LIVE STREAMING

Un desliz a lo prohibido

MORE IN THIS SECTION

Day 100 in Kensington

The 2024 Solar Eclipse

Are you Ready!

Volvér Closing Its Doors

Key Bridge Collapse Victims

Latino Engagement Director

Bridging the Latino Divide

Colombia's Rock Icon

SHARE THIS CONTENT:

La primavera llegó y en las calles de Filadelfia es posible ver a grupos de ‘skateborders’ haciendo piruetas.

Uno de sus sitios preferidos es Love Park, en el centro de la ciudad, entre la Alcaldía y el bulevar Benjamín Franklin,  donde jóvenes de todas las edades, razas, etnias y clases sociales se congregan para darle rienda suelta a su pasión.

Pero no todo es idílico en éste mundo de adrenalina sin límite. Fairmont Park, encargado del cuidado y conservación de Love Park, tiene prohibido “esquiar, patinar o montar monopatín” en dicho parque.

Un joven patinador explica que les gusta  porque “el piso es liso y la patineta rueda bien”. Cuenta que si la policía lo pilla se las decomisa.

Hay diversos grupos, ninguno de ellos se rige por razas o sectores sino por el simple amor al monopatín. “Nos congregamos los sábados y domingos o entre semana después de las seis, cuando la policía ya no está”, comenta.

Un policía que no quiso identificarse dijo que él no iba a salir a correr detrás de los jóvenes: “Ellos saben que no deben hacerlo”. Según él, se están exponiendo a que les pongan una multa de entre los 25 y 300 dólares, como lo indica un aviso a la entrada del parque. “Sólo se las ponemos a los que han sido advertidos y a pesar de eso siguen viniendo. Muchos de ellos ni siquiera son de Filadelfia sino que vienen de Nueva Jersey”.

Barry Bessler, jefe de personal de Fairmont Park, dijo que el monopatín se prohibió hace más de una década, luego de que a los patinadores se les construyó el parque Franklin Delano Roosevelt, en el sur de Filadelfia.

Argumentó que ellos están poniendo en peligro su integridad y la del resto de los visitantes del parque, y que además ocasionan destrucción de la propiedad pública debido a que rompen las lozas y escalones de granito.

“Todos pagamos con los impuestos que salen de nuestro bolsillo los daños que ellos generan” dijo, aunque no supo precisar cuánto dinero invierten en reparaciones o cuánto gasta la ciudad poniendo bolardos. Aunque Love Park no los tiene, otros parques han optado por ponerlos a lo largo de las baldosas para que los patinadores no puedan deslizarse ni hacer piruetas.

Los otros sitios para estos osados son las entradas de edificios y universidades en las que hay pasamanos por los que pueden deslizarse. La policía de la Universidad de Temple comentó que las patinetas “son permitidas siempre y cuando se usen como medio de transporte”, pero no si “desportillan un escalón, quiebran un pasamanos o destruyen el mármol”.

Según un oficial de Temple que prefiere quedar en el anonimato, están destruyendo la propiedad de Temple y ponen en peligro a otra gente.

“Si son estudiantes les damos una advertencia. Si reinciden, les decomisamos la patineta. Si reincidir de nuevo les quitamos su carné universitario y los enviamos al Centro Disciplinario Universitario (UDC)”. Pero si no son estudiantes de Temple, pueden ser acusados de traspasar propiedad privada.

Es evidente que cientos de patinetas se han deslizado sobre la superficie de los pasamanos rayados de los edificios Anderson y Gladfelter Hall en Temple. La adrenalina que despierta este deporte supera cualquier riesgo a la salud, especialmente lesiones craneoencefálicas causadas en alguna pirueta que salió mal. No usar casco es parte del encanto en un juego que no sólo tienta a las autoridades sino la integridad física y la vida misma.

“Lo amo y jamás voy a dejar de hacerlo. Es libertad pura, no tiene reglas”, dice un estudiante de la Universidad de las Artes en Love Park.

Cuenta que todo mundo corre cuando viene la policía, pero él no. “Si uno no corre le hacen una advertencia, pero no le quitan la patineta. Tampoco te dan una multa a menos de que los pongas de mal genio. Es una actividad en la que sabes que estás en el límite. El riesgo es parte del juego”. Según él, lo que más preocupa a las instituciones es que uno de los jóvenes se lesionen en su propiedad y puedan demandarlos. “Yo no voy a parar. Seguiré viniendo aunque esté prohibido. El amor que le tengo a esto es demasiado grande”.

“¿Puedo tomarle una foto?”, le pregunto.

“No me siento cómodo frente a las cámaras”, responde y se va a hacer sus piruetas frente a la escultura en aluminio, mientras el ocaso cae tras el Museo de Arte. Un ‘skateborder’ salta contra el borde de una maseta de granito y salen chispas del eje metálico de su patineta.

Hay algunas niñas viendo a los jóvenes. Otros se sientan en una banca a descansar un momento. Un leve olor a marihuana en el ambiente y al poco tiempo la campana de la Alcaldía anuncia las siete de la noche.

“¡Larguémonos de aquí!”, dice uno de ellos. Corren fuera del parque. Del otro lado un policía en bicicleta le quita la patineta al joven entrevistado, quien camina carilargo hacia la estación del metro.

“Hay policías buenos y policías malos”, dice subiendo los hombros.

“¿Ahora qué vas a hacer?”, le pregunto.

“Comprar una nueva patineta”. 

  • LEAVE A COMMENT:

  • Join the discussion! Leave a comment.

  • or
  • REGISTER
  • to comment.
  • LEAVE A COMMENT:

  • Join the discussion! Leave a comment.

  • or
  • REGISTER
  • to comment.