Cada gramo de cocaína que se produce en los laboratorios clandestinos de la selva colombiana genera 626 kilos de basura y contamina 200 litros de agua, denunció el pasado jueves el vicepresidente del gobierno de este país, Francisco Santos.

El aumento del consumo social de esta droga en países como Reino Unido o España, donde más creció la demanda, provoca, según Santos, un aumento de la destrucción de la superficie de ecosistemas de gran valor que se destinan al cultivo de la hoja de coca.

En una charla ofrecida en la ciudad española de Barcelona (noreste), bajo el título “Responsabilidad compartida. Un centro de biodiversidad amenazado por la cocaína”, Santos dijo que es esencial concienciar a los consumidores de los países occidentales, sobre todo a los más jóvenes, del coste que este hábito “recreativo” tiene desde el punto de vista medioambiental.

Explicó que el proceso de transformación de coca en cocaína es “dramático”: la capa vegetal de la selva es delicadísima, y la fumigación de la hoja en el proceso provoca una total devastación porque se utilizan algunos de los productos químicos más tóxicos que existen, que no son biodegradables, que se evaporan y contaminan otras muchas zonas con efectos mortales para aves y otras especies.

Por cada hectárea sembrada de coca -que produce 7,4 kilos de cocaína- se talan tres hectáreas de bosque, por lo que el consumo de un gramo de cocaína supone la destrucción de cuatro metros de selva, que tardarán entre uno y seis siglos en recuperarse.

La dificultad de luchar contra la producción de esta droga es enorme ya que su precio en la calle es 2,8 veces mayor que el oro, y mientras que un gramo del dorado mineral cuesta 36 dólares, uno de cocaína, puede rondar los 100.

Con costas a dos océanos, y a una distancia no demasiado lejana del sur de Estados Unidos y puerta de Sudamérica hacia Europa, Colombia se encuentra en una situación privilegiada para la producción y distribución de esta droga, que está suponiendo una destrucción de su espectacular biodiversidad: es el país con un mayor numero de especies de ranas (indicadores del cambio climático) o el segundo de mariposas, por citar dos ejemplos.

Mientras que el consumo en Estados Unidos está bajando, aunque sigue siendo el mayor mercado, en Europa se incrementa de forma que hay cuatro millones de personas de este continente que han probado esta droga -dos de ellos lo hicieron en el último mes- y, a pesar de que la pureza de la cocaína se ha reducido, los precios se mantienen.

Santos advirtió de que la costa occidental de África, en países como Cabo Verde y Senegal, donde ha aumentado el número de incautaciones, puede convertirse por su cercanía a Europa, no sólo en un espacio de paso del tráfico, sino también en áreas productoras, ya que son territorios en manos de gobiernos muy inestables con pocos medios para poder combatir las armas y el dinero de las mafias del narcotráfico.

Santos explicó que el Gobierno colombiano trabaja en la erradicación de cultivos, pero que los grupos de narcos utilizan bombas y francotiradores para asesinar a las personas que se dedican sobre el terreno a acabar con estas plantaciones.

Por su parte, el embajador de Colombia en España, Carlos Rodado, aseguró que los países de América Latina tienen un desafío en el combate contra el narcotráfico, pero recalcó que se trata de un problema de “índole planetario de responsabilidad compartida” al igual que el terrorismo o el calentamiento global.

“La ley de la oferta y la demanda se cumple más que la de la gravedad”, aseguró Rodado, para quien la libertad o complacencia con el consumo, que existe en los países industrializados, entre ellos España, hace más difícil combatir el narcotráfico y provoca que los países productores se sienten a veces solos.