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Como muchos otros, Geithner--actor principal en la contención de la crisis--duda que Estados Unidos enfrente “una crisis financiera importante en un futuro cercano.” Para justificar esa opinión, ofrece estadísticas y sentido común. Foto: today.com
 
 
Como muchos otros, Geithner--actor principal en la contención de la crisis--duda que Estados Unidos enfrente “una crisis financiera importante en un futuro cercano.” Para justificar esa opinión, ofrece estadísticas y sentido común. Foto: today.com
 
 

[OP-ED]: El verdadero escándalo Dodd-Frank

Ahora viene Timothy Geithner, secretario del Tesoro entre 2009 y 2013, para decirnos que mucho de lo que “sabemos” sobre Dodd-Frank--la respuesta del Congreso a la crisis financiera 2008-9--es incorrecto. Es una revisión oportuna, porque el gobierno de Trump promete reorganizar la ley. El título del ensayo de Geithner, publicado en el número actual de Foreign Affairs, es simple: “Are We Safe Yet?” La respuesta no es tan simple.

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Ahora viene Timothy Geithner, secretario del Tesoro entre 2009 y 2013, para decirnos que mucho de lo que “sabemos” sobre Dodd-Frank--la respuesta del Congreso a la crisis financiera 2008-9--es incorrecto. Es una revisión oportuna, porque el gobierno de Trump promete reorganizar la ley. El título del ensayo de Geithner, publicado en el número actual de Foreign Affairs, es simple: “Are We Safe Yet?” La respuesta no es tan simple.

Comencemos con las noticias. Como muchos otros, Geithner--actor principal en la contención de la crisis--duda que Estados Unidos enfrente “una crisis financiera importante en un futuro cercano.” Para justificar esa opinión, ofrece estadísticas y sentido común.

Desde 2008, los bancos norteamericanos recaudaron aproximadamente 500.000 millones de dólares en capital de nuevos accionistas, llevando el total a 1,7 billones de dólares. El capital agregado provee un amortiguador mayor contra pérdidas (y, por supuesto, los nuevos accionistas disfrutan de las ganancias.) Todo ello cimienta la confianza de que el sistema puede sobrevivir reveses inesperados.

Además del capital nuevo, los bancos también tienen una base más estable de fondos utilizados para préstamos. Según Geithner, los depósitos representan ahora el 86 por ciento de las deudas de los bancos norteamericanos, mientras que en 2008 representaban el 72 por ciento. Los depósitos tienden a ser estables, porque la mayor parte de ellos están asegurados por el gobierno (hasta 250.000 dólares por la Federal Deposit Insurance Corporation). Durante la crisis, la fuga de los fondos no asegurados a corto plazo (los así llamados acuerdos de recompra y papel comercial) amenazaron todo el sistema financiero. Ahora ese peligro se ha reducido.

El resultado es un fortalecimiento del sistema bancario. “Hoy en día, los bancos norteamericanos principales probablemente podrían sostener pérdidas mayores de las que experimentaron durante la Gran Depresión y tener aun suficiente capital para operar,” escribe Geithner.

La psicología refuerza esos cambios. Viró hacia la cautela. “El recuerdo de la crisis financiera global aún se cierne,” observa Geithner. “En cierta forma, eso debería ser tranquilizador. Un mundo preocupado por un posible abismo es más seguro que uno más confiado, como el de 2006.” Quizás sea más difícil obtener préstamos; pero también es más probable que se los paguen de vuelta.

Aún así, Geithner también nos da malas noticias. Su ensayo está organizado en torno a cuatro proposiciones sombrías.

Proposición No. 1: “En algún momento, con seguridad” se producirá una crisis financiera--sólo no sabemos cuándo ocurrirá ni cuán seria será. Las condiciones cambian. Los recuerdos se desvanecen. Los reguladores del gobierno no son súper humanos. No pueden “protegernos contra todo acontecimiento nefasto concebible”. También enfrentan un dilema: Si las regulaciones son demasiado estrictas, causarán “que algunas transacciones financieras abandonen los bancos y [pasen] a instituciones menos reguladas.”

Proposición No. 2: Una verdadera crisis “no se autocorrige.” La mayoría de los descensos en los mercados (de acciones, bonos, préstamos) se limitan a sí mismos. Los precios caen a niveles que los compradores consideran una pichincha. No ocurre eso con un pánico. Las presiones de venta reflejan el temor de que los precios de mañana sean más bajos que los de hoy. Los “precios de emergencia … hacen que gran parte del sistema financiero parezca ser insolvente.” Alguien o algo debe intervenir para detener la espiral.

Proposición No. 3: En un pánico, sólo el gobierno federal puede movilizar los recursos necesarios “para preservar el funcionamiento del sistema crediticio necesario para una recuperación económica. En la crisis 2008-09, el gobierno proporcionó billones de dólares de asistencia por medio de la creación de dinero por parte de la Reserva Federal y por préstamos del Tesoro. Si no hubiera habido ese torrente de crédito de emergencia, no está claro qué habría ocurrido.

Proposición No. 4: A pesar de eso, Dodd-Frank perjudicó la capacidad del gobierno de disipar futuras crisis financieras. Restringió la “capacidad [del gobierno] de actuar como la entidad crediticia de último recurso.” El poder de la Fed para prestar a instituciones individuales se ve reducido, lo que dificulta arrancar las crisis de cuajo ni bien aparecen. La Fed no puede actuar hasta que muchas instituciones estén en apuros. Consecuentemente, estamos “aun menos preparados para enfrentar crisis” que en 2007.

Eso, por supuesto, es una locura. Pero es una locura que tienen cierta lógica política. La lección que aprendió gran parte de la población con respecto a la crisis financiera es que los bancos, y Wall Street en general, fueron “rescatados” y que ese rescate fue nocivo. Por lo tanto, Dodd-Franks se convirtió en un vehículo para asegurar que eso no volviera a ocurrir, debilitando a la Fed y a otras ramas del gobierno para manejar las crisis financieras.

El verdadero escándalo Dodd-Franks es que se permitiera que la interpretación errónea de los acontecimientos, adoptada por ambos partidos, siguiera en pie. En muchos rescates, los accionistas de los bancos sufrieron enormes pérdidas o se quedaron sin nada; en forma similar, los altos gerentes perdieron sus puestos. La cuestión no era protegerlos, sino impedir el colapso del sistema financiero.

Si el gobierno de Trump no repudia la versión popular y cambia la ley de acuerdo a eso, se arriesga a crear una herida futura, auto-infligida. Supongamos que estamos en 2028 y que la Fed no maneja bien una crisis financiera. Alguien pregunta: “¿En qué pensaron nuestros líderes cuando revocaron tantos de sus poderes?” Y la respuesta será: No pensaron.