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Las presiones que dañan a los estudiantes

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Algunos en el mundo corrupto de la política de Filadelfia sabrán la respuesta de quién estuvo a cargo de la presión para que renunciara la primera latina en la Comisión de Reforma Escolar (SRC). Es un nombre más dentro de la típica práctica de gamonales que mueven sus fichas a su antojo, o de favores políticos que deben pagarse en Harrisburg.

Sin embargo, todos saben cuál fue la otra presión que llevó a Heidi Ramírez a dejar su cargo: El sistema le está fallando a los estudiantes de Filadelfia.

Los jóvenes que no abandonan la escuela, aquellos que sí asisten a clases y logran terminar, salen mal preparados. Es un hecho. O si no que lo digan las universidades del aérea que no los reciben porque algunos ni aprendieron a leer.

Ramírez no es la latina que se va de la SRC, es una profesional con las mejores calificaciones para esa junta, la cual fue creada para rescatar de la crisis fiscal y carencia de rendimiento al Distrito Escolar.

Esta experta en políticas educativas, con experiencia federal, regional y local, muy seguramente se vio inmersa en un mundo de politiquería en el que buenos funcionarios como ella se convierten en testigos frustrados de la falta de compromiso con los estudiantes y de responsabilidad a la hora de rendir cuentas al público.

Huelen los malos manejos “políticos” en el Distrito Escolar, que deben tener frustrados a muchos trabajadores comprometidos como Ramírez.

Queda ahora sólo un latino en esa Comisión, Johnny Irrizary, un hombre de convicciones y con una larga trayectoria de ayuda a los estudiantes de Filadelfia. Pero hay un problema, él no sabe de política, ni quiere saber de ella.

La superintendente del Distrito Escolar, Arlene Ackerman, estuvo en la redacción de AL DÍA el pasado 14 de agosto y dijo que  “aún nos queda mucho por hacer”, que “las disparidades (étnicas) son inaceptables”… Más que eso, la entrevista evidenció las presiones políticas que rondan el Distrito.

Ackerman reconoció que ella misma “no podía defender” las “EMO”; sin embargo es un modelo  de educación al que el Distrito le dio otro año o dos de vida pese a que no funciona. “Fue la decisión de los políticos”, dijo la superintendente; decisión con la que pierden los alumnos.

“Yo no me preocupo de las cosas que no puedo cambiar”, contestó sobre la burocracia en el Distrito Escolar. Agregó que la educación en Filadelfia es un negocio que mueve 3 mil millones de dólares.

Ya sabemos entonces, de dónde vienen las presiones.

 

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