
Latinoamérica, patio trasero de EE.UU., mira a China y Trump sigue sin decir nada
Colombia apuesta por la Ruta de la Seda y espera cerrar su déficit comercial con China.
Colombia firmó esta semana su ingreso a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el ambicioso programa de infraestructura global impulsado por China. Con este paso, Bogotá se suma a más de dos tercios de los países latinoamericanos que ya participan en la estrategia geoeconómica que ha convertido a Pekín en un actor clave en la región. Todo esto sucede mientras Donald Trump, en plena campaña de reelección y con el discurso nacionalista más agudo que nunca, guarda silencio.
El acuerdo fue firmado en Pekín por la canciller Laura Sarabia, en presencia de los presidentes Gustavo Petro y Xi Jinping. “Ya entramos a la Ruta de la Seda”, anunció Petro tras la reunión bilateral. El mandatario colombiano celebró lo que considera un hito en política exterior y defendió que, con esta adhesión, Colombia se relaciona con el mundo “en pie de igualdad y libertad”.
La firma con Colombia no fue un hecho aislado. En los mismos días, líderes de otros países de América Latina como Chile también se reunieron con Xi en busca de cooperación tecnológica, científica y financiera. En una cumbre con la Celac en Pekín, el líder chino ofreció 9.200 millones de dólares en créditos para el desarrollo en América Latina y el Caribe, y se mostró como un socio confiable frente a un escenario internacional marcado por la confrontación y el proteccionismo.
China ya es el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú. En Colombia, aunque Estados Unidos sigue siendo el mayor comprador de exportaciones, las importaciones desde China superaron a las estadounidenses por primera vez en los primeros meses de 2025. Y el déficit comercial con China, que alcanza los 14.000 millones de dólares, es una preocupación que el gobierno de Petro espera revertir con más acceso a los mercados asiáticos y una revitalización del litoral Pacífico.
¿Y Estados Unidos?
El silencio de Washington contrasta con lo ocurrido hace apenas unos meses, cuando Trump amenazó a Panamá con "recuperar el canal" si no frenaba la influencia china en sus puertos. Panamá canceló su adhesión a la Ruta de la Seda en febrero, ante la presión estadounidense.
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Sin embargo, frente al paso de Colombia —aliado histórico de Estados Unidos en la región y uno de sus principales receptores de ayuda militar— Trump no ha dicho nada aún. Su agenda interna, centrada en su regreso al poder, y su cruzada económica contra China a través de aranceles, podrían explicar la ausencia de una reacción inmediata. Pero no deja de sorprender el bajo perfil ante un movimiento que, en otros tiempos, habría generado una fuerte respuesta diplomática.
Mientras tanto, en América Latina soplan vientos de diversificación. El gobierno chileno, encabezado por Gabriel Boric, también ratificó esta semana su compromiso con el multilateralismo, el libre comercio y la cooperación con China. “Debemos proteger juntos los intereses comunes del Sur Global”, dijo Xi a Boric, según la agencia Xinhua.
El propio Petro, como presidente pro tempore de la Celac, parece decidido a liderar ese viraje. “Vamos a hablar con Xi Jinping de tú a tú, no como arrodillados”, declaró antes de emprender su viaje a China, en respuesta a las críticas internas de quienes temen represalias comerciales de Estados Unidos.
La entrada de Colombia a la Ruta de la Seda puede no implicar un alineamiento automático con China, pero sí envía un mensaje claro: América Latina ya no quiere ser el “patio trasero” de nadie. Busca inversiones, acceso a nuevos mercados y libertad para redefinir su política exterior.
Y mientras todo eso ocurre, en Washington Trump guarda silencio. Por ahora.
Con información de AFP
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