LIVE STREAMING

El provenir de la "infeliz Caracas"

“La infeliz Caracas” es la expresión usada por el Libertador Simón Bolívar para referirse a Venezuela en el Manifiesto de Cartagena, ese elocuente texto…

MÁS EN ESTA SECCIÓN

Celebrando todo el año

Fighting Sargassum

Community Colleges

La lucha de las mujeres

COMPARTA ESTE CONTENIDO:

“La infeliz Caracas” es la expresión usada por el Libertador Simón Bolívar para referirse a Venezuela en el Manifiesto de Cartagena, ese elocuente texto escrito en 1812 por un Bolívar que lamenta con pesar y con ira la caída de la Primera República de Venezuela. Han pasado las décadas, y hasta los siglos; pudo finalmente Venezuela ganar su libertad, aunque se quebrase la unidad grancolombiana que Bolívar añoró; ese país de costas, llanos y algo de montañas emprendió con entusiasmo el camino hacia una vida propia. Sin embargo, en algún instante de este andar la nación venezolana se extravió. Seducida por luces que brillan con fulgor, pero que guían hacia un profundo abismo, Venezuela parece incapaz de abandonar este desatinado trayecto. Y cada oportunidad de rectificación conduce finalmente al desencanto. ¿Cómo cayó Venezuela en tan infortunado rumbo? ¿Tiene acaso esperanza alguna de liberarse, y de iniciar la tarea de edificación de una sociedad, un Estado y una economía normales, bajo los signos de la paz, la democracia liberal, y la productividad?

A quien dude de que Venezuela ha venido recorriendo una ruta perversa, y de que lo ha hecho de manera persistente, debería bastarle observar la historia del siglo XX venezolano: allí se hallará el drama de un malogrado proyecto de república democrática, el cual sucumbe en los albores del siglo a la espantosa tiranía de Juan Vicente Gómez, para luego revivir de manera esporádica, y caer de nuevo bajo el peso de un proyecto político totalitario. Se hallará también la incapacidad secular de construir una economía productiva y equilibrada, pues cualquier impulso que la nación hubiese tenido hacia este fin fue siempre sofocado por la colosal renta del petróleo, la cual convirtió a Venezuela en una economía acostumbrada a vivir de lo que en su favor tributa el mercado internacional.

Aun cuando de modos distintos, Juan Vicente Gómez y Hugo Chávez representan el primero de los grandes males históricos de Venezuela, a saber, el caudillismo. Ese amor al gran hombre, esa predilección por el guía supremo, que viene desde los tiempos del lancero Páez, quien en rigor fundó a Venezuela. La segunda de las grandes afecciones de Venezuela  es por supuesto el petróleo, esa gran riqueza que corrompió a la economía, y que corrompió las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, pues en Venezuela, a diferencia de lo que sucede en cualquier democracia liberal, el Estado no depende de la prosperidad de la sociedad. Bien puede vivir sin que la economía privada florezca. El petróleo afianzó el caudillismo, y creó en grandes sectores de la población una mentalidad rentista, la cual es presa fácil de cualquier populismo. Podría alegarse que Venezuela sí tuvo una vigorosa experiencia democrática, en las décadas que van de 1958 a 1999. Pero sería necio ignorar que, en rigor, esa democracia se sostuvo por el acuerdo entre los partidos para gobernar mediante el uso de la riqueza petrolera. Se dio origen a un sistema insostenible, que no tuvo más destino que el colapso.

Ahora bien: si el petróleo es un elemento central en la tragedia venezolana, cabe preguntarse cuál es el porvenir que espera a la cuna de Bolívar, pues bien sabemos que Venezuela posee reservas de petróleo en abundancia, y además, durante la era de Chávez se ha exacerbado la dependencia que de la renta petrolera tienen el Estado y la economía. Algunos académicos internacionales, quienes han estudiado los problemas que aquejan a los países petroleros, han imaginado posibles soluciones, como por ejemplo la de distribuir directamente a la población los ingresos petroleros. Ninguna de estas propuestas, sin embargo, podría funcionar ni podría sobrevivir a menos que Venezuela acometa la más importante empresa de su historia: la celebración de un amplio acuerdo nacional, en el cual participen muy diversos sectores políticos y sociales, los cuales, tras años de decepciones y advertencias, deberían ya ser muy conscientes de los males que han venido con la renta del petróleo, y con la exuberancia irresponsable en su manejo. Debe ser un pacto que le permita a Venezuela afrontar los años que le resten como economía petrolera, y sacar de ellos el mejor provecho posible, mientras de manera simultánea se prepara el tránsito hacia la era en la cual el petróleo ya no tenga el mismo valor, o se haya extinguido.