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Elián nació en Cárdenas, una tranquila ciudad costera tres horas al este de La Habana. Y yo también. Solo para sumar otro elemento de coincidencia, mi hermano menor, que vive en Miami y es médico, también se llama Elián. Foto: Cibercuba
Elián nació en Cárdenas, una tranquila ciudad costera tres horas al este de La Habana. Y yo también. Solo para sumar otro elemento de coincidencia, mi hermano menor, que vive en Miami y es médico, también se llama Elián. Foto: Cibercuba

[OP-ED]: ‘Elián’, un nuevo documental, revive recuerdos dolorosos para todos los cubanos

La película cuenta la odisea de Elián González, el pequeño náufrago cubano que se convirtió en una causa célebre hace 17 años, y revive dolorosos recuerdos de…

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La madre del niño pereció cuando el bote en que intentaba llegar a EE. UU. con su hijo naufragó en el estrecho de la Florida. Unos pescadores rescataron a Elián y lo llevaron a Miami, donde elementos que buscaban una victoria propagandística sobre La Habana redujeron su tragedia a una ficha para ser movida a su conveniencia. Tras cinco meses de una surrealista atmósfera circense, Elián pudo reunirse con su padre y volver a su hogar en la ciudad de Cárdenas.

 Yo estuve allí el día de su regreso reportando para el New York Daily News y les comparto a los lectores de Al Día News este fragmento de una columna profundamente personal que escribí en esa ocasión. Se titula “Para el periodista el regreso de Elián es un viaje a través del tiempo” y se publicó el 6 de julio del 2000.

“Para el periodista, tratando siempre de mantener distancia de sus sujetos y reportar tan objetivamente como su humanidad se lo permita, hay, sin embargo, historias que tocan sus teclas emocionales con inusitada fuerza…. Para mí, la odisea de cinco meses de Elián González en el año 2000 es una de esas historias. Y no solamente por la injusticia de arrancar a un niño de su padre por motivos políticos, sino también porque hay tantas coincidencias entre la vida de Elián y la de quien escribe...

Elián nació en Cárdenas, una tranquila ciudad costera tres horas al este de La Habana. Y yo también. Solo para sumar otro elemento de coincidencia, mi hermano menor, que vive en Miami y es médico, también se llama Elián. 

Cuando tenía la edad de Elián, asistía a la misma escuela primaria de la cual él es alumno ahora. El bien cuidado edificio de dos pisos, salpicado por numerosas ventanas, no ha cambiado mucho. En la actualidad, al igual que antes, más de 900 niños y niñas toman clases en él.  En el patio todavía está el blanco busto de José Martí, el Apóstol de la independencia de Cuba, frente al cual todos los niños nos reuníamos los viernes por la mañana para cantar el himno nacional y jurar la bandera.

 En la década del 50, cuando yo era alumno allí, la escuela se llamaba "La Progresiva". Fundada en 1900 por Robert Wharton, un ministro presbiteriano norteamericano, era sin duda una de las mejores de Cuba. Después del triunfo de la Revolución en 1959, se le llamó Escuela Primaria Marcelo Salado, en honor a un joven héroe revolucionario asesinado por la policía del dictador Fulgencio Batista en 1958. Salado, un atleta destacado, fue mi maestro de Educación Física durante un par de años en La Progresiva. 

Pisar el logo de La Progresiva, aún grabado en el piso de granito del vestíbulo de la escuela, fue como viajar hacia atrás en el tiempo. Me vi a mí mismo, un niño flaquito vestido con el uniforme escolar de camisa blanca, pantalón caqui y corbata negra cargando una maleta demasiado grande repleta de libros. Y también vi a Elián, otro chiquitín flaquito con una pesada carga de libros escolares, vistiendo el uniforme actual de pantalones rojos, camisa blanca y pañoleta azul. 

Pero soy periodista y me encontraba allí, en aquel edificio donde transcurrió mi niñez, para reportar sobre el regreso de Elián. Tenía que contener mis emociones y transmitir un relato preciso de las emociones de otros: los maestros, los padres y, sobre todo, los niños que reían y se abrazaban esperando impacientes el momento de abordar las 30 guaguas que los llevarían a La Habana para darle la bienvenida al alumno, al hijo, al amigo. Fue un momento de felicidad, orgullo y alivio que no he vuelto a experimentar nunca más.

Mientras el periodista, libreta en mano, hacía su trabajo, un niño flaquito vestido de caqui y blanco cargaba su enorme maleta y sonreía y saltaba de alegría en el patio de la escuela porque su amigo Elián por fin regresaba a casa”.

Para más información sobre el documental vea “Miami se reencuentra con Elián 17 años después y en un cine”, en Al Día News.