[OP-ED]: La peligrosa obsesión de Trump con el comercio
Contrariamente a la opinión popular, el comercio no es una causa importante en la pérdida de puestos de trabajo. Es cierto que las fabricaciones…
Las guerras comerciales, alentadas por el presidente Trump, avanzan lentamente. La Casa Blanca rechazó el Acuerdo Trans-Pacífico de Cooperación Económica (TPP, (por sus siglas en inglés), un pacto que involucra a 12 países de Asia-Pacífico, entre ellos Estados Unidos, Japón, Malasia y Vietnam. Está amenazando con hacer lo mismo con el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, aplicando una arancel del 20 por ciento sobre las exportaciones de México a los Estados Unidos. Todo esto en nombre de fortalecer los puestos de trabajo norteamericanos en fabricaciones, que se considera que fueron sacrificados a las importaciones y a un comercio extranjero “injusto”.
Sólo hay un problema: Eso no es cierto.
Contrariamente a la opinión popular, el comercio no es una causa importante en la pérdida de puestos de trabajo. Es cierto que las fabricaciones norteamericanas sufrieron una erosión drástica de puestos en el largo plazo, pasando de representar aproximadamente un tercio de los puestos no agrícolas en 1950 a un cuarto, a principios de los 70, y un 9 por ciento en la actualidad, según el economista Bradford DeLong, de la Universidad de California en Berkeley, en un ensayo publicado en Vox. Pero la causa fundamental es la automatización.
Observemos que la decadencia de las manufacturas se inició en las décadas de 1950 y 60, mucho antes de los déficits comerciales anuales. En esos años, teníamos excedentes comerciales, mientras Europa y Japón se recuperaban de la Segunda Guerra Mundial. El primer déficit comercial posterior a esa guerra ocurrió en 1971. Pero desde entonces, ¿no hemos sido perjudicados por las políticas comerciales depredadoras de nuestros socios comerciales y por las subcontrataciones en el exterior de las multinacionales norteamericanas?
Queda disculpado, si usted contestó “sí”. Se nos bombardea constantemente con imágenes de fábricas cerradas y el mensaje, implícito o explícito, de que estas plantas cerraron porque no pudieron competir con las exportaciones. Eso ocurre. No es un mito. Pero su efecto ha sido exagerado. Perdimos perspectiva.
En su ensayo, el economista DeLong presenta un argumento nuevo para demostrar que la automatización y las nuevas tecnologías son las mayores causas de la eliminación de puestos de trabajo. Supongamos, dice, que examinamos a Alemania, poderoso exportador mundial. Parece haber hecho todo correctamente. Tiene trabajadores e ingenieros de primera clase; se beneficia de un euro débil (por el cual sus exportaciones son más baratas); habitualmente, tiene excedentes comerciales. Si hay un país que debe haber mantenido su porcentaje de puestos manufactureros, ése es Alemania.
Pero no lo ha hecho. En lugar de eso, dice DeLong, “presenta el mismo patrón de los Estados Unidos”—es decir, un declive constante de puestos manufactureros como porción del total de puestos de trabajo. Entre 1971 y 2012, el empleo de Alemania en fabricaciones cayó de alrededor de un 40 por ciento del total a aproximadamente un 20 por ciento. Alrededor de un tercio del declive fue reflejo del cierre de fábricas sumamente ineficientes en la ex Alemania Oriental, pero el resto fue el reflejo del proceso normal de “deshacerse” de trabajadores en las empresas menos eficientes. Menos trabajadores que en el pasado fueron “necesarios para fabricar cada automóvil, cada refrigerador, cada silla”. Eso también es cierto en Estados Unidos.
Todo nos sugiere que el presidente Trump, aunque podría lograr algunas victorias de alta visibilidad al impedir que grandes empresas muden sus fábricas al exterior, tendrá que luchar para afectar las tendencias generales en el empleo. Alrededor del 98 por ciento de las 252.000 empresas manufactureras de Estados Unidos tienen menos de 500 trabajadores, informa la National Association of Manufacturers. Esas empresas harán todo lo posible para mejorar su competitividad. Desde 1950, dice DeLong, sólo el 5 por ciento o menos de la pérdida de puestos de trabajo manufactureros fue un reflejo de los acuerdos comerciales, entre ellos el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio.
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¿Qué logró entonces Trump al eliminar el TPP? La mayoría de los análisis económicos sugiere que el TPP dará a los países miembros un leve refuerzo en el crecimiento económico al reducir los aranceles y las regulaciones. Para 2030, los ingresos para Estados Unidos serían un 0,5 más altos y los ingresos en Vietnam—un gran beneficiario—serían un 8 por ciento más altos, calcula un estudio del Peterson Institute. Ese modesto refuerzo desapareció.
“Pero el beneficio real del TPP iba más allá del comercio,” dice el economista Russell Green, de Rice University. “Se trataba del liderazgo de Asia.” Un acuerdo comercial liderado por Estados Unidos proveería de contrapeso para la influencia de China. “Ocurrió lo opuesto, dice Green. Los líderes de los otros 11 países tomaron decisiones políticas difíciles para asegurar que las negociaciones del TPP tuvieran éxito. Al “echarlo a la basura”, Trump se ganó su desconfianza.
¿Alimentará el colapso del TPP un nuevo sistema comercial construido en torno a China y no a los Estados Unidos? ¿Llevará la abdicación de Trump al liderazgo de un sistema abierto y basado en reglas, a más conflictos comerciales, a medida que los países adopten políticas proteccionistas y mercantilistas (aranceles, subsidios a la exportación y preferencias por artículos internos)?
No lo sabemos, pero las perspectivas hoy son mayores que ayer. Ya, algunos decepcionados países del TPP indican su interés en fortalecer los vínculos con China, dice Jeffrey Schott, experto en comercio del Peterson Institute. Coloca a Australia, Canadá, Chile, Perú y Nueva Zelandia en ese grupo.
Así pues, lo que Trump obtiene de esta cruzada comercial es un grito de guerra (falso) por más puestos de trabajo en Estados Unidos. Lo que obtiene Estados Unidos, si es que obtiene algo, no es tan claro.
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