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Hostilidad contra Obama: Más que un desacuerdo

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Estamos profundamente consternados y preocupados al igual que el ex presidente Jimmy Carter ante el grado de hostilidad demostrado en contra del presidente Obama.

 

Es el grado de hostilidad, no las solas objeciones a sus propuestas políticas, que evidencian una corriente profunda y muy fuerte, digámoslo tal cual, de odio.

Para un medio noticioso hispano, que de por sí ha presenciado y documentado la historia de un creciente número de episodios de racismo violento en contra de inmigrantes e hispanos en particular, no es difícil identificar claramente los mismísimos sentimientos de prejuicio y odio hoy por hoy apuntados hacia el primer presidente estadounidense afroamericano.

Nuestra perspectiva será tildada de parcializada y será difícilmente siquiera recogida, o en el mejor de los casos rápidamente desechada por la corriente principal de noticias y opinión estadounidenses.

No obstante, entra en la escena el ex presidente Jimmy Carter y se pronuncia con la clarividencia de sus 85 años y el candor característico de quien no tiene necesidad de postularse para ningún cargo, e identifica la creciente corriente de odio contra Obama como racismo, y ahora sí todos están escandalizados y profundamente sacudidos.

Ahora sí Estados Unidos está inmerso en una discusión sobre cuan apropiado será introducir el doloroso tema del racismo ante las extraordinarias tensiones económicas, sociales y políticas.  La ironía es que este es un problema muy obvio para todos –excepto los estadounidenses– los que vienen a vivir en nuestro país, el problema de una fuerte tensión racial a la espera de desatarse cualquier rato tal como la que atestiguamos aquí mismo en Filadelfia en las violentas manifestaciones que siguieron al asesinato de Martin Luther King.

Tal como saludamos la sinceridad del ex presidente Carter, con la misma certidumbre apreciamos que el presidente Obama se ha mantenido no solo apacible, sino que su tono ha sido ante todo digno y no se ha dejado provocar.

La sabiduría de no dejarse provocar encuentra eco en lo que un sacerdote hispano y periodista de la Filadelfia del siglo XIX denominó “tacto social”.  El jesuita Félix Varela y Morales explicó que Estados Unidos era único en su práctica del “tacto social” o el tino demostrado, haciendo posible que hombres que de hecho se detestan mutuamente, logren respetarse entre sí.

“Casi todos concuerdan que el nivel de hostilidad apuntada hacia el señor Obama es extremadamente alto”, concluyó el blog del New York Times intitulado “The Caucus”.  En tanto que la Casa Blanca está bajo presión para expresarse en torno a los comentarios del ex presidente Carter sobre racismo, hasta ahora se inhibe de entrar en el debate, y ese es el correcto proceder.

Cualquier esfuerzo de comprender el carácter, las sinceras preocupaciones y temores del pueblo estadounidense a la par que se desecha lo estrictamente partisano e inflamatorio, es la honrosa responsabilidad del Presidente.

Lo que se ha venido insinuando como aislados brotes de odio, primero contra los inmigrantes y hoy contra el primer Presidente afroamericano, puede crecer y regarse inconteniblemente cual un cáncer en este clima de inestabilidad económica y de miedo.

Sin embargo, la corriente profunda de odio no puede ser ignorada, y aquellos con suficiente lucidez y coraje para denunciarla, como el ex presidente Carter, no deben bajar la guardia.

 

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