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El arco iris que no existe

Recientemente tuve que reiterar a mi esposo que las minorías les tenemos mucho más miedo a la policía que las no-minorías, incluso si no hemos hecho nada malo.

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Recientemente tuve que reiterar a mi esposo que las minorías les tenemos mucho más miedo a la policía que las no-minorías, incluso si no hemos hecho nada malo.

Supongo que mi modo de pensar se debe al hecho de que soy de Chicago -nuestras tensiones raciales son legendarias. Y las fuerzas de seguridad de Illinois tienen una larga trayectoria de parar y aplicar infracciones a más conductores de minorías que a blancos, aun cuando los antecedentes indiquen que tienen más probabilidades de encontrar algo ilegal, como armas de fuego o drogas, en el automóvil de una persona blanca.

No es un tema del que yo hable a menudo. De hecho, no es algo que los hispanos saquen a colación. Históricamente, ha sido un tabú para los hispanos presentar sus propias quejas en asuntos en que la desigualdad en cuestión es mucho más acentuada para los afroamericanos.

Para mi sorpresa, David R. Ayon, estratega de la firma de encuestas Latino Decisions, se adentró en el blog de esa empresa, en este aspecto de las actitudes raciales o étnicas que no es muy debatido, después de la muerte a tiros de Michael Brown, en Ferguson, Missouri, y de la muerte de Eric Garner, en Staten Island, ambas a manos de la policía. “Lamentablemente, lo que falta en el furioso debate nacional sobre las recurrentes muertes de hombres y muchachos afroamericanos a manos de la policía -definido como un asunto que enfrenta a negros y blancos- es la cuestión de la situación de otros grupos minoritarios. Esta omisión es particularmente lamentable en el caso de los latinos, quienes traen su propia importante experiencia a las cuestiones de discriminación racial, de utilización de la fuerza por las autoridades y de la necesidad de supervisión y rendición de cuentas.”

Ayon termina diciendo que “Los afroamericanos y los latinos deben reconocer la conexión entre sus problemas con respecto a las fuerzas del orden, y la imperiosa necesidad de trabajar juntos para resolverlos.”

Tengo mis dudas. Los hispanos están mejor clasificados con respecto a los afroamericanos en tantas mediciones educativas, de salud y de calidad de vida económica que es problemático colocar nuestras tribulaciones en un mismo plano.

Podemos examinar el reciente análisis de la recuperación económica realizado por el Pew Research Center.

Entre 2010 y 2013, la riqueza media de las familias blancas no-hispanas aumentó de 138.600 dólares a 141.900 dólares, o en un 2,4 por ciento. En cambio, la riqueza media hispana disminuyó en un 14,3 por ciento, de 16.000 dólares a 13.700 dólares, que no puede ni compararse con la riqueza media de las familias negras no-hispanas. Esa cifra cayó un 33,7 por ciento, de 16.600 dólares en 2010 a 11.000 en 2013.

Pero ésa es una comparación muy formal. Más directamente, podemos observar que hasta que muchos hispanos sean tumbados a tiros por las fuerzas del orden en lo que parezcan ser situaciones sistémicas no relacionadas, en las que entran en juego prejuicios raciales arraigados, es difícil imaginar que compartimos los mismos problemas cuando se trata de interacciones con la policía.

En 2004, Nicolas C. Vaca escribió “Presumed Alliance: The Unspoken Conflict Between Latinos and Blacks and What It Means for America.” El libro, que trata de los numerosos factores que impiden que los hispanos y blancos se alíen para resolver asuntos de discriminación en Estados Unidos, aún tiene vigencia una década más tarde.

Un factor importante, señala Vaca, es la presión que ejerce la inmigración indocumentada sobre los niveles de desempleo de los afroamericanos, y el delicado asunto de apoderarse de la lucha por los derechos civiles para que se concedan más derechos a otros grupos de minorías e intereses especiales, aun cuando muchos negros no han podido aun saborear los plenos beneficios de los esfuerzos para expandir la igualdad.

Después está la política, que en Chicago y en otras ciudades en que los hispanos son crecientemente más numerosos que los negros, a menudo predomina por sobre los cambios demográficos.

Vaca menciona los puestos municipales en Los Ángeles, pero aún se puede observar ese aspecto en los puestos gubernamentales de ciudades con muchas minorías en todo el país: “El predominio de los negros en este sector laboral se basa en la convicción de que, a causa de su lucha por los derechos civiles, sólo los afroamericanos se merecen esos puestos y que, una vez instalados en esos puestos, no están dispuestos a cederlos a los latinos, incluso cuando hay una menor representación de los latinos y una mayor, de los negros.”

Son asuntos de los que los hispanos no hablan públicamente porque si se los menciona, se suscitan, a su vez, preguntas reales sobre el prejuicio racial y la discriminación de los latinos contra los negros -tanto contra los negros hispanos como contra los que no lo son.

Aunque la filosofía de superar la injusticia racial mediante una coalición del arco iris es un hermoso ideal, temo que no progresará. No lo ha hecho hasta el momento.
Podría ser porque es difícil imaginar lograr que los blancos superen algunas actitudes negativas hacia las minorías si uno se une en torno a heridas distribuidas desigualmente, pero compartidas.

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