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Un derrame que debería ahogar las promesas vacías

El derrame de petróleo en las profundidades del Golfo de México, que se calcula ahora entre 12.000 y 19.000 barriles diarios, ha entrado en su sexta semana…

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El derrame de petróleo en las profundidades del Golfo de México, que se calcula ahora entre 12.000 y 19.000 barriles diarios, ha entrado en su sexta semana. Durante este tiempo, líderes de las Américas han enfocando su atención en las lecciones por aprender y las medidas por adoptarse para prevenir un desastre similar.

Expertos de Brasil han viajado a la zona para tomar nota, funcionarios de Estados Unidos y Cuba han abierto nuevos canales de comunicación para discutir una respuesta coordinada, al tiempo que el presidente Obama ha ordenado la suspensión de casi la totalidad de exploraciones petroleras en alta mar, hasta que se realice un estudio completo sobre seguridad en dichos proyectos.

Aunque tales respuestas sean bienvenidas, necesarias o, por el contrario, insuficientes o en exceso tardías, estas acciones al más alto nivel gubernamental contrastan fuertemente con los esfuerzos dedicados a reducir nuestra sed insaciable de petróleo. En las Américas, en particular, ha habido muchas discusiones sobre el desarrollo de fuentes alternativas de energía, pero muy poca acción significativa para lograrlo.

Eso es lo que nos hemos acostumbrado a esperar de líderes regionales. Cada vez que presidentes y jefes de estado se reúnen, se comprometen a hacer más para reducir la emisión de carbono y mitigar el impacto ambiental. La eficiencia energética es un ingrediente constante en las agendas de reuniones bilaterales y multilaterales actuales. Muchas declaraciones elocuentes sobre la energía renovable se han emitido.

Aún así, el continente americano está décadas atrás de Europa en estándares de emisión. El europeo promedio ya emite la mitad del carbono que el estadounidense promedio, según Steven Hill, director de programas del New America Foundation. Políticas visionarias, como la ley alemana que obliga a las empresas de energía a pagar tres a cuatro veces más por kilovatio producido por medios no convencionales, ha llevado a que hoy ocho por ciento de la energía en Alemania sea eólica, por ejemplo. Molinos de viento, turbinas y paneles solares ahora salpican el paisaje del Viejo Mundo.

Entre tanto, la política de energía renovable de las Américas sigue salpicada fundamentalmente de buenas intenciones. Tal como lo puso Annette Hester, economista y experta en energía establecida en Canadá: “La burocracia está más preocupada por tener algo que ofrecer cada vez que hay una cumbre o una reunión bilateral que por lograr un avance substancial en algún tema específico”.

Consideraciones ambientales por si solas debieran ser suficiente razón para apartar a nuestros países del uso de combustibles fósiles como fuente primaria de energía. Tal vez, este devastador derrame -cercano a nuestras costas- termine dándonos el impulso definitivo. Sin embargo, la energía renovable se justifica por muchas otras razones.

Duncan Wood, un politólogo del Instituto Tecnológico Autónomo de México y autor del nuevo informe “Ambiente, desarrollo y crecimiento: Cooperación entre Estados Unidos y México en energía renovable”, tiene razones para ser optimista. La cooperación bilateral en este frente ha generado empleos, nuevas fuentes de energía alternativa y oportunidades económicas para México, al tiempo que satisface una creciente demanda de dicha energía por parte de Estados Unidos.

California, que para el año 2020 deberá consumir 33 por ciento de su energía de fuentes renovables, representará buena parte de dicha demanda.

Ahora, inversionistas privados están reconociendo la oportunidad que hay de producir energía en el lado mexicano de la frontera para satisfacer el alto consumo californiano.

Oaxaca, por ejemplo, posee una de las mejores fuentes eólicas del mundo y recientemente ha vivido una revolución en materia de producción energética por el viento. Hace ocho años, la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos financió la elaboración de mapas del sector, lo que proporcionó información crucial y confiable sin la cual la inversión se habría detenido.

A partir de entonces, Oaxaca ha llevado a México a la vanguardia en Latinoamérica en esta materia. Para el año 2012, la energía renovable en México crecerá hasta satisfacer un ocho por ciento de la demanda total. Y la energía eólica representará casi un 3 por ciento en ese mismo año, un crecimiento vertiginoso si se considera que en 2008 era de sólo 0,09 por ciento.

“México ha llegado lejos de verdad en relativamente poco tiempo”, afirmó Wood en una entrevista. Pero, a pesar del hecho de que entidades públicas se han beneficiado de dicho progreso, éste no habría ocurrido sin la participación del sector privado.

Wood reconoció que la energía renovable ha sido una parte muy importante de la agenda del presidente mexicano, Felipe Calderón. Pero tal vez no habría sido así si la industria petrolera del país no estuviera decayendo. De hecho, la compañía de petróleo PEMEX ha visto caer sus exportaciones de 1.8 millones de barriles en 2006 a 1.3 millones el año pasado, una reducción de casi 30 por ciento en apenas tres años.

La crisis en el golfo de México nos recuerda la terrible devastación económica y ambiental producida por un derrame de petróleo. No obstante, también debería recordarnos la falta de liderazgo de los gobiernos del continente para generar fuentes alternativas de energía.

Sólo nos queda esperar que más allá de los daños a la vida salvaje, especies marinas y al ecosistema, el peor derrame de hidrocarburos en la historia estadounidense termine la predilección de nuestros líderes tanto por enunciar promesas vacías como por motivar acciones insuficientes.

en una entrevista que Calderón “tendría escasa autoridad moral para dar sermones sobre la necesidad de cambiar la ley migratoria de Estados Unidos, si no los acompaña con un mensaje en torno a la responsabilidad de México de crear oportunidades para que la gente se quede en México”.

El mandatario pareció haber escuchado el consejo. En su discurso de 35 minutos ante el Congreso dedicó un buen tiempo a describir sus esfuerzos “para transformar a México en una tierra de oportunidades” y así darle a los mexicanos una razón menos para emigrar. “México está decidido a asumir su responsabilidad. Para nosotros la inmigración no es solo un problema de Estados Unidos, sino de nuestro país también”. También destacó la firmeza de su gobierno en combatir el crimen organizado, a pesar del costo tremendo en vidas y recursos y el riesgo para su propia posición política.

El líder mexicano no es del tipo que ansía acaparar la atención pública internacional. Pero, tal vez, ya haya logrado más que sus predecesores al llegar a Washington con evidencia tangible de que su país entiende que hay un costo por pagar para tener mejores relaciones con Estados Unidos.