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"Mural Oscar Romero UES" por Giobanny Ascencio yRaul Lemus- Grupo Cinteupiltzin CENAR El Salvador - CC BY-SA 3.0 via Wikimedia Commons.

Finalmente, el Arzobispo Romero es nombrado mártir por el Papa Francisco

Durante años, el pueblo de El Salvador ha sostenido que su amado Monseñor Óscar Romero no sólo era un mártir sino ya un santo –aunque no lo fuera oficialmente.

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Durante años, el pueblo de El Salvador ha sostenido que su amado Monseñor Óscar Romero no sólo era un mártir sino ya un santo –aunque no lo fuera no oficialmente. Ahora, el Papa Francisco, el primer papa Latinoamericano, ha hecho oficial lo primero y, con su declaración, ha despejado el camino para que lo segundo se convierta en una posibilidad.

El Arzobispo de San Salvador quien denunciaba la pobreza y la injusticia social en su país de origen durante la sangrienta guerra civil en las décadas de los 1970 y 1980 (era conocido por leer los nombres de los Salvadoreños torturados, desaparecidos y asesinados extrajudicialmente por el régimen militar en sus transmisiones semanales de radio, y ordenó a los soldados a dejar de seguir las ordenes de matar a civiles inocentes), fue asesinado en 1980 mientras celebraba misa.  

Aunque el Papa Juan Pablo II (quien ya es santo) nombró a Romero como Siervo de Dios, y el Papa Benedicto XVI declaró que merecía ser beatificado, los conservadores extremos en la Iglesia católica se han manifestado en contra de la posibilidad. Aún protestan (especialmente los católicos estadounidenses conservadores) a pesar de la inequívoca orden papal y del amor y devoción inalterable del pueblo hacia el arzobispo quien les servía.

No es coincidencia que un Papa latinoamericano finalmente haya nombrado a Romero un mártir. Es imposible para los católicos europeos, o lo de los EE.UU. entender las injusticias raciales, sociales y económicas enraizadas de esos tiempos en gran parte de América Latina, ni entender como los sacerdotes, mujeres religiosas y catequistas eran identificados como radicales sencillamente por expresar la enseñanza católica sobre la pobreza y la compasión. Para los latinoamericanos no hay desasocio. Romero es reverenciado por la gente más allá de las fronteras de su nación centroamericana; en 1984 el cantante panameño Rubén Blades escribió la canción “El padre Antonio y el monaguillo Andrés”, como una forma novelesca de volver a contar sobre el ministerio y asesinato de Romero; en 1989, el gran actor puertorriqueño, ya fallecido, Raúl Julia lo representó en la producción “Romero” de Paulist Pictures, que obtuvo ingresos de $1,316,495 en los Estados Unidos, y numerosos centros del clero católico llevan su nombre y fomentan su misión para darle voz a los que no tienen voz.  

Si los católicos ultraconservadores han tenido dificultades en ver más allá de sus propias políticas para entender el asesinato de Romero como un martirio, los anglicanos no las han tenido. Romero fue incluido en el friso de mártires del siglo XX que fue instalado sobre la Gran Puerta Occidental de la Abadía de Westminster en 1998. 

 “Cuando luchamos por los derechos humanos, por la libertad, por la dignidad, cuando sentimos que es un ministerio de la Iglesia preocuparse por quienes pasan hambre, quienes no tienen escuelas, quienes son despojados, no nos estamos apartando de la promesa de Dios. El viene para librarnos del pecado, y la Iglesia sabe que las consecuencias del pecado son todas estas injusticias y abusos. La Iglesia sabe que salva al mundo cuando se compromete a hablar también de estas cosas”. 

— Arzobispo Óscar Arnulfo Romero

¿San Romero? ¡Presente!

 

Raúl Julia en el rol de Romero en el filme de 1989

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