Cuarentena en España: Cuando tus propios vecinos te causan pavor
España ha iniciado la fase 0 de desescalada de la cuarentena por Covid-19 esta semana y ya anuncia que habrá rebrotes. ¿Por qué? El problema, aseguran, es de…
Me considero una persona afortunada, tener un perro y un niño que pasa semana sí y semana no en casa me ha librado de vivir encerrada durante casi mes y medio, el tiempo que ha durado el estricto confinamiento en España.
Mi hermano y su pareja, padres de un gato “muy gato” -de esos que no salen-, pasearon por primera vez el pasado fin de semana cuando se anunció el inicio de la fase 0 de la cuarentena en el país y se asignaron turnos por edades para que los ciudadanos pudiesen hacer algo de ejercicio extremando las precauciones. Mi hermano me explicó que caminaron en línea recta un kilómetro y al llegar a la playa se echaron a llorar.
Con todo el horror del que somos testigos, imágenes como la de una joven pareja hincada de rodillas, emocionados por encontrarse al aire libre por fin, no nos remueve nada. Sin embargo, desde el sábado, muchos ciudadanos españoles tienen una sensación similar, como si este paseo fuera el primero de sus vidas.
Otros, en cambio, siguen con una punzada de miedo cada vez que salen a la calle, se preguntan si deberían hacerlo, y como es el caso de mi abuela, que a sus 87 años se ha visto confinada y sola, se santiguan para salir dos minutos a dar la vuelta a la manzana.
“Di que son una minoría, no vayan a pensar que somos un país de salvajes”
Luego están esas personas que han confundido la relajación de la cuarentena con el final de una larga pesadilla y actúan como si los 219 mil contagiados y más de 25.000 fallecidos por el virus en el país fuesen algo que no les concierne, como si ellos o sus familias no pudiesen correr la misma suerte.
Los veo desde el balcón ir y venir en manadas de felices familias, que tal vez antes ni siquiera pensaron en salir con sus amigos para dar una vuelta en grupo pero ahora lo hacen despreocupadamente. Juegan con sus hijos sin mascarillas, charlan a un centímetro los unos de los otros, a cualquier hora. Con sus mochilas a cuestas en dirección a la playa, ancianos rodeados de chiquillos.
Mi pareja dice: “Son una minoría”. Lo tengo detrás de mí, repitiéndome. “Di que son una minoría, no vayan a pensar que somos un país de salvajes”. Por qué será que siempre me tropiezo a los mismos cuatro “salvajes” de los que él habla. ¿Saldré a la hora de los siesos? Y descubro con horror que esta cuarentena me ha producido un enorme odio hacia cierto tipo de gente, un odio y un asco tal que se vuelve contra mí.
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Me aferro a una idea: Ellos no tienen la culpa; el Estado, que actúa como padre y patrón, los ha convertido en “niños viejos” que se rebelan porque no confían ni en el gobierno, ni en los medios. Confían en lo que les dicta el estómago, y tienen bastante. Pero, ¿por qué?
Escribo esto en un caluroso día de domingo. Justo al volver del paseo con mi perro, esquivando a familias con sus mochilas dirigiéndose a la playa. He caminado ese kilómetro escuchando a través del móvil la comparecencia en directo del director del Centro de Emergencias y Alertas Sanitarias, Fernando Simón, quien afirmaba que se esperan nuevos rebrotes en un futuro próximo. Aunque es imposible, decía Simón, medir el efecto de este relajamiento de la cuarentena.
Sus comparencias son diarias, en ellas apela a la responsabilidad ciudadana, al civismo de la gente para que no haya una nueva y feroz escalada, pero no puede asegurar que volvamos a llegar a un pico de infección.
El Estado, que actúa como padre y patrón, ha convertido a la ciudadanía en “niños viejos”
Hoy miércoles se somete a votación la prórroga del estado de alarma por otros 15 días más; quieren impedir que haya una crisis económica y sanitaria en la que, por otro lado, ya estamos inmersos. Los medios españoles se hacen eco de la confusión, actúan como altavoces de unos y otros. Se retroalimentan de declaraciones políticas que se contradicen entre sí y de pornografía de la muerte para aumentar su tráfico de visitas.
Llámalo “caos” o “nueva normalidad”. Si algo de provecho hemos sacado de esta pandemia es que nos ha retratado a todos.
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