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De cuentos orientales

Una narración de la cultura oriental dice que un niño encuentra un cocodrilo aprisionado en una red a la orilla de un río y con lágrimas de 'cocodrilo', le…

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Una narración de la cultura oriental dice que un niño encuentra un cocodrilo aprisionado en una red a la orilla de un río y con lágrimas de 'cocodrilo', le dice:

–Sálvame, niño, yo soy bueno. No pienses que por mis grandes fauces soy malo. Soy padre de familia. ¡Sálvame, por favor!, le implora.

–El niño le contesta que no, porque si lo salva, se lo comerá. El cocodrilo le ruega:

–No, créeme, sólo quiero vivir para llevar de comer a mis hijitos.

El niño se apiada de él, y tan pronto como lo salva, lo atrapa entre sus fauces. El niño le reclama:

–Eres un malagradecido, después que te salvé ¿me vas a comer?

El cocodrilo le contesta que así es la vida, y si no lo cree, que le pregunte al pajarito. El pajarito le responde que en efecto, así es la vida. El niño grita: ¡No lo puedo creer! 

Pregúntale al burro, le contesta el pajarito.

–¿Verdad que la vida no es así? El burrito le dice que comparte la opinión de cocodrilo y la del pajarito. Su amo fue muy malo con él; lo usó toda la vida y ya de viejolo lanzó a su suerte.

Se acerca un conejito y el niño le pide a gritos que lo salve. El conejito razona con el cocodrilo:

–Suéltalo para poder platicar.

Tan pronto como lo suelta le dice al niño:

–Corre, corre, busca ayuda.

Los hombres del pueblo atrapan al cocodrilo y lo matan y hacen carne asada de conejo. Antes de morir, el conejito implora al niño:

–Sálvame, ¿no ves que yo te salvé a ti?

–No puedo –dice el niño, –así es la vida.

Dicen que la vida es así, que el problema no es la realidad, sino la forma como nosotros la enfrentamos. Sin embargo, la vida no tiene qué ser así. Exige que tomemos distancia para analizar nuestro mundo actual y lo comparemos con el pasado. Mientras dormíamos nos cambió el escenario: nuestro mundo se digitalizó haciendo más profundas las diferencias entre aquellos que tienen y aquellos que no tienen; el sistema educativo entró en crisis perjudicando despiadadamente a los niños más vulnerables del país; las escenas de crimen y tortura han contaminado la mente de nuestros jóvenes; la violencia parece no tener fin. ¿Nos dejaremos comer por las circunstancias que padecemos, o estamos dispuestos a luchar para crear un mundo mejor?

Nuestra realidad es distinta a la de nuestros antepasados. Creíamos que ya casi pertenecíamos al primer mundo, y hoy advertimos que todo lo que nos hemos esforzado por construir se nos ha venido abajo. La sencillez, la calidad humana, la generosidad, la entrega, los valores que construyeron todo un escenario que funcionó por siglos y que dio mucho fruto a millones de personas durante casi dos mil años, hoy no sabemos cómo hacer para que funcione en nuestra época. La sabiduría de espíritu, la cultura del corazón, ¿darían resultado aún en nuestro mundo lleno de sorpresas, paradojas, absurdos, corrupción y mezquindades? 

El gran escenario del mundo contemporáneo cambia rápidamente; intervienen múltiples factores que escapan nuestra visión. La conversación era el núcleo, el centro mismo de las relaciones humanas, no el teléfono, el celular, el whatsapp, la tableta. Hoy los puntos de referencia son otros instrumentos, valorados más que las personas mismas con quienes se interrelaciona. El afecto, las relaciones humanas, la solidaridad, la convivencia, la caridad, la cultura del corazón ¿son importantes en este mundo que ha aprendido a relacionarse de otra manera? 

La cultura humanista afronta un enorme reto en nuestros días. Los cambios son tan radicales y tan rápidos que no permiten organizar un medio adecuado para comunicar los valores de la solidaridad, sencillez, oración, relación con Dios. ¿Cómo entrar a la realidad digital, no huir de ella, sino admirarla, y trascenderla? Exige mirar más allá, con profundidad, no dejar que nos afecte, sino buscar espacios, y si no los hay, hacerlos. Imaginemos cómo quisiéramos que fuera nuestra vida, nuestras relaciones familiares, nuestras relaciones de amistad, nuestros centros de trabajo. ¡Y para lograrlo tenemos a nuestra disposición la tecnología de punta!  

Pero a nuestros seres queridos diremos, como el conejito: "¡Suéltalo, para poder platicar!"

 
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