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Muchos de nosotros confundimos el Cinco de Mayo con el 16 de Septiembre, Día de la Independencia de México. Somos hasta menos los que sabemos de la increíble conexión de Cinco de Mayo referente a la batalla de Puebla, entre México y Francia, y la salvación de la independencia de los Estados Unidos, no la de México.

Al mencionar la fecha a los latinos jóvenes de hoy la reacción que seguro saldrá es: ¡fiesta! Pero la culpa no la tienen ellos. No cuando en el programa académico de las escuelas no existe casi nada al respecto de la conexión entre el presidente Lincoln y el presidente Benito Juárez durante la guerra civil estadounidense.

El 5 de mayo, 1892, fue cuando la batalla de Puebla sacudió las Américas. La victoria de una fuerza armada mexicana, harapienta, contra una máquina militar francesa de élite es sólo el comienzo de la historia. O diríamos, las historias. Investigaciones recientes indican que los pobladores originales (no los indígenas norteamericanos) de Texas, los tejanos, participaron, y parece que pocos han prestado atención. ¿Es posible imaginar cómo esta historia desconcertará al actual Texas Textbook Committee (Comité para libros de texto en Texas)? Ojalá fuera una mosca en la pared lujosa de su sala de reuniones.

Véase la fecha. Estaba en pleno auge la guerra civil estadounidense. El país parecía estar dirigiéndose camino a la destrucción propia. Mientras que el norte (la unión) contaba con sus vastos recursos industriales, el impulso por la secesión de los rebeldes del sur (la confederación) los templaba de un espíritu de lucha feroz, casi bárbaro.

Al presidente Lincoln no le convenía un país dividido. Las tropas de Benito Juárez se pensaba no eran capaces de enfrentarse con los euro-guerrilleros quienes no habían tenido en la boca el sabor de la derrota en más de medio siglo y que se decía eran “el primer ejército en el mundo”. Ambos presidentes estaban desesperados por un milagro militar.

Algunos historiadores afirman que el deseo del sobrino de Napoleón Bonaparte, Napoleón III, se alimentaba con su desagrado intenso hacia los Estados Unidos y la Doctrina Monroe, la cual declaraba que los Estados Unidos se opondría a cualquier invasión europea en las Américas. Una posición fuerte francesa en México frustraría los crecientes poder y fuerza de los Estados Unidos.

Autores notables, entre ellos tejano como yo, José Antonio Burciaga y John Shepler, señalan que Napoleón III, astutamente se fió del hecho que los Estados Unidos, envuelto en su propia guerra civil, no se entrometería con eventos ocurridos en México.

“Bajo las órdenes de su emperador, las tropas francesas llegaron a México con un propósito doble: ayudar a la confederación ganar la guerra contra los Estados Unidos y conquistar México”, escribió Donald W. Miles en su libro titulado en inglés, “Cinco de Mayo – What is Everybody Celebrating?” (Cinco de Mayo -- ¿Qué celebra todo el mundo?)

Así que con equipos de última fabricación, y la legión extranjera francesa a su disposición, Napoleón III planificó un asalto militar tradicional contra Puebla para continuar de allí a la Ciudad de México. Una vez caída la capital a los franceses, el resto del país se entregaría.

Entonces marcharían hacia el norte para cumplir su promesa a los rebeldes en el norte. Fue tremendo plan, sólo que no contaban con el general Ignacio Zaragoza, oriundo de Texas, y sus habilidades de batalla no tradicionales y sus plegarias apasionadas a los soldados mexicanos, la mayoría indígenas zapotecos. Tampoco tenían idea alguna, escribe historiador de Texas, el doctor Andrés Tijerina, que el general Zaragoza reclutaría al capitán Porfirio Zamora de Palito Blanco en el sur de Texas, quien a su vez reclutaría a 500 tejanos. Juntos como unidad de caballería se sumarían al ejército mexicano para repeler la invasión francesa. Los tejanos, aunque de corazón mexicanos, eran ciudadanos de los Estados Unidos.

“La mañana del 5 de mayo, 1892, el general francés Lorenz dirigió a 4.000 fuerzas francesas hacia Puebla, pensando que lo recibirían de brazos abiertos y que los clérigos locales les lloverían con pétalos de magnolia”, escribe Shepler.  “De lo contrario, le esperaba el general Zaragoza con una fuerza mucho menor de 2.000 tropas, además de residentes de Puebla quienes llevaron de armas sus implementos agrarios”.

Las tácticas de guerrilla del general de Texas incluyeron provocar la desbandada de ganado hacia las zonas ocupadas por los franceses cerca de Puebla. A continuación los zapotecos, machetes blandidos, gritando a voces se deslizaban por las lomas enlodadas, desconcertando a los dragones franceses, vestidos de colores brillantes. El ejército número uno del mundo no pudo con los indígenas inspirados, ya cansados de guerrilleros extranjeros atravesando sus tierras.

¡Menudo espectáculo debió haber sido! Indígenas de piel oscura blandiendo los machetes en lo que aprovechaban las lomas deslizantes para sorprender a los más recientes invasores de México. Vacas pisoteando armeros cuidadosamente organizados por los franceses. Tejanos de nuevo ayudando a sus hermanos. ¿Dónde está el Hollywood hispano cuando se necesita?

La gente de Benito Juárez cumplió con su misión. Los planes de Napoleón III por ayudar al sur quedaron pulverizados. El 18 de abril, 1865, terminó la guerra civil estadounidense con la entrega del ejército de la confederación. Para entonces, habían muerto 617.000 soldados de la unión y de la confederación en la guerra.

Para agradecer la ayuda prestada, los dirigentes en Washington invitaron a la familia de Juárez a Washington después de la guerra. Quizás algún día los dos países pondrán al derecho sus hechos históricos y decidan celebrar juntos el Cinco de Mayo.

Así como hicieron sus predecesores.

(Andy Porras contribuye columnas a Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: [email protected]).