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El desespero le costó el Mundial a Brasil

 Para millones de hinchas del fútbol a nivel mundial, el favorito para ganar la Copa en Sudáfrica en este 2010, el número uno hasta hace 15 días, era la…

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Para millones de hinchas del fútbol a nivel mundial, el favorito para ganar la Copa en Sudáfrica en este 2010, el número uno hasta hace 15 días, era la selección de Brasil: por su tradición futbolística, por todo lo que había hecho en su proceso de clasificación, por lo demostrado en sus cuatro partidos antes de quedar eliminada en los cuartos de final por el equipo de Holanda. Brasil era, como bien lo dijeron los analistas del fútbol mundial, "pura disciplina táctica".

En el párrafo anterior se incluye el "era" dos veces, porque todo se derrumbó en los últimos 37 minutos del juego que perdió 2-1 contra el complicado rival holandés, que le descifró el libreto y le detectó sus puntos débiles.

La "Naranja Mecánica" planteó un juego que los brasileños  no pudieron asimilar y cayeron en la trampa: Un partido con mucho roce, invitando a la desconcentración, a la provocación, a no dejar jugar, como si se tratara de enfrentarse a un Brasil en un terreno puramente físico, de pararlos con faltas, de desesperarlos hasta que finalmente Brasil cayó en el error. Entonces, ¿En dónde quedó la disciplina táctica?

El Brasil que se presentó en los cuatro partidos iniciales de Sudáfrica fue contundente. Fue paciente y eficiente, y con equilibrio en todas sus líneas, características fundamentales que debe tener un equipo ganador.

¿Qué pasó en el partido contra Holanda? 

Tuvo todo a su alcance para llevarse la victoria, hasta el minuto 52. Tranquilamente pudo haber liquidado a su rival en el primer tiempo. Hasta cuando ganaba 1-0, todo indicaba que Brasil ganaría el partido y que era un serio candidato para llegar a la final y quedarse con el título.

En el minuto 53 Brasil comenzó a dar muestras de desconcentración, comenzó a perder el libreto, a mostrar desesperación por el ritmo de juego que le imponía Holanda, pese a estar abajo en el marcador.

Fue tan sólo una jugada, esa del minuto 53, por una salida en falso de su arquero y un despeje a medias de su capitán Felipe Melo, la que le permitió el empate a Holanda y lo que es peor, sacar a relucir la parte negativa de Brasil, la parte que hasta ese día ningún otro equipo había logrado descubrir. El desespero y la desconcentración, dos enemigos que acaban con cualquier campeón.

A partir de ese momento nada fue igual, todo el equipo se derrumbó y el control del partido pasó a ser propiedad de Holanda; la estrategia que emplearon les funcionó y Brasil cayó en el error. En vez de reaccionar con buen fútbol, se desconcentró, se desordenó, comenzó a fallar en la marca, perdió su creatividad en la media cancha y lo que es irónico, ahí donde Brasil siempre ha sido fuerte, en el juego aéreo (tanto defensivo como ofensivo), cavó su propia tumba. Dos cabezazos de Holanda en el área brasileña concretaron el segundo tanto que sería suficiente para enviar a la verde-amarilla a casa.

Nadie lo podía creer. En tan sólo 15 minutos el equipo naranja les volteaba el marcador utilizando el arma con la que Brasil se preparó: Contundencia en el juego aéreo.

En el desenlace del partido Brasil le mostró al mundo todos los defectos de su fútbol y le mostró que no basta con ser el candidato más opcionado al título sino que hay que poner inteligencia y tranquilidad en la cancha. Los muchachos de Dunga se desesperaron, comenzaron a perder la pelota, se descuidaron atrás, tanto, que el juego pudo terminar en una goleada en su contra. Se fueron a buscar el empate sin ninguna convicción y lo peor de todo, su capitán perdió el rumbo, cometió un acto de indisciplina deportiva y se hizo expulsar por pisotear a un rival.

Sin lugar a dudas, una lección que hay que aprender: La de una selección brasileña que en 37 minutos echó por el piso un trabajo de preparación de casi cuatro años, pero ante todo, dio al traste con las ilusiones de una gran nación.