[OP-ED]: Trump y su cruel engaño a los haitianos
Las promesas de Trump son falsas, insolentes y desvergonzadas y nadie en su sano juicio debe tomarlas en serio. Si no está convencido, pregúntele a la…
“Bien sea que voten por mí o no, yo quiero convertirme en su gran campeón”, Trump les dijo a los haitianos en Miami durante su campaña contra Hillary Clinton. Pero ahora, a un año escaso de ocupar la Casa Blanca, entona una melodía muy distinta al decidir terminar con el Estado de Protección Temporal (TPS), el programa humanitario que les ha permitido vivir y trabajar legalmente en EE.UU. a unos 60.000 haitianos desde el devastador terremoto que en 2010 cobrara la vida de 300.000 personas y redujera a escombros la infraestructura de su patria.
Como era de esperarse, a Trump y sus secuaces les importa muy poco que la gran mayoría de ellos tengan empleo, que hayan procreado cerca de 30.000 nuevos ciudadanos americanos o que, pese a lo que afirma Washington, Haití no posea las condiciones mínimas necesarias para incorporarlos a la sociedad.
“Se han dado pasos significativos para mejorar la estabilidad y la calidad de vida de los ciudadanos haitianos, y Haití es capaz de recibir con seguridad niveles tradicionales de ciudadanos devueltos”, manifestó el Departamento de Seguridad Nacional (DHS)al anunciar la decisión de cancelar el TPS para los haitianos. Pero esto no es más que una mentira, una pobre excusa para justificar la crueldad de la nación más rica del mundo hacia uno de los países más pobres del hemisferio.
Como si el monstruoso sismo de 2010 no hubiera sido suficiente, desde entonces Haití ha sufrido una epidemia de cólera transmitida por la “fuerza de paz” de las Naciones Unidas que mató 9.000 personas, y el huracán Mathew el año pasado que causó daños por $2.700 millones y añadió mil cadáveres a la ya larga y siniestra lista de muertes. Este año, aunque el huracán Irma no tocó Haití directamente, sí hizo suficiente daño como para desplazar a más de 100.000 personas y destruir importantes cosechas en el norte del país.
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Sí, no importa lo que digan Trump y sus acólitos, la realidad de Haití no es cosa de juego. Según el Banco Mundial, casi una cuarta parte de los haitianos subsiste con menos de $1.23 por día, casi 60% vive por debajo de la línea nacional de pobreza de $2.41 por día y la tasa de desempleo es de casi 40%. Como consecuencia, la desnutrición infantil es epidémica. ¿Puede alguien creer que Haití esté preparado para absorber “con seguridad” a miles de deportados, como afirma DHS?
Y no piense que los haitianos estén aprovechándose de la “generosidad norteamericana”. Todo lo contrario.
Como afirmara la escritora haitiano-americana Edwidge Danticat en la revista The New Yorker el 12 de mayo, “Según el Immigrant Legal Resource Center, con base en San Francisco, los haitianos con TPS ganan colectivamente $280 millones al año en salarios y contribuyen unos $35 millones anualmente al Seguro Social. También usan una parte de su salario para remesas, que son vitales para sus familias en Haití, así como para la frágil economía del país”.
Tan injusta e innecesaria es la decisión de la administración de Trump que incluso políticos republicanos como Marco Rubio e Ileana Ros-Lehtinen, que representan el sur de la Florida donde reside la mayoría de los haitianos, le han pedido a Trump que mantenga el TPS vigente.
Pero como era de esperarse Trump, con su habitual desprecio por los inmigrantes, su irrespeto por la justicia y su absoluta falta de compasión los ha ignorado. El hombre que prometió ser el “gran campeón” de los haitianos continúa empeñado en llevar adelante su cruel plan de deportar miles de personas decentes, dividir sus familias y causar aún más daño a Haití, un país al que EE.UU. debiera sentirse obligado a ayudar, dado que lo ha invadido y ocupado en cuatro ocasiones desde 1890, siempre con consecuencias desastrosas.
Las promesas de Trump, como ya sabemos, se las lleva el viento.
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