Si de verdad este tuviera la intención de ayudar a resolver la situación de violencia que enfrenta el país suramericano, se daría cuenta de que su desenfrenada hostilidad solo puede producir el resultado opuesto.

No cabe duda de que la profunda polarización entre las clases sociales, las ideologías y las posiciones políticas en Venezuela ha provocado una crisis de consecuencias imprevisibles que ya ha cobrado la vida de docenas de venezolanos tanto de la oposición como simpatizantes del gobierno bolivariano. Vergonzosamente la mayoría de los medios de comunicación han abandonado su misión periodística y se han limitado a reflejar solamente el lado de los opositores, haciendo que el público asuma erróneamente que todas las protestas son pacíficas y que los únicos que están muriendo en las calles son los manifestantes.

La realidad, sin embargo, es mucho más compleja, como ha reportado Rachel Bothroyd Rojas el 23 de abril en Venezuelanalysis.com. “De repente la verdad se ha vuelto inútil” en Venezuela, señala Bothroyd Rojas.

“Hasta la fecha, tres personas (dos manifestantes y un espectador) han sido muertos por personal de seguridad del estado, quienes fueron arrestados de inmediato y a dos de ellos se les presentaron cargos”, escribió Bothroyd Rojas. “Cinco personas más han perecido a manos de manifestantes opositores, mientras que otra murió como resultado de los bloqueos de calles en Caracas (Ricardo González, 89, quien sufrió un derrame cerebral y no pudo llegar a un hospital).

 “Cinco personas han sido heridas de bala en incidentes separados cercanos a las protestas en circunstancias poco claras. Una de las víctimas se dice que fue herida por un opositor desde un rascacielos, aunque la afiliación política del victimario aún no se ha confirmado”, añadió la periodista. “Nueve manifestantes opositores parecen haber muerto como resultado de sus propias acciones (al menos nueve se electrocutaron cuando saqueaban una panadería)”. 

Trágicamente, las calles venezolanas están en llamas y todos los venezolanos sufren por ello.

Volviendo a Almagro y la OEA, tal parece que, para el exministro de Relaciones Exteriores uruguayo durante la presidencia de José Mujica, Venezuela es el único problema que existe en todo el continente.

No obstante, si la OEA de verdad quisiera cumplir con sus obligaciones, tendría mucho que hacer más allá de las fronteras venezolanas, lo cual hace muy difícil entender su silencio y su desinterés.

 Como ha dicho el exministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Ricardo Alarcón, si la OEA tuviese un mínimo de seriedad no le alcanzaría el tiempo para ocuparse de problemas del continente tales como “la represión masiva contra los latinoamericanos en Estados Unidos; el infame muro de Trump y sus medidas de proteccionismo comercial; la vergonzosa destitución de Dilma Roussef; la constante aparición de cementerios clandestinos en México y otros lugares; los asesinatos cotidianos de periodistas; los muchachos desaparecidos de Ayotzinapa, las niñas muertas en Guatemala, el incendio del Parlamento paraguayo; las huelgas y protestas populares en Argentina, Brasil y otros países, (todos los cuales) son parte del largo temario que interesa a los pueblos pero que no existen para Almagro ni para el dócil rebaño que lo sigue”.

No en balde Mujica, quien fue el principal impulsor del nombramiento de su exministro a la dirección ejecutiva de la OEA lo ha repudiado.

“Lamento que los hechos reiteradamente me demuestren que estaba equivocado”, afirmó Mujica en una carta a Almagro. Y añadió: “No puedo comprender tus silencios sobre Haití, Guatemala y Asunción, al mismo tiempo publicas carta respuesta a Venezuela”.

Sin duda, instalar a Almagro al timón de la OEA ha sido el error más grave de nuestro admirado Pepe Mujica.