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La recuperación, aunque alentadora, sin duda no es una panacea económica. La creciente desigualdad sigue siendo un gran problema. De 2000 a 2016, el 5 por ciento mejor pagado de los hombres logró un aumento salarial del 30 por ciento, según los datos de la Oficina de Estadísticas Laborales analizados por Gould. Para las mujeres, el avance equivalente fue del 24 por ciento.
 
La recuperación, aunque alentadora, sin duda no es una panacea económica. La creciente desigualdad sigue siendo un gran problema. De 2000 a 2016, el 5 por ciento mejor pagado de los hombres logró un aumento salarial del 30 por ciento, según los datos de…

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Nueve años después del colapso de Bear Stearns—primer indicio de que la situación económica era seria—la recuperación parece haber curado las peores heridas de la Gran Recesión. La creación de puestos de trabajo ha sido constante. Los puestos de la nómina suman 145,8 millones, un incremento de 16,1 millones desde el punto más bajo de la crisis y de 7,5 millones con respecto al pico anterior a la recesión.

También hay buenas noticias en cuanto a los jornales. En un nuevo informe, la economista Elise Gould, del Economic Policy Institute (EPI), que tiende a la izquierda, informa que los jornales medios, ajustados a la inflación, crecieron un 3,1 por ciento entre 2015 y 2016—hecho que, si se repite durante una década, significaría un incremento de un tercio. (El jornal medio es el que está exactamente en el medio de todos los jornales.)

“Lo que se destaca en este último año de datos es que la recuperación económica parece estar alcanzando, finalmente, a una franja amplia de trabajadores norteamericanos,” escribe Gould. “De hecho, el crecimiento de los jornales en 2016 fue más rápido para los trabajadores de jornales medios y bajos que para los que están en el tope.” La tasa de desempleo, 4,7 por ciento en febrero, está cerca de lo que muchos economistas consideran como el “pleno empleo”.

Y, sin embargo, sigue habiendo problemas persistentes. Los gerentes de las empresas, dueños de pequeñas empresas y consumidores recuerdan los efectos traumáticos de la crisis financiera de la Gran Recesión. Para protegerse contra una repetición de esos hechos, se han vuelto más reacios al riesgo. En forma similar, algunas de las ”buenas noticias” de la recuperación deben ser matizadas.

Consideremos los sueldos. Los incrementos recientes para trabajadores de ingresos medios representan, más que nada, una recuperación de las pérdidas sufridas en la recesión. La tabla inferior refleja datos del informe de Gould. Muestra las pagas medias por hora para hombres y mujeres en cuatro años recientes, corregidas por la inflación.

PAGAS MEDIAS POR HORA

Hombres Mujeres

2000 $19,44 $15,22

2007 $19,45 $15,90

2015 $19,18 $15,87

2016 $19,33 $16,08

Como puede verse, la paga media por hora de los hombres—sin contar beneficios—está un poco por debajo de los niveles de 2000 y 2007, años picos anteriores a la recesión. La paga media por hora de las mujeres creció alrededor de un 6 por ciento desde 2000 y un poco más de un 1 por ciento desde 2007.

(Nota para los expertos: Verán que para 2016 el aumento del salario medio para todos los trabajadores, hombres y mujeres combinados, es mayor que el aumento ya sea de los hombres o de las mujeres separadamente. La explicación probable es que la composición de la fuerza laboral cambió, favoreciendo a hombres mejor remunerados que elevaron la media general.)

La recuperación, aunque alentadora, sin duda no es una panacea económica. La creciente desigualdad sigue siendo un gran problema. De 2000 a 2016, el 5 por ciento mejor pagado de los hombres logró un aumento salarial del 30 por ciento, según los datos de la Oficina de Estadísticas Laborales analizados por Gould. Para las mujeres, el avance equivalente fue del 24 por ciento.

Otro problema evidente fue la débil mejoría de la productividad. Para recordar: productividad indica en la jerga económica, eficiencia; si no se mejora la productividad, es imposible obtener avances en el estándar de vida. Entre 1948 y 2016, los avances de la productividad promediaron un 2 por ciento anual; pero desde 2012, han sido de menos del 0,4 por ciento anual. Si eso continúa, y si se combina con la creciente desigualdad, podría producir el estancamiento del estándar de vida de millones de personas.

Con un desempleo bajo y un aumento en la presión sobre los precios, la Reserva Federal a menudo aumenta las tasas de interés, a fin de ralentizar la economía y prevenir una inflación. Eso es lo que está ocurriendo. Esta semana, se espera que la Fed eleve la llamada tasa de los fondos de la Fed a un 1 por ciento. Muchos economistas esperan otros dos aumentos comparables en 2017, llevando la tasa a un 1,5 por ciento.

¿Pero podría ser la Fed excesivamente sensible a la inflación? Otros economistas así lo creen. Jason Furman—recientemente economista en jefe del presidente Obama—en una columna del Wall Street Journal, urgió a la Fed a administrar la economía en forma “un poco más caliente, impulsando el crecimiento de los salarios y trayendo a más gente a la fuerza laboral.”

El economista Josh Bivens de EPI, favorece también una “economía de alta presión” que conduciría a mejoras salariales mayores y una demanda mayor. Pero en lugar de alimentarse principalmente de una inflación más alta, esas presiones “incentivan a los empleadores a reforzar las inversiones de capital y otros [factores] que impulsan el crecimiento de la productividad”, lo que contrarrestaría los aumentos de salarios y precios.

En otras palabras: La Fed debería dar a la economía “espacio para correr”—es decir, menos aumentos de las tasas de interés. Quizás. Pero lo que parece sensato también puede ser una expresión de deseos. La lección de la inflación de dos dígitos de fines de la década de 1970 y principios de 1980 es que, una vez que la inflación alta capta la psicología popular, es necesaria una aplastante recesión para domarla. Eso probablemente siga siendo cierto.

Lo que está en juego aquí es enorme. Si la Fed se equivoca, todos pagaremos.