furtivo”.

Se espera que el esfuerzo por remover a la profesora cueste aproximadamente 400,000 dólares, y el resultado es incierto. En la Ciudad de Nueva York, con sus 80,000 profesores, los árbitros solamente han removido a dos por incompetencia tan sólo en los últimos dos años. Nosotros toleramos a profesores que fallan – así como árbitros que fallan – siempre y cuando no sean nuestros hijos lo que sufran.

En California, vemos la misma patología, siempre y cuando los estudiantes en cuestión sean pobres y marginados, con padres que no se quejen, les permiten soportar el tipo de profesores y escuelas que nosotros nunca toleraríamos para nuestros propios hijos.

La investigación del diario Los Angeles Times encontró que resulta tan caro remover a profesores que las autoridades suelen intentar hacerlo tan sólo en casos extremos de mala conducta; no por algo tan “menor” como ser incompetente.

Por supuesto, existen muchos obstáculos más para aprender: falta de seguridad, alcohol y drogas, así como hogares en problemas y padres indiferentes. No obstante lo anterior, hay cada vez más pruebas apuntando a que incluso en este tipo de escuelas que fracasan, el profesor individual marca una enorme diferencia.

La investigación ha puesto de relieve que el aspecto de mayor importancia en la educación – más que el tamaño de la clase, el presupuesto o cualquier cosa – es el acceso a buenos profesores. Un estudio encontró que si los estudiantes negros tenían cuatro años consecutivos de profesores en el 25% superior de los profesores más efectivos, la brecha entre negros y blancos en pruebas desaparecería en cuatro años.

No existen remedios infalibles, pero los investigadores están captando una mejor idea de qué funciona en la educación para niños en desventaja: escuela preescolar intensiva, escuelas* con horarios más largos, menos requisitos de certificación que limitan el acceso a la profesión educativa, mayor compensación para atraer y conservar a buenos profesores, mediciones objetivas para ver quién trabaja de manera eficiente y mayor flexibilidad para remover a quienes sean ineficientes.

En parte, los sindicatos se muestran recelosos porque administradores escolares pueden ser arbitrarios e injustos. Sin embargo, se están dando algunas señales de que los sindicatos están reconsiderando sus posiciones en formas muy bienvenidas. La Asociación Nacional de Educación ya anunció una iniciativa para mejorar la enseñanza en bachilleratos localizados en zonas de alta pobreza, al tiempo que la Federación Estadounidense de Profesores está experimentando con la evaluación de maestros que incluye datos sobre el desempeño estudiantil.

Ninguna de las iniciativas refleja suficiente urgencia. Con todo, esperemos que este sea un nuevo comienzo. Yo espero que los sindicatos recapaciten y cooperen con reformas fundamentadas en evidencia, usando su influencia política para impulsar aumentos salariales a los profesores en vez de la protección de profesores ineficientes.

Este es el frente central en el combate a la pobreza, el tema de los derechos civiles de nuestro tiempo. Medio siglo después que el caso Brown vs. Consejo de Educación, ¿no es el momento de ponerle fin a nuestros sistemas escolares “separados pero iguales”?

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