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Brasil, líder renuente

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El gigante suramericano desde entonces hasolicitado una reunión urgente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y leha pedido a la ONU que investigue los abusos en derechos humanos perpetradospor el gobierno de facto de Roberto Micheletti. En la apertura de la AsambleaGeneral de la ONU, el Presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva exigió “elretorno inmediato (de Zelaya) a la presidencia”.

Si bien su reacción fue clara y rápida,es difícil suponer que Brasil buscó deliberadamente asumir el rol de defensorabierto de Zelaya. Hasta hace pocos días Brasil parecía satisfecho conpermanecer en el anonimato que le brindaba la comunidad internacional, queapoya el retorno de Zelaya oficialmente, pero que había empezado a considerarque en términos prácticos tal vez no fuera esencial. Finalmente las eleccionespresidenciales en Honduras están programadas para noviembre.

Como dijo el especialista en Brasil de laUniversidad de Harvard, Kenneth Maxwell, “esto les cayó de sorpresa”. Enefecto, no hay razón para poner en duda lo que los mismos funcionariosbrasileños afirman: que en nada contribuyeron para que Zelaya regresara ahurtadillas; y que solo los contactaron menos de dos horas antes de que Zelayallegara a la puerta de la embajada.

Al escoger la embajada brasileña, Zelayapuso a la nación suramericana en el papel que muchos observadores han criticadoa Brasil por no asumir en esta y otras crisis regionales. La idea es que comouna nación más moderada, de centro izquierda, Brasil podría servir de contrapesoa las intromisiones hostiles del Presidente venezolano Hugo Chávez o a la largay polémica historia de ingerencia estadounidense en la región.

Pero no lo ha hecho. Brasil prefiere ladiscreción y es muy reacio a inmiscuirse en los asuntos internos de otro país.Los brasileños son muy sensibles en este aspecto. José Augusto Guilhon,profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Sao Paulo le dijoal diario O Estado de Sao Paulo que Brasil estaría “convirtiéndose en unaespecie de gendarme de la región, sin límites, imitando a los Estados Unidos”.

Más allá de la selección de la embajada,el momento que Zelaya escogió fue impecable. Su retorno ocurrió apenas díasantes de la Asamblea General de la ONU y en esa forma “puso a todos en la encrucijada”,como afirmó Maxwell. Además de Lula, los líderes de Argentina, Bolivia, ElSalvador, España, Uruguay, Venezuela, entre otros, usaron sus discursos en laONU para expresar preocupación por el enfrentamiento en Honduras.

Irónicamente, es precisamente en estetipo de escenario global donde Brasil se ha impuesto, a su manera. Brasil abogapor reformas en organismos internacionales, habla a nombre de los que no tienenvoz y promueve su liderazgo en asuntos ambientales.

De hecho, el tema principal del discursode Lula ante la ONU fue su familiar llamado a que las institucionesmultilaterales de préstamo y el Consejo de Seguridad de la ONU se hagan másrepresentativas del mundo de hoy. También enfatizó los esfuerzos de su país alfrente del combate contra el cambio climático.

Honduras es probablemente el último lugaren que diplomáticos brasileños se imaginaron levantar el perfil internacionalde su país. Suramérica, más que Centroamérica, ha sido la esfera de influenciamás natural de Brasil. Allí ha sido una importante fuerza impulsadota de laintegración a través de la Unión de Naciones Suramericanas, oficialmenteconstituida en Brasilia el año pasado.

Ciertamente Brasil no tiene ambicionesglobales desmesuradas. Como una de las economías con más rápido crecimiento enel mundo, Brasil, junto con los otros llamados países BRIC – Rusia, India yChina – ha estado presionando a los países industrializados para que abran susdeliberaciones, y la aparición del Grupo de los 20 como una alternativa al G-7es en gran medida el resultado de sus esfuerzos. El G-20 se convirtió en elescenario oficial para la coordinación a alto nivel de una respuesta a lacrisis económica mundial durante su reciente reunión en Pittsburgh.

Esto no quiere decir que Brasil siemprehaya evitado asumir papeles más prominentes en conflictos regionales. En Haitíhace cinco años, Brasil empezó a liderar la primera misión de paz de la ONU conmayoría de fuerzas suramericanas. Y en 1995, fue crucial en alcanzar un acuerdode paz en la disputa territorial entre Ecuador y Perú en lo que llegó aconocerse como la Declaración de Paz de Itamaraty, nombre del poderosoministerio exterior brasileño.

Pero esas son las excepciones.

Por mucho que expertos y líderesregionales quieran que Brasil participe más diligentemente, tal vez seaprecisamente su resistencia a ese papel lo que hizo que la selección de laembajada de Brasil por Zelaya fuera tan acertada. Debido a que Brasil no tieneun historial de errores que resultaría con un papel más prominente como policíaregional, el país disfruta de cierto tipo de influencia que incluso el régimende facto en Honduras parece respetar.

Y es la influencia brasileña y lapresencia de Zelaya en su embajada lo que ha puesto a Micheletti en unaposición mucho más difícil de la que pudo jamás imaginar.

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