Navarrette: El timo cínico de Obama
El presidente Obama tiene un nuevo chivo expiatorio. Pasó su primer término culpando a George W. Bush cuando las cosas salieron mal.
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El presidente Obama tiene un nuevo chivo expiatorio. Pasó su primer término culpando a George W. Bush cuando las cosas salieron mal. Ahora que quebró su promesa de tomar una acción ejecutiva sobre el tema de inmigración este verano y dejar a muchos de sus partidarios enojados y desilusionados, le está echando la culpa, ni más ni menos, a los niños refugiados de América Central que cruzaron la frontera entre Estados Unidos y México para escapar la violencia y el caos de sus países.
¿Cuándo se convirtió nuestro líder en tal canalla?
Una cosa podemos decir: Sobre el tema de inmigración, Obama ha sido notablemente congruente. Congruente en el mal sentido con respecto a la causa por la que prometió que iba a luchar: una reforma de inmigración total, que incluyera el camino a un estatus legal para unos 11 millones de inmigrantes indocumentados que están en los Estados Unidos.
Queda claro para todos nosotros que tratamos de seguir cada detalle del debate confuso sobre inmigración que el presidente nunca tuvo la intención de apretar el gatillo de una acción ejecutiva para mejorar las vidas de las personas que no le importan para nada.
Basándome en las acciones de su mandato, Obama está aliado con un ala restringida del Partido Demócrata que cree que los inmigrantes ilegales socavan a los trabajadores estadounidenses al competir por trabajos y salarios en baja. Para quienes suscriben a esta visión, se deduce que legalizar millones de inmigrantes haría que las cosas fueran mucho peor pues los pondría en una postura en la que les sería posible competir por más trabajos.
¿Por qué el presidente no admite simplemente lo que piensa en lugar de culpar a un grupo de niños que buscan refugiarse de condiciones de las que cualquiera en su sano juicio intentaría escapar?
Obama le dijo a Chuck Todd, el moderador de “Meet the Press”, que la reciente explosión de menores sin compañía de adultos cambió la situación política.
“La verdad del asunto”, dijo Obama, “es que la política cambió a mediados del verano por ese problema”.
Desconocido para muchos estadounidenses, el gobierno, como lo dijo Obama en esa entrevista, “sistemáticamente trabajó para resolver el problema”, hasta el punto en que el número de menores que cruza la frontera ha disminuido significativamente desde su pico en junio. Todo lo que llevó fue abandonar principios y respaldar certezas anteriores de que los niños recibirían una audiencia justa. Resulta que “trabajar para resolver el problema” es un eufemismo para negar en masa las solicitudes de asilo, vaciar albergues que habían actuado como hogares para niños refugiados y deportar miles de niños desesperados de regreso a lugares peligrosos sin el debido proceso.
Finalmente, el presidente dijo: “Cuando tomo una acción ejecutiva, quiero asegurarme de que es sustentable”.
Increíble. ¿Quién hubiera dicho que a un presidente que ignoró, descuidó y evitó la reforma de inmigración por mucha parte de su presidencia le importara tanto el concepto de que en lugar de hacer lo incorrecto prefería no hacer nada?
Los demócratas que apoyan este gobierno y todavía dicen que quieren una reforma inmigratoria necesitan despertarse y elegir una u otra opción. A estos señores se les repartió una mano horrible. Entonces, se apoyan en su instinto natural y culpan al villano favorito de los demócratas: George W. Bush.
¿Y qué pasa, dicen, si Obama no ha cumplido su promesa de reforma del sistema inmigratorio ya sea por su cuenta a través de un decreto o trabajando con el Congreso? Durante los ocho años del gobierno de Bush tampoco sucedió nada.
No tiene sentido comparar la imposibilidad de Bush de llevar a cabo la reforma de inmigración con lo que ha sido, en los últimos cinco años y medio, un timo cínico de Obama. No importa quién sea el presidente, siempre va a ser difícil lograr una reforma inmigratoria cuando se tiene una coalición improbable de simpatizantes en la izquierda y nativistas en la derecha trabajando juntos para torpedear el esfuerzo.
Al menos Bush tenía un plan: trabajadores temporales, status legal y seguridad en la frontera. Desafió a miembros de su propio partido, envió a la Secretaria de Trabajo Elaine Chao y al Secretario de Comercio Carlos Gutierrez al Congreso a menudo a idear un proyecto de ley, reclutó al Secretario del Departamento de Seguridad Nacional Michael Chertoff y al vicepresidente Dick Cheney para argumentar que, luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001, la reforma nos había vuelto más seguros y repitió el reclamo impopular pero honesto de que los inmigrantes ilegales hacían trabajos que los estadounidenses no estaban dispuestos a hacer. Sí, Bush debería haber hecho más para obtener la reforma inmigratoria en el Congreso. Pero al menos estaba en la lucha.
Los que utilizan prácticas engañosas de propaganda, seguirán utilizándolas. Sin embargo, con respecto a la reforma de inmigración, los últimos dos presidentes no pueden compararse. Bush intentó y falló. Pero Obama falló en intentar.
La dirección electrónica de Ruben Navarrette es ruben@rubennavarrette.com.
© 2014, The Washington Post Writers Group
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