Aprender de los errores del Japón
Es difícil recordar ahora que en los años 80 Japón contaba con la economía más admirada del mundo. Alcanzaría, pensaba todo el mundo, el más alto estándar de…
Justamente
lo opuesto es cierto: El eclipse económico de Japón demuestra el poder limitado
del estímulo económico y la exagerada amenaza de una modesta deflación. No hay
sustituto para la vigorosa inversión y creación de empleos del sector privado,
fenómeno que no ha tenido lugar en Japón. Es una lección que debemos tener en
cuenta.
Los
problemas económicos de Japón, como los nuestros, se originaron en las enormes
"burbujas" de bienes. De 1985 a 1989, el mercado de valores de Japón se
triplicó. Los precios del terreno, en las ciudades principales, se triplicaron
para 1991. La caída fue brutal. Para fines de 1992, las acciones cayeron un 57
por ciento desde su nivel de 1989. Los precios del terreno cayeron en 1992 y
declinaron después de eso constantemente; ahora están a niveles previos a los
años 80. La riqueza se redujo. Los bancos —tras haber otorgado préstamos
utilizando como garantía valores inflados de terrenos— se debilitaron. Algunos
se volvieron insolventes. La economía anduvo a trompicones. Creció alrededor de
un 1,5 por ciento anualmente en los años 90, mientras que en los 80 lo había
hecho a un 4,4 por ciento.
A
pesar de un estímulo masivo, el crecimiento rápido no se ha reanudado dos
décadas más tarde. Aunque los japoneses reaccionaron lentamente, adoptaron el
consejo de los manuales de Economía. Aumentaron los gastos, redujeron los
impuestos y permitieron que los déficits presupuestarios se dispararan. La
deuda bruta del gobierno se elevó hasta representar, de un 63 por ciento de la
economía (producto bruto interno) en 1991, a un 101 por ciento del PBI para
1997. Ahora representa alrededor del 200 por ciento. El Banco de Japón (su
Reserva Federal) recortó las tasas de interés, a cero en 1999 —una política
que, con algunas interrupciones leves, continúa.
La
deflación no explica el estancamiento económico persistente. Los precios para
el consumidor en Japón han declinado en nueve de los últimos 20 años; el
declive anual promedio fue "seis décimos de un uno por
ciento" La gente no va a decir, 'Esperaré hasta el año que viene
para comprar un coche cuando el precio esté medio punto porcentual más bajo,'"
expresa el economista Edward J. Lincoln, un especialista en Japón de New York
University. Si los japoneses estuvieran postergando sus gastos, la tasa del
ahorro familiar se hubiera elevado; en cambio, cayó de un 15,1 por ciento de
los ingresos disponibles en 1991 a un 2,3 por ciento en 2008.
El
opaco desempeño de Japón tiene dos causas principales. Una es la "economía
dual": un sector exportador sumamente eficiente (los Toyotas y Toshibas)
contrarrestado por un sector interno menos dinámico. Hasta los años 80, Japón
dependía de un crecimiento impulsado por las exportaciones que creó puestos de
trabajo e inversiones. El yen subvaluado también contribuyó. "El 20 por ciento
de la economía arrastraba al otro 80 por ciento", expresa Richard Katz, editor
del boletín The Oriental Economist y autor de varios libros sobre la economía
dual.
Pero
la apreciación del yen a mediados de los años 80 —que encareció las
exportaciones japonesas— condenó esta estrategia económica. Desde entonces,
Japón ha buscado un sustituto en vano. El crédito barato (que alimentó las
"burbujas" originales) y muchas "reformas" no han sido suficientes. El sector interno
de Japón sigue artrítico, a menudo protegido por carteles o regulaciones
gubernamentales. Japón tiene una de las tasas más bajas de creación de empresas
de los principales países industriales. Un estudio colocó a Japón en el lugar
44 en cuanto a su facilidad para iniciar nuevas firmas, informa el economista
Randall Jones, de la Organización para la Cooperación Económica y el
Desarrollo. (EE.UU. ocupó el cuarto). En verdad, los mejores años recientes de
Japón en crecimiento económico (2003-2007) tuvieron lugar cuando un yen más
débil reactivó las exportaciones.
La
segunda causa es una población que envejece y declina, lo que reduce los gastos
internos. Durante décadas, la familia tradicional japonesa —un esposo adicto al
trabajo, una esposa que no trabaja y dos hijos— se ha visto asediada, como lo
demuestra la antropóloga de Boston University, Merry White en su libro
"Perfectly Japanese". Incluso en 1989, la tasa de fertilidad (hijos por mujer
adulta) de 1,57 estaba por debajo de la tasa de reemplazo de unos 2. El pobre
desempeño de la economía desalienta aún más la formación de familias. Debido a
los jornales bajos y a los puestos de trabajo inseguros, los hijos parecen
demasiado costosos. Para los hombres, la edad del primer casamiento es 35 años,
mientras que en 1990 era 27, expresa White. La tasa de fertilidad es de
alrededor del 1,3 por ciento.
Por
lo tanto, la economía de Japón está atrapada: el elevado yen penaliza las
exportaciones; la baja tasa de nacimientos y las empresas escleróticas dañan el
crecimiento interno. La lección para nosotros es que los masivos déficits
presupuestarios y el crédito barato son, como mucho, medidas provisionales
necesarias. Son narcóticos, cuyos efectos se desvanecen pronto. No pueden
corregir las deficiencias económicas subyacentes. Es hora de superar el debate
sobre el "estímulo".
El
éxito económico, en última instancia, depende de las empresas privadas. La
economía norteamericana es más resistente y flexible que la de Japón. Pero ése
es un estándar bajo. Ni la Casa Blanca ni el Congreso parecen comprender que
las crecientes cargas regulatorias y la incertidumbre en las políticas
económicas socavan la confianza de las empresas y la voluntad de expandirse. A
menos que eso cambie, nuestra mediocre recuperación podría imitar la de Japón.
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