Honor a quien honor merece
Dicen que detrás de un gran médico, siempre hay una enfermera incluso mejor.
Siendo hija de padres jóvenes estudiantes de medicina, pasé la mayor parte de mi infancia jugando en los pasillos del Hospital Universitario de Los Andes, en Mérida, Venezuela.
Mi padre tenía veintitantos años, y la formación de casa no contemplaba que los niños fuéramos cuidados por nadie más; mucho menos si el presupuesto del hogar no permitía niñeras, guarderías ni nada similar.
Desde mis cuatro años, mis parques infantiles fueron los pasillos de la emergencia pediátrica del hospital, donde hacía carreras con otros niños hospitalizados con sillas de ruedas que robábamos del depósito, donde me sentaba en las camillas a jugar con el estetoscopio de papá, y donde las horas se pasaban en un universo completamente diferente.
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Recuerdo perfectamente la primera vez que tuve que pasar toda una mañana con papá en la emergencia. Me dijo con mucho cuidado, y señalando a una mujer fuerte, de tez bronceada y con uniforme blanco, que tenía que comportarme bien, respetar a los pacientes que se sentían mal, pero por encima de todas las cosas, respetar y obedecer a esas mujeres de blanco, porque eran las jefas del hospital.
Papá tenía unos 27 años, y reparé en el tiempo que se tomaba para saludar una a una a cada enfermera en su servicio. Les llamaba por su nombre, preguntaba por sus maridos, hijos y familia, les llevaba café de la máquina en la entrada, y les decía que yo pasaría la mañana con ellas.
Esos días aprendí a hacer bolas de algodón para vacunar, aprendí a organizar el material en los estantes, vi cómo las enfermeras regañaban a los jóvenes doctores que insistían en llamar a los pacientes por números y no por su nombre, y aprendí que sin ellas, los médicos sencillamente no existían.
Para mí ha sido un honor formar parte del equipo editorial de AL DÍA, en especial en la redacción y estructuración de esta edición, donde nos unimos a la celebración de la Organización Mundial de la Salud y de las tantas instituciones que hoy rinden una ovación de pie a estas guerreras; mujeres y hombres incansables, cuyas historias era hora de elevar.
De parte de todo nuestro equipo: ¡Gracias!
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