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"¡Viva México!", "olé, olé, olé"

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Un total de 79.156 aficionados al fútbol vibraron hoy en la final de la Copa Oro que se celebró en el estadio de los Giants en Nueva Jersey, donde México logró poner fin a su mala racha a domicilio ante la selección de Estados Unidos con un aplastante 0-5.

La final del torneo de la Confederación Norte, Centroamérica y del Caribe de Fútbol (Concacaf) reunió a multitud de seguidores mexicanos y estadounidenses en el coliseo en el que juega el equipo de fútbol americano de la ciudad de Nueva York, donde, sin embargo, fueron el verde, el rojo y el blanco de los mexicanos los que tiñeron las gradas por una contundente mayoría.

Grandes sombreros y enormes banderas mexicanas llenaron un estadio que había colgado el cartel de aforo completo y que, en la segunda parte, se convirtió en una auténtica fiesta cuando la selección que dirige el ex entrenador de los españoles Osasuna y Atlético de Madrid, Javier Aguirre, confirmó su dominio.

Pese al calor, los seguidores mexicanos vivieron con felicidad una jornada histórica que supone el resurgir de México en el fútbol, un deporte en el que el 'Tri' fue líder indiscutible en la región hasta el final de la década de los noventa, un aura de éxito que ahora ve más cerca recuperar.

Con gritos de "¡Viva México!", "olé, olé, olé" y "sí se pudo", los seguidores mexicanos celebraron el festín de goles que les ofrecieron el capitán Gerardo Torrado, el ex barcelonista Giovani Dos Santos, Carlos Vela, José Antonio Castro y Guillermo Franco.

Con esos cinco tantos, México rompió el empate a cuatro títulos que mantenía con Estados Unidos en la Copa Oro, un trofeo que el combinado que ahora dirige Bob Bradley ha ganado en 1991, 2002, 2005 y 2007, mientras que los de la selección tricolor se habían adueñado de él en 1993, 1996, 1998 y 2003.

La final de este domingo se convirtió así en una fiesta para los mexicanos, que además celebraron su primera victoria como visitantes ante la selección de las barras y las estrellas desde el año 2000.

Desde primeras horas de la mañana los seguidores de ambos países se dieron cita en los alrededores del estadio para celebrar, con completas barbacoas, un encuentro que levantó mucha expectación ante la rivalidad que viven ambos combinados en los últimos años.

"Tenemos que llevarnos la copa, ya nos la quitó una vez Estados Unidos, así que tenemos que ganar", aseguró a Efe antes del equipo Salvador, un joven mexicano que reconoció que la rivalidad entre ambos países es "apretada" y va más allá del campo de fútbol.

Con él coincidió su compatriota Florencio, quien, ataviado con un gran sombrero y vestido con los colores de su selección, explicó que "esa rivalidad se ha hecho más fuerte en los últimos años, porque nos ha ganado la mayoría de veces", una tendencia que el once de Aguirre rompió con contundencia.

Otro aficionado mexicano, llamado Miguel, dijo que "el fútbol es lo máximo en México, lo que más le llena a uno", por lo que una final ante sus vecinos del norte es un acontecimiento que pocos de la gran población mexicana que vive en la zona de Nueva York estaban dispuestos a perderse.

Los seguidores del combinado de Estados Unidos quedaron en minoría en el estadio de los Giants, pero también se hicieron notar con vítores de ánimo a una selección que, pese a sus recientes triunfos, no ha logrado despertar mucho interés en el conjunto de la sociedad estadounidense.

"A alguna gente le gusta el fútbol en Estados Unidos, pero es verdad que hay otros que no nos entienden", afirmó Katie, una joven aficionada estadounidense, que juega en la universidad al denominado 'deporte rey'.

Son, sin embargo, los inmigrantes latinoamericanos quienes han hecho que la afición al fútbol en Estados Unidos se sitúe en estos momentos en unos niveles que no conocía antes, como demuestra que, entre los seguidores de la selección estadounidense se encontraran algunos hispanos.

"Apoyo a los Estados Unidos, porque llevo mucho tiempo en este país y tengo mis hijos aquí", destacó César, un guatemalteco que cubrió su cuerpo con una gran bandera de barras y estrellas para asistir al encuentro.

Ese inmigrante reconoció, sin embargo, que ser aficionado al fútbol en Estados Unidos es ser "parte una minoría" en un país donde el balompié queda en un segundo plano ante la fuerza de la afición al baloncesto, el béisbol y el fútbol americano.

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