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Frustración de los sindicatos por cambio de ritmo en la Casa Blanca

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Cientos de trabajadores indocumentados que han perdido recientemente su empleo pidieron en Los Ángeles al Gobierno, el fin de semana pasado, que deje de aplicar la “línea dura” de la política migratoria.

Durante los ocho años de la presidencia de  George W. Bush, los líderes sindicales apenas si pusieron un pie en la Casa Blanca. Sin embargo, 10 días después de que el presidente Barack Obama tomó posesión del cargo, los líderes laborales más poderosos del país se reunieron en el Salón Azul, momentos después de que el nuevo presidente, un hombre al que ayudaron a serlo, firmó una serie de órdenes ejecutivas para enmendar las políticas de Bush.

Hoy, la euforia de ese momento está dando paso a una mezcla de frustración y malestar, a medida que los líderes sindicales se van inquietando porque la Casa Blanca no ha cumplido todo lo que esperaban.

Obama no ha impulsado aún la prioridad legislativa número uno de los sindicatos, una medida para facilitar la organización de los trabajadores. Enfrenta un conflicto potencial con los sindicatos por el comercio y por cuán rápido empujar la reforma migratoria. Y, en cuanto al sistema de salud, las fricciones entre los trabajadores y la Casa Blanca repentinamente se están desbordando públicamente.

En respuesta, Obama está renovando su acercamiento al movimiento obrero, cuyos integrantes trabajaron como soldados de a pie en su campaña y pasaron todo agosto defendiendo obstinadamente su plan de salud en las reuniones municipales realizadas por el Congreso. El pasado lunes, el Presidente marcó el Día del Trabajo hablando en un día de campo de la AFL-CIO (una unión de sindicatos nacionales e internacionales de trabajadores) en Cincinnati. La semana entrante, se dirigirá a los trabajadores en la convención de la misma organización en Pittsburgh.

“Le damos una A por esfuerzo, e incompleto por los resultados”, el secretario general entrante de la AFL-CIO, Richard L. Trumka, dijo sobre Obama.

Mientras que los líderes obreros, incluido el actual secretario general John J. Sweeney, dicen que aún apoyan decididamente al Presidente -en especial su manejo de la crisis económica-, Trumka generó gran agitación la semana pasada cuando advirtió que los sindicatos no apoyarían una iniciativa de ley sobre salud que carezca de un plan de seguros apoyado por el Gobierno. Fue una advertencia para la Casa Blanca, que está sopesando si se compromete con la así llamada opción pública.

Los obreros han sido algo suspicaces desde hace mucho en cuanto a Obama, quien nunca ha podido demostrar del todo que es uno de ellos. No obstante, lo respaldaron decididamente una vez que se convirtió en el candidato presidencial demócrata, contribuyendo con dinero, operando bancos telefónicos y tocando puertas en los estados indecisos y críticos, como Ohio, Florida y Pensilvania.

No obstante, a Obama se le podría facilitar el trato con algunos líderes obreros más que con otros. Hoffa, por ejemplo, dijo que para él la opción pública no es una disposición para lograrla a toda costa; está abierto a una legislación que contenga “un disparador” para crear un plan del presidente Obama si fallan los esfuerzos privados para expandir la cobertura. Dennis Rivera, la punta de lanza para el sistema de salud del Sindicato Internacional de Empleados de Servicios, dijo simplemente que los sindicatos tendrían que ser flexibles. “La política es el arte de lo posible”, dijo, y agregó que Obama “tiene el corazón puesto en el lugar correcto”.

No obstante, existen tensiones entre los sindicatos y la Casa Blanca por asuntos que van más allá del sistema de salud. El comercio es un tema especialmente polémico; a los sindicatos les molesta que Obama se haya retractado de su compromiso de campaña de reabrir el Tratado de Libre Comercio para América del Norte. Y el sindicato Trabajadores Siderúrgicos Unidos, que representa a los obreros de las llantas, está presionando a Obama para que castigue a China ahora que la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos ha fallado que ese país está dañando a los fabricantes estadounidenses al inundar el mercado con llantas baratas.

Líderes sindicales también han sido pacientes con Obama, tanto en el asunto de la inmigración (quieren una legislación que ofrezca un camino a la naturalización para aproximadamente 12 millones de inmigrantes ilegales) y la Ley de Libre Elección de los Trabajadores, para facilitar la organización. En la reunión de julio en el Salón Roosevelt, Obama hizo una presentación contundente de que el sistema de salud sería primero.

Los líderes obreros estuvieron dispuestos a aceptar esa estrategia, dijo David E. Bonior, ex legislador por Michigan que es presidente del Comité Coordinador Nacional del Trabajo, un organismo aglutinador. Sin embargo, ya que Obama dirigió un importante discurso al Congreso esta semana para exponer sus prioridades en una iniciativa de ley de salud, los sindicalistas quieren tener la seguridad de que se jugará el pellejo por las suyas, dijo Bonior.

“No quieren que las deje a siete u ocho presidentes de comités”, dijo Bonior. “Quieren que él sea el líder y que luche por estas cosas”.

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