Por Carlos Blanco

Mientras otros niños tuvieron payasos y el juego de “ponle la cola al burro” en sus fiestas de cumpleaños, yo tuve una piñata hecha y derecha, completa con los miles de primos corriendo por todos lados y escuchando música tejana en mi sala. El olor espeso de la barbacoa penetraba la casa y se quedaba por semanas. Era el olor de quién yo soy, el aroma de todo lo que he conocido. Claro, yo crecí en un vecindario donde la mayoría de la gente es blanca, mis padres siempre enfatizaron el valor de mi cultura. Mi madre es chicana, y mi padre se crió en Panamá.

Mi mamá dice que cuando nací, ya estaba bailando al sonido de una canción de Carmen Miranda, los mambos y la cumbia se escuchaban por toda la casa. Soy el menor de cuatro hijos. En nuestro hogar, que es muy católico y muy latino, todos aprendemos tres cosas antes de cumplir cinco años: 1) respeta a tu madre, o si no La Llorona vendrá por ti en la noche; 2) rezarle a la Virgen cuando alguien esté enfermo; 3) sentirte culpable por todo. Aprendimos a valorar el trabajo del Vaticano II y de JFK (John F. Kennedy), pero también la importancia de la familia y lo que significa ser latino.

La influencia de Latinoamérica en mi vida me ha hecho ver lo que puedo hacer para ayudar a mi gente. Me rehúso a ser simplemente cualquier “miembro de un grupo demográfico”, me rehúso a dejar que la demás gente asuma que mi novia está embarazada, o que soy parte de una pandilla al verme con mis largas rastas (rizos) y piel morena. Este otoño asistiré a Columbia University donde no solamente voy a trabajar como latino, sino por los latinos. Mi meta en la vida es ser maestro, y ha sido la influencia de mi cultura la que me ha impulsado a esa meta. El ser un mentor me permitirá ayudar a mi comunidad que me ha dado tanto.

Cuando mi padre llegó a este país, teniendo mi edad, asistió a la escuela, cumplió con su deber en Vietnam dos veces, y tuvo éxito al sacar adelante a la familia sin escapar de sus responsabilidades. Es el hombre que me dio mi cultura y la habilidad de sentirme orgulloso de quien soy.

Soy latino, y amo nuestra música, nuestra comida, y las películas, y esa unidad silenciosa que nos une. Es uno de los placeres más bellos en este mundo. Nuestra unidad es lo que me inspira a vivir como un joven latino destinado a cambiar el mundo.