Pepe Mujica on the day of his inauguration.
Desde su toma de posesión, Pepe Mujica dio muestras de austeridad en el ejercicio del poder (Foto de archivo AFP).

Pepe Mujica: ¿el poder para qué?

El ex presidente uruguayo deja un legado no sólo para su pueblo, sino también para otros políticos que a menudo pierden el rumbo de su vocación.

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En Colombia, la pregunta “¿el poder para qué?” quedó grabada en la historia política como símbolo de una visión ética del liderazgo. La pronunció el tolimense Darío Echandía, referente liberal y expresidente, como recordatorio de que el poder no se ejerce para dominar, sino para servir.

Pocas figuras en América Latina encarnaron esa idea con más autenticidad que José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, fallecido este martes a los 89 años. Su vida fue una lección de coherencia, marcada por la renuncia a los privilegios del poder y una firme convicción de que la política debía estar al servicio de los demás, no del ego personal.

Mujica fue guerrillero, preso, legislador, ministro, presidente y campesino. Pero, sobre todo, fue un hombre sencillo, fiel a su chacra en las afueras de Montevideo, a su compañera de vida Lucía Topolansky y a su célebre Volkswagen Beetle. Rechazó mudarse a la residencia presidencial, vivía con su perro de tres patas y donaba gran parte de su salario.

De la cárcel al Palacio

En los años sesenta, Mujica cofundó el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana de inspiración marxista que comenzó robando a los ricos para redistribuir a los pobres, pero luego derivó en secuestros, atentados y enfrentamientos armados.

Fue detenido, recibió varios disparos, escapó de prisión y fue recapturado. Pasó todos los años de la dictadura uruguaya (1973-1985) en prisión, en condiciones extremas de aislamiento, tortura y deterioro físico. Según su propio relato:

"Estar seis meses atado con alambre, con las manos en la espalda. Irme de cuerpo por no poder aguantar en un camión (...) Estar dos años sin que me llevaran a bañarme y tener que bañarme con una taza de agua y un pañuelo."

En libertad, se volcó a la política. Fundó el Movimiento de Participación Popular (MPP) en 1989, fue electo diputado, luego senador y ministro de Ganadería. En 2010 asumió la presidencia, cargo que ocupó hasta 2015.

Reformas, austeridad y rebeldía

Durante su mandato impulsó leyes que marcaron historia: legalización del aborto, del matrimonio igualitario y del cannabis, en un modelo de regulación estatal sin precedentes.

Su estilo sobrio contrastaba con las formas tradicionales del poder. En 2012, en una entrevista con AFP, dijo:

“Yo no soy un presidente pobre. Yo no vivo con pobreza, vivo con austeridad, con renunciamiento. Preciso poco para vivir.”

Y en 2014 añadió en su audición radial: “Nos han hecho fama de presidente pobre (...) No somos pobres, somos sobrios (...) Si tengo demasiado, tengo que perder muchísimo tiempo en atender esas cosas. Si tengo lo justo, vivo liviano de equipaje y me queda la mayor cantidad de tiempo.”

También fue una voz crítica del modelo de desarrollo global. En la ONU, dijo:

“La gran crisis no es ecológica, es política (...). Tenemos que darnos cuenta de que la crisis del agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa. La causa es el modelo de civilización que hemos montado.”

Y más adelante cuestionó el consumismo:

“Arrasamos las selvas verdaderas e implantamos selvas anónimas de cemento. Enfrentamos al sedentarismo con caminadores; al insomnio, con pastillas; a la soledad, con electrónica.”

Una ética del poder

A Mujica se le pueden señalar desaciertos en la gestión pública y decisiones discutidas. Pero incluso sus críticos reconocen que jamás usó el poder para beneficio personal, ni para silenciar opositores, ni para aferrarse al cargo.

Eso lo diferencia —sin necesidad de nombres— de ciertos líderes actuales que se sostienen en el poder apelando al miedo, la división y la teatralidad, incluso cuando eso pone en riesgo la estabilidad institucional.

Mujica, en cambio, se retiró a tiempo. En 2020 dejó su banca en el Senado por razones de salud, pero siguió militando. Incluso con el cáncer que le fue diagnosticado en 2024, hizo campaña por su heredero político, Yamandú Orsi, hasta los últimos días.

En enero de este año, lo dijo sin rodeos: “Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. El guerrero tiene derecho a su descanso.”

Pidió ser enterrado en su chacra, junto a su perro. No tuvo hijos, pero deja sembradas ideas, valores, palabras.

“Triunfar en la vida no es ganar, triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae.”

“¿El poder para qué?” preguntaba Echandía. Mujica lo respondió con su vida: para servir, no para servirse.

Con información de AFP