¿El poder del fútbol o de la FIFA? | OP-ED
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Resulta inevitable referirse por estos días al Mundial del Fútbol que se realiza en Qatar, un evento que siguen centenares de millones de personas en los cinco continentes. Así ha sido desde hace décadas, convirtiéndose en el torneo más visto, por encima de los Juegos Olímpicos.
Por muchos años, el poder de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) ha estado por encima de los países, al punto de que castiga a los países en donde las federaciones locales sean intervenidas por los gobiernos. Tiene más miembros que Naciones Unidas, pone las condiciones y las hace respetar. Se da el lujo de paralizar el planeta durante un mes de partidos entre las mejores selecciones y el rating de televisión se dispara.
En el fondo lo que hay es un negocio multimillonario en el cual intervienen multinacionales y, por supuesto, los directivos de la FIFA, que llegaron a creer que tenían vía libre para hacer lo que les antojara sin ser auditados por alguna autoridad.
Eso creyeron hasta que la justicia de Estados Unidos destapó un escándalo que dejó al descubierto manejos irregulares, con sobornos para adjudicar sedes para el Campeonato del Mundo. Se conocieron irregularidades para otorgar las sedes de mundiales como los de Sudáfrica 2010, Rusia 2018 y el que se está jugando en Qatar. Pasó con el Mundial en Argentina, en 1978, en medio de una dictadura militar que tenía un centro de torturas a pocos metros de donde se jugó la final. Nada distinto de los Olímpicos de Berlín, en 1936, organizados por el régimen nazi de Hitler.
A finales de mayo del 2015, en Zúrich (Suiza), la policía de ese país arrestó a siete directivos de la FIFA en un hotel por petición del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Casi simultáneamente, una corte de Brooklyn dio a conocer que 14 directivos del fútbol habían sido acusados de lavado de dinero en el pago y cobro de sobornos por 150 millones de dólares.
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Fue un golpe a la cabeza de la organización. Uno más de señalamientos en torneos locales afectados por negocios turbios o por apoyos de recursos procedentes de negocios ilegales como el narcotráfico. Así ocurrió en la años 80 en Colombia, donde buena parte de los equipos eran propiedad de capos del narcotráfico, como Pablo Escobar y los hermanos Rodríguez Orejuela.
En el caso de Qatar, el Mundial se está jugando en medio de millonarios negocios de marcas que lo patrocinan, directa o indirectamente. Pero con críticas al país sede por violaciones a los derechos humanos, o a la misma FIFA que tuvo el despropósito de amenazar con suspender a los futbolistas que se manifiesten a favor de la diversidad y de la inclusión utilizando un brazalete con el arco iris que representa a la comunidad LGBTI.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, fue a Qatar en estos días, entre otras cosas, para conocer la organización y tomar nota para el Mundial que se celebrará en cuatro años en ciudades de Estados Unidos, Canadá y México. Se refirió a esa restricción, de la que dijo “siempre es preocupante (…) cuando la expresión es a favor de la diversidad y la inclusión".
Preocupante cuando varios de los “ex capos” de la FIFA están investigados o presos, pero al parecer los que se quedaron mantienen la postura de mandar por encima de cualquier norma porque la organización es todopoderosa.
En contraste, nada de esto les interesa a los hinchas del fútbol, que prefieren ver rodar el balón y celebrar los goles. El fútbol está por encima de la FIFA.
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