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"Traiga sus problemas y váyase sin ellos"

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“Traiga sus problemas y váyase sin ellos” rezaba un letrero a la entrada de “Open Realty Internacional”, una agencia de bienes raíces de propiedad del ecuatoriano José Sucuzhanay, asesinado esta semana en Brooklyn.

La suya era una historia de haber pasado “de trapos a riquezas”.  Sucuzhanay “se elevó de mesero a propietario del negocio” según un periódico de Nueva York luego de revisar los archivos públicos en los que aparecían al menos dos negocios y varios edificios a nombre del ecuatoriano de 31 años.

Su sueño americano abruptamente terminó el domingo 7 de diciembre.  A las 3:30 de la mañana cuatro asaltantes, aparentemente sin ninguna razón, ni siquiera por robo, sino por el color de su piel, y al parecer por habérselo confundido a él y a su hermano con homosexuales simplemente por caminar del brazo para protegerse del frío, fue brutalmente atacado.

El martes 9 de diciembre la Policía informó a la agencia noticiosa AP que  Sucuzhanay fue declarado cerebralmente muerto y que se le quitó el soporte de vida ese mismo día.

Esta tragedia sigue a la de otro ecuatoriano tan solo hace 4 semanas, quien recientemente retornara a su país natal dentro de un ataúd.  El factor común es que estos actos absurdos de violencia estuvieron inspirados en el prejuicio.

El hermano de Sucuzhanay, Diego declaró a las afueras del Elmhurst Hospital Center: “Hoy la víctima es mi hermano, pero mañana podría ser su hermano, su madre, su padre”, todo debido en sus palabras “al color de su piel”.

El prejuicio y el odio son una triste realidad que confronta a millones de inmigrantes.  Los irlandeses la sufrieron a principios del siglo XIX junto con los chinos a los que despectivamente se les llamara “el peligro amarillo”.  El transcurso de un siglo y medio no ha cambiado este despreciable rasgo de nuestra humana naturaleza;  ni la puesta en vigor de la Ley de Derechos Civiles en 1964 ha cambiado las mentes ni los corazones de los intolerantes en Estados Unidos.

Tratar de descifrar la lógica de un crimen puede ser extremadamente perjudicial.  Muchas de las posibles “razones” que suelen aventurarse irónicamente ciernen dudas sobre las víctimas, dañándolas aún más a ellas y sus familiares, proponiendo absurdas justificaciones tanto para crímenes y sus perpetradores.  Algunos extremistas sin más declaran: “si ellos (los inmigrantes) no hubiesen venido, aún estuvieran vivos”.  Un sitio internet supremacista que suele comentar nuestros reportajes sobre inmigración mantiene una lista de víctimas caídas a manos de inmigrantes, su lógica: “todas estas víctimas estuvieran vivas si ellos (los inmigrantes) no hubiesen venido”.

José Sucuzhanay prometió a sus clientes que si le confiaban sus problemas él les daría el alivio que buscaban.  Él vino a Estados Unidos tras “la búsqueda de la felicidad” la promesa que aparece consagrada en nuestra Declaración de Independencia.  José retornará a su tierra natal dentro de un féretro.  José trajo a  este país un poco de alivio mediante su espíritu emprendedor, hoy nos deja, y la carga de la intolerancia seguirá pesando sobre nuestros hombros.

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