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La cultura del fútbol se vive en Café Liz

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El calor de la temporada es un buen pretexto para escapar de los rayos del sol y buscar la sombra y el fresco de una taberna. Y justo en medio de cervezas frías y barrigas llenas se encuentran los hermanos Víctor y Louis Martins, pero no solo para escapar el calor… 

Al otro lado del pequeño bar futbolistas “bailan” en la pantalla gigante de un proyector que cubre la pared. Y precisamente uno de estos bailarines es el tema de discusión para los hermanos.

“¡Es muy bueno pero nunca ha ganado nada (…) el mejor jugador del mundo pero no ha ganado nada!”, exclama Víctor, el hermano mayor.

“ ¿Y ahora el campeonato de la UEFA (Unión de Asociaciones de Fútbol Europeo) no es nada? (…) Lo acaba de ganar hace dos semanas!”,  interrumpe Louis.

La disputa seguramente es para el beneficio del reportero presente. Si no fuese así, la riña sería en portugués.

Esta escena puede que se repita en miles de cantinas alrededor del mundo. Por ahora pertenece al Café Liz, en la intersección de la calle Tabor y Lawrence, en Olney, Filadelfia, a solo una cuadra del distrito comercial del vecindario.

Es muy posible que la mayoría de los residentes de Filadelfia estén bien educados sobre deportes y las vidas de jugadores de fútbol americano como Jimmy Rollins y  Donovan McNabb, después de todo la afición de la ciudad es considerada una de las más apasionadas de EEUU. Sin embargo, para entrar a la discusión de los hermanos Martins se requiere más que pasión, se requiere conocimiento de otro tipo de fútbol, “soccer”.

Los hermanos Martins son originarios de Portugal y al momento discuten el talento de Cristiano Ronaldo, calificado por portugueses y conocedores del deporte como el mejor jugador de fútbol en el mundo y el mejor delantero del equipo nacional de Portugal.

Recientemente el Real Madrid anunció que gastaría $130 millones de dólares para adquirir al futbolista del Manchester United.

De hecho para Louis, Víctor y unos cuantos compatriotas portugueses presentes, las destrezas del jugador estrella decidirán la fe de su equipo nacional en la próxima Copa Mundial 2010 que se disputará en Sudáfrica

El propietario de Café Liz es Filinto Marques, también nativo de Portugal, y dice que su bar es el lugar ideal para reunirse si tiene las mismas inquietudes que tienen los Martins, y como siempre que su equipo le haga honor al lema que comparten con los brasileños, “joga bonito” o jugar bonito.

“Este es el centro para ver y discutir fútbol en Filadelfia”, reitera Marques en la tranquilidad de su restaurante, situado en la planta alta del bar. 

“Televisamos todas las temporadas de todo el mundo y tengo 12 satélites en el techo para poder ver cada uno de los juegos. Aunque el bar no esté tan ocupado, cada vez que hay juego, cuando juega Portugal, todos vienen a ver el partido aquí”.

“Todos” no es ninguna exageración.  Desde cuatro horas antes de que empiece el partido, la muchedumbre empieza a llegar.

Víctor y Louis son de los primeros en llegar seguidos por jóvenes y no tan jóvenes. La cerveza es propiamente portuguesa al igual que el menú y el idioma.

Entre ráfagas esporádicas de palabras desconocidas y carcajeadas, Marqués y el cantinero José Jerónimo  sirven plato tras plato de  comida típica portuguesa, y todo va por cuenta de la casa. Aunque la comida y la bebida son  excepcionales e ilustran la camaradería de la comunidad y la cultura, Marqués especula  que la mayoría de los clientes están ahí por una simple razón.

“Estoy aquí para ver el juego”, dice Félix Fernándes, un joven hincha nacido en Estados Unidos que abarrota frecuentemente el negocio.  Con bebida en mano y una sonrisa de oreja a ojera, Fernándes no titubea cuando le preguntan por su jugador predilecto. “Oh, Ronaldo por supuesto (…) los portugueses tienen un montón de sangre nueva en el equipo, solo necesitan saber como llevarse bien”.

En ese sentido el equipo preferido puede que refleje un poco las circunstancias en que estos entusiastas viven y trabajan.  Conocido por un buen tiempo como un crisol de culturas o “melting pot”, el área de Olney es hogar de varias razas y grupos étnicos, afroamericanos, anglosajones, asiáticos e hispanos.

Los portugueses como cualquier otro grupo han encontrado su lugar dentro de esta comunidad y han logrado mantener su identidad cultural durante el proceso de aculturación  que viven normalmente los inmigrantes.

Dos clientes en particular son un claro ejemplo de esta mezcla socio-cultural.  Sentados en un extremo del bar, hombro con hombro se encuentran los hermanos Willie y James Jenkins, los únicos sin el rojo, verde y amarillo, los colores oficiales de la selección portuguesa. 

Los hermanos afroamericanos Jenkins no necesitan saber de fútbol para ser bienvenidos a la taberna.  

“A mi esposa la están tatuando (…) y estaba buscando una taberna”, explica James.

Si bien ambos admiten no ser tan familiares con el deporte, sí bromean que les gustaría ver una final de baloncesto de la NBA en la pantalla gigante, pues reiteran que el ambiente es muy acogedor en Café Liz.

“No nos hicieron ningún comentario racial cuando entramos aquí”, dice James. “Somos los únicos afroamericanos aquí, y hay personas que se te quedan viendo solo por eso”.

Esta convergencia de culturas y razas en la taberna es un pequeño ejemplo de la vida diaria en la localidad de Olney. 

“Vez esto a menudo por acá, con personas de todo tipo.  Esto es la vida y tenemos que vivir juntos”, agregó James.

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