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El matrimonio Vargas planea abrir un restaurante de comida de Puerto Rico.       

Sentados afuera de su residencia en la calle 5 casi esquina con Norris, Héctor y Josefina Vargas disfrutan de una tarde en el vecindario que tanto quieren y en el que han vivido desde hace casi 40 años.

Los Vargas llegaron al norte de Fildelfia el 18 de octubre de 1971 procedentes del Bronx, de Nueva York, y cuando lo hicieron todo era muy diferente.

“Vivíamos en el 2025 de Germantown y ya había hispanos, aunque estaban divididos porque muchos vivían en la calle Green y Wallas”, dijo Héctor, quien por décadas fue dueño de un taller mecánico que ahora con diferente dueño yace en pie en la esquina de la calle 5 y Norris.

El matrimonio Vargas como muchos otros llegó joven buscando una vida que comenzó difícil.

“Bendito… lo que son las cosas, me recuerdo que no teníamos coche, mi esposa tuvo gemelos y caminábamos a hacer las compras caminando con los nenes en el cochecito de gemelos hasta cuando nevaba; yo ponía las compras en el cochecito y cargaba a los dos nenes empujando el cochecito”, recuerdan.

Kelly’s Corner, la tienda preferida

Ubicada en la calle Cumberland y Kensington, Kelly’s Cornes, comentó Vargas,  era la tienda en la que los hispanos hacían las compras.

“Era la tienda popular de los hispanos de los setentas hasta finales de los ochentas y ahí vendían de todo, ropa, zapatos, comida… eso era lleno de puertorriqueños, era la tienda preferida de todos nosotros”, dijo.

La fábrica Campbell’s Soup y la nostalgia por la isla

“La cosa estaba difícil porque no tenía familia ni nadie que nos ayudara pero Dios me bendijo y conseguí un trabajo en la fábrica de Campbell Soup”, recuerda Héctor.

El boricua cuenta que todas los días a las 10 de la noche se reunía un grupo de puertorriqueños y se iba caminando a cruzar el puente de Benjamín Franklin y de igual manera se regresaban juntos a las 6 a.m. cuando se terminaba el turno.

“En esa fábrica trabajaban muchos viejos boricuas que llevaban 40 años acá y que fueron traídos por el gobierno para trabajar en fincas de maíz, tomate y blueberries. Ellos vivían en Camden (NJ) y a la hora de la comida les gustaba sentarse con nosotros los jóvenes para que les contáramos historias de Puerto Rico; extrañaban mucho la isla y querían saber quiénes eran los gobernantes y cómo estaban las cosas. Muchos de ellos murieron sin regresar a la isla”, dijo Vargas.

Héctor Autoparts and Repair

Tiempo después y con ayuda de un préstamo, Vargas estableció un taller mecánico justo al frente de donde relata esta historia, la calle 5 y Norris.

“Tuve ese taller desde 1972 hasta hace cinco años que lo vendí porque me dio un ataque al corazón. Me recuerdo que el trolley  pasaba por aquí y muchas veces agarraba fuego y yo salía con el extinguidor a ayudarles a apagarlo”, contó.

El Fambroyan, candela pura

No todo era trabajo, también había diversión. En la esquina de Germantown y Dimond estaba en bar Fambroyan. “Eso era candela, era el único bar puertorriqueño de aquella época y venía gente de todos lados a bailar; al principio era mucho trío, bolero y después llegó la salsa”, recordó  con una sonrisa.

Jhon Hon Brown y el restaurante Don Miguel

Para comer con caché, como dice Vargas, el lugar era el restaurante alemán John Hon Brown, cuya especialidad era la German Snapper Soup.

“Era un lugar de caché a donde venían doctores, políticos y muchos soldados de la Segunda Guerra Mundial”, recordó.

Y para una comida más casual el lugar de los hispanos era el restaurante Don Miguel, porque era el único de comida hispana.

Los Zulus y las pedradas

En ese entonces había una pandilla de afroamericanos llamada los Zulus,  entre la calle 11 y Germantown, que según cuenta Vargas peleaba con los puertorriqueños.

“Esto era divido, los morenos en el oeste, los irlandeses en el este y los italianos en el sur, y nosotros estamos en el norte, el norte es de nosotros”, dijo Vargas. “Entonces en esa época se peleaban a pedradas y si tu pasabas después de Germantown te daba una pela, nuestro límite lo marcaba el parque de las ardillas”, precisó.

Otros sitios de antaño

Otros detalles y puntos de los boricuas en ese entonces era: El Teatro Puerto Rico, también en Germantown y la calle Dimond; los ‘Water Ice’ de una irlandesa llamada Susy que abrió desde los cincuentas y cerró como en 1985, y la lavandería de Rigo, “él era cubano y todos los puertorriqueños iban a lavar su ropa ahí”. Además, El Tataren, que era donde los hispanos compraban muebles.

El presente

“Cuando llegó APM (Asociación de Puertorriqueños en Marcha) renovaron todo y tiraron muchas casas antiguas”, dijo Vargas.

Este matrimonio dice que se considera afortunado por vivir y haber formado una vida en la zona y que a pesar de etapas de violencia nunca han sufrido ningún robo o asalto.

Hoy en día, los Vargas se preparan para abrir un restaurante de comida boricua, ‘La Casa del Cuchifrito’, en la calle 5, al frente de su antiguo taller mecánico.

“Como ha cambiado todo, ahora que lo pienso, es una historia linda”, finalizó Vargas. 

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