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Se ha comenzado a difundir en los países de habla española y
portuguesa, y pronto será difundido en todos los demás idiomas. Me han
preguntado a menudo que aprendí de esa experiencia.

La lección más importante fue que los latinoamericanos no se
consideran latinoamericanos. A pesar de la migración, el comercio y las
conexiones políticas entre sus países, la mayor parte de los ciudadanos
desconocen la historia reciente y no tan reciente de sus vecinos.

A eso se debe que tantas naciones sigan repitiendo los errores del
pasado……y que en los países que parecen estar en la buena senda las
fuerzas que empujan en la dirección opuesta sean tan poderosas.

Venezuela no estaría en las garras de un populista megalómano si
sus ciudadanos tuviesen una noción de lo que el populismo les hizo a
Argentina o Perú. Los bolivianos no estarían perennemente al borde de
la guerra civil si supieran en qué se convirtió la revolución mexicana
cuando sus caudillos que agitaron el sentimiento étnico y clasista
desplazaron al espíritu liberal: en una dictadura de siete décadas. Los
argentinos no habrían edificado un modelo económico basado en la
exportación de “commodities” si conocieran lo que les ocurrió a países
vecinos tras el fin del auge exportador de las décadas de 1920, 1950 y
1970, cuando los Estado se quedaron con abrumadores compromisos de
gasto.

Al escaso conocimiento de la historia de unos y otros se añade una
falta de información de parte de los jóvenes latinoamericanos sobre los
padecimientos de las generaciones anteriores. Los viejos demonios —el
abuso de poder, el resentimiento social y étnico, el constante cambio
de constituciones, la inflación, las nacionalizaciones— han regresado
porque las viejas generaciones no han sabido transmitirles las duras
verdades a los más jóvenes. En mis conversaciones con campesinos de
Bolivia y México, con profesionales de Brasil y Argentina, con pequeños
empresarios de Panamá, con estudiantes de Venezuela o Perú, y con
Presidentes de todas partes, saqué la conclusión de que los
latinoamericanos preservan mucho mejor la memoria política cuando
migran que cuando permanecen en sus países.

Nadie que siga el caso de los cubanos o los mexicanos en los
Estados Unidos, cualquiera sea su condición, puede dejar de percatarse
cómo las viejas generaciones inculcan a las nuevas un amor por las
cosas que les fue difícil obtener o practicar en su país. A ello se
debe probablemente que los cubano-estadounidenses estén tan
profundamente comprometidos con la libertad de Cuba aun cuando no
tengan ningún recuerdo personal de la isla. Y a eso se debe
probablemente que los mexicanos en los Estados Unidos estén más
interesados en trabajar que en vivir del Estado de bienestar, mientras
que en su país de origen los movimientos enamorados de la
redistribución de la riqueza cuentan con apoyo masivo.

Ha habido una evidente mejora en la región, de México a la
Argentina y del Perú a Colombia. Entre 2002 y 2006, unos 15 millones de
hogares dejaron de ser pobres y se volvieron de clase media. A
diferencia de la clase media que surgió entre 1940 y 1970 y estuvo
vinculada a la burocracia, la nueva clase media surge de la empresa:
por ejemplo, las pequeñas empresas que sirven a los consumidores o
suministran servicios a corporaciones más grandes. Pero esto, que en
gran medida se debe a la renuente e impopular aceptación por parte de
algunos gobiernos de la necesidad de abrir sus economías, no implica
aún un cambio cultural.

Mis viajes confirmaron que, a diferencia de otras regiones del
mundo, América Latina está partida entre quienes consideran que su
identidad sólo puede proyectarse por oposición al mundo exterior y
quienes están ansiosos por jugar en las grandes ligas del desarrollo
económico. Los latinoamericanos se encuentran atrapados entre dos
fuerzas diametralmente opuestas que rivalizan por marcarle el rumbo por
las próximas generaciones: una pugna trascendental entre modernizadores
y reaccionarios.

Para que los modernizadores triunfen y llevan al continente a un
punto de no retorno, los defectos que mencioné deben ser superados. Los
brasileños, los mexicanos, los argentinos, los colombianos, los
peruanos, los venezolanos, los uruguayos y los demás pueblos de la
región deben aprender las lecciones de sus vecinos y la necesidad de
transmitir su propia experiencia a los que vienen detrás. América
Latina debe redescubrirse a sí misma.

Alvaro Vargas Llosa es director del Centro Para la Prosperidad Global
en el Independent Institute y editor de "Lessons from the Poor". Su
dirección electrónica es [email protected].
 

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