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“Queremos reforma migratoria ahora... digan eso a demócratas, a republicanos, a representantes, a senadores, al presidente, al Congreso”, dijo la congresista Nydia Velázquez.

Por la tarima ya había pasado el representantes Luis Gutiérrez y luego fueron nombrados como reinas de belleza, seguidos de aplausos, otros integrantes de la Bancada Hispana del Congreso que se hicieron presentes hoy en la marcha por la reforma migratoria en Washington D.C.

El  público, mientras tanto, no sabía si celebrar la llegada de la primavera, que más parecía el verano, o extrañar los días menos calurosos, especialmente cuando para muchos de ellos el día comenzó a la intemperie desde muy temprano.

Doce horas viajaron desde Atlanta 22 autobuses y seis carros llenos de inmigrantes  para llegar a las 7 de la mañana, acudir a la marcha durante el día, y viajar de nuevo en la noche para llegar mañana lunes bien temprano a trabajar.

Esa historia se repite para decenas de estados que enviaron a sus inmigrantes para representarlos y gritar “Sí se puede”, en una manifestación que reunió a miles de hispanos.

“Que ningún niño se quede huérfano”, gritó Velázquez, representante del Distrito 12 de Nueva York, haciendo alusión a la separación de familias debido a un sistema migratorio que no funciona.

“No se olviden que 10 millones de hispanos votaron en las presidenciales y ellos no olvidan en qué se quedó estancado el debate migratorio pasado”, agregó.

Atento, el público, parado, ondeaba sus banderas y sostenía pancartas: “El cambio implica coraje”, “Sin legalización no hay reelección”, “No más esclavos latinos”...

En el suelo, los niños sentados se favorecían de las sombras de sus padres, algunos dormían, otros jugaban deslizando sus pies en las piedras, y uno que otro se había desmayado por el calor.

Al lado, una cacerola y un cucharón de aluminio volvieron a sonar cuando anunciaron una sorpresa: La presencia del senador Robert Menéndez.

“Cuando dicen con desprecio ‘esa gente’ están despreciando también a nuestras familias latinoamericanas. Ésta es la lucha de derechos civiles de nuestra generación... estas luchas siempre han tomado tiempo, pero siempre se han logrado”, dijo.

“Respeto a nuestro prójimo” justamente había pedido minutos antes la presidenta del Consejo Nacional de la Raza (NCLR), Janet Murguía. “Basta, ya es hora ya es tiempo de reforma”.

Menéndez dijo que no iba a descansar hasta que no pasara una reforma migratoria en el Congreso. “Es tiempo de poner la política a un lado”.

Luego, silencio total. Un mensaje del presidente Barack Obama era trasmitido por al menos cuatro pantallas gigantes. El discurso era el mismo desde que era candidato: Que está comprometido con la reforma migratoria.

Lo nuevo también fue lo mismo de esta semana: Las directrices de una reforma migratoria bipartidista, que le presentaron los senadores Lindsey Graham (R) de Carolina del Sur, y Charles Schumer.

El mensaje era en inglés y todos comprendieron cuando habló de reforma migratoria para “este año”. Eso sí rompió el silencio con un gran aplauso.

“Ojalá que el presidente cumpla lo que acaba de decir”, dijo medio incrédulo un representante de la Casa de Maryland que cogió el micrófono.

Y llegó la hora del Censo 2010. “Yo cuento. Ya es hora. Hágase contar”. No podía faltar la camiseta de la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Electos (NALEO), cuyo presidente, Arturo Vargas, acudió al podio a instar a dejarse contar.

“En Atlanta están muy temeroso del Censo”, dijo sin embargo entre el público Jorge Lawton, de la Alianza Latina de Georgia por los Derechos Humanos (GLAHR).

Luego, una voz femenina, pero fuerte pidió una moratoria a las redadas y deportaciones. La respuesta del público fue masiva.

De momento empezó a hablar un niño de 10 años, con una historia de separación de familias. “Si Gutiérrez fuera presidente no tendríamos ese problema”, dijo Bladimir.

“Me encanta el baloncesto, así como a ti”, le decía Bladimir al presidente Obama en un video que acompañó su presentación.

Una mujer tomó de nuevo el micrófono y empezó a arengar a favor de Gutiérrez. Ambos acababan de proclamarlo para la Presidencia, pero pocos fueron los aplausos.

Un grupos de jóvenes empezó a gritar a una lado de la multitud y a correr hacia la tarima pidiendo un “DREAM-Act para estudiantes indocumentados.

Hacia las 4:30, la multitud se empezó a dispersar; un corredor habitual se hacía paso entre la gente sin saber qué pasaba; la fila para comprar helados era larga, y un grupo de jóvenes volvieron fiesta la protesta cantando y bailando, tanto que todos se acercaban a tomarles fotos.

A una calle del famoso “mall”, un bulevar de museos que lleva al Capitolio, un saxofonista empezó a tocar “Guantanamera”, mientras a su lado las familias armaban la foto del recuerdo extendiendo la bandera de EE.UU. y posando junto a ella en Washington.

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