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"Ferguson, Night 4, Photo 77" por Loavesofbread. License: Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 via Wikimedia Commons

El enmarcado de Ferguson

Algunos comentaristas en los medios sociales han observado que el tono de la cobertura solo cambió de “ellos” (los manifestantes) a “nosotros” cuando los…

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No hay nada – absolutamente nada—que ponga a los ciudadanos estadounidenses más eficazmente a la defensiva que se les diga que han tomado –o aprobado—un conjunto de acciones moralmente dudosas. Es decir, observar nuestra terquedad –colectivamente—al hablar sobre la crisis humanitaria en la frontera como una crisis de refugiados en vez de una de inmigración, aún después de importunar a las personas de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

¿Qué hacemos, entonces, ahora que Egipto, China, Rusia e Irán (países cuyos registros sobre derechos humanos hemos censurado por años) nos ponen en entredicho por una “división racial (que) continúa siendo una enfermedad crónica profundamente arraigada que sigue desgarrando a la sociedad estadounidense, tal como se manifiesta en el reciente disturbio racial en Missouri”, como expresó un comentario chino? ¿O lo anulamos como un feliz empate del marcador?  

No. Es una llamada de atención para que observemos detenidamente la narrativa de “nosotros versus ellos” que en el mejor de los casos desestima las preguntas, preocupaciones y protestas genuinas de las poblaciones “minoritarias” de nuestra nación y, lo que es aún peor, responde a estas preocupaciones, preguntas y protestas con violencia. 

En todo el país, los manifestantes han adoptado una postura de “manos arriba, no dispare” y hacen eco de las palabras supuestamente exclamadas por Michael Brown, de 18 años de edad, y para imitar la postura en la que él presuntamente se encontraba cuando el oficial Darren Wilson le disparó seis veces. Así como ocurrió con el asesinato de Trayvon Martin, los disparos confirman el temor arraigado a, y la criminalización automática de, los jóvenes negros, especialmente por parte de los agentes del orden público. 

Las racionalizaciones y justificaciones de los disparos fatales ya empezaron. Hemos escuchado informes que dicen que Brown provocó a Wilson, o que él golpeó al oficial; nos han dicho que él robó una caja de puros, y que había estado fumando marihuana. Aun cuando cada una de esas acusaciones resultara ser cierta, ¿qué tipo de trastorno se necesita tener para creer que justifican la “pena de muerte” que efectuaron?

El trastorno de una representación racial tan sistemática, tan enraizada, que es aceptada por más de solo aquellos que mantienen el orden. 

Por ejemplo, los medios de comunicación.

Un tweet reciente de la AP sobre el veredicto en el caso del asesino de Renisha McBride, por ejemplo, presentó al tirador (blanco) como un propietario de casa de los suburbios y a la víctima (una joven negra) como una persona borracha que estaba en su pórtico – otorgando, así, respetabilidad al autor del delito. Violencia que, sin ser demasiado quisquillosos, sin duda no hubiera ocurrido a no ser por el color de piel de McBride. (Idem respecto a Michael Brown y Trayvon Martin y Oscar Grant, y muchos otros.) 

En cuanto a Ferguson, algunos comentaristas en los medios sociales han observado que el tono de la cobertura solo cambió de “ellos” (los manifestantes) a “nosotros” cuando los periodistas de los medios predominantes también empezaron a ser mal tratados y arrestados por la policía. 

Mientras tanto, el Pew Research Center publicó un informe titulado “Stark Racial Divisions in Reactions to Ferguson Police Shooting” (Divisiones raciales severas en las reacciones a los disparos de la policía de Ferguson”), que indica que aunque el 80 por ciento de los estadounidenses negros creen que los disparos contra Brown plantean un problema racial, sólo el 37 por ciento de los estadounidenses bancos creen lo mismo. El sesenta y cinco por ciento de los estadounidenses negros creen que la policía fue demasiado lejos en su respuesta, mientras que solo 33 por ciento de los estadounidenses blancos creen que esto es así. Entretanto, del muestreo Latino en le encuesta, solo el 18 por ciento estuvo suficientemente interesado para seguir la noticia. 

Aunque existen algunas señales en cuanto al número de Latinos incluidos en la muestra de la encuesta (pequeño, y dando cabida a un margen de error de más/menos 11 puntos), aún constituye un indicador de que, como expresó Aura Bogado de Colorines en su artículo sobre el tema, “Los Latinos no negros tienen un largo camino que recorrer en cuanto a confrontar nuestros sesgos contra los negros”. Si es cierto que no aunamos nuestras voces a quienes condenan la vigilancia policíaca extremista en Ferguson debido a alguna percepción de que no se trata de “nosotros”, necesitamos madurar. Y tomar la iniciativa. 

Para parafrasear un comentario de vídeo que hizo Solomon Jones para AL DÍA, necesitamos unirnos para exigir la justicia. Necesitamos ocuparnos de ella y ponerle atención. De otra manera, seguramente nunca la experimentaremos. 

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