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"No quiero que falte mi esposo"

La familia Zhagui viajó desde Reading (PA) a DC. Un matrimonio de una ecuatoriana con papeles y un indocumentado que pide una reforma migratoria.

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Haber trabajado doble turno, madrugar, aguantar cansancio y ocho horas en autobús valió la pena para Nube Zhagui, quien se emocionó al ver a por lo menos 200 mil personas en el National Mall de DC que acudieron a apoyar una reforma migratoria el pasado domingo 21 de marzo.

Zhagui vino con su familia desde Reading (PA). A pesar de que la ecuatoriana ya es ciudadana americana, por muchos años vivió en las sombras de la ilegalidad, inclusive mientras asistía a la universidad.

Hoy en día, después de legalizar su estatus, continúa en la lucha por una reforma migratoria para su esposo y padre de sus dos hijas, de 5 y 2 años.

“Me enteré el domingo pasado en la iglesia de que iban a venir autobuses y le dije a mi esposo que teníamos que venir a como diera lugar. No quiero que en las fotos familiares de mi casa falte él, por eso necesitamos esta reforma”, dijo la ecuatoriana.

Zhagui tiene 29 años, 16 en este país. “Mis papás me trajeron cuando tenía 13 y fue hasta hace poco que pude arreglar mis papeles, pero recuerdo lo difícil que fue por ejemplo asistir a la universidad, ya que por no tener papeles pagaba más”, comentó.

Después de mucho esfuerzo, logró graduarse de asistente médica de La Guardia Community College en Nueva York y legalizar su estado migratorio.

“Pero no me sirve de nada porque a pesar de que mi esposo también tiene casi toda su vida aquí, no tiene papeles y es muy difícil poder salir adelante para nosotros como familia”, expresó.

Zhagui conoció a Benito, su esposo, en Nueva York, justo después del ataque a las torres gemelas en 2001 y se casaron en el 2004.

“Con lo de las torres cambió la ley 245 y ya no pude arreglar su estatus. Se tendría que ir a Ecuador. Yo hice las cosas bien, de acuerdo a la ley y mis valores y no sirvió de nada. Es muy injusto porque uno no elige de quien enamorarse”, señaló esta hispana mientras sostiene en brazos a su hija Marelyn de cinco años.

Benito también es originario de Ecuador, pero emigró a EE.UU. en 1993 en busca de una mejor calidad de vida. Hasta hace poco tenía un buen trabajo, pero debido a las recientes exigencias de papeles para trabajar, perdió su trabajo y desde entonces Zhagui se ha convertido en la cabeza del hogar.

“No me da vergüenza decirlo, pero es muy difícil estar así. Sólo quiero que mi esposo pueda trabajar y saber que si yo caigo él estará ahí para levantarme”, expresó la ecuatoriana.

El drama familiar que vive esta residente de Reading fue lo que la motivó a ir a escuchar a los líderes de una reforma que sacaría de las sombras a otras 11 millones de personas que sufren el mismo calvario.

“Me levanté a las 5:30 a.m. a arreglar la maleta de la niña y alisté refrigerio para el camino”, dijo Zhagui.

La madre de familia y por ahora cabeza de hogar llegó el domingo a las 7 a.m. al estacionamiento de un centro comercial de Reading, donde dos autobuses con 57 personas cada uno aguardaban para llevarlos a la capital sin cobrarles un dólar. Tanto el transporte como los refrigerios de la jornada fueron auspiciados por la organización Democracia Ahora.

Zhagui trabajaba ese día, pero pidió a una compañera que le cubriera el turno y ésta accedió. “Ella no es hispana, pero le he contado la situación de mi esposo y entiende lo que estamos pasando, y me apoyó”.

El momento de la marcha y el evento previo que más emocionó a Zhagui fue cuando en las pantallas gigantes apareció el rostro del presidente Barack Obama reiterando su compromiso de apoyar una reforma este año.

Uno de las alegrías de ser ciudadana estadounidense fue poder votar por Obama el año pasado, en quien la ecuatoriana tiene una fe inmensa que se evidencia cuando habla de él.

“Escuchar a Obama me da esperanza. Él no va a querer que las familias se separen. Yo sé que él sí lo va a hacer, porque hoy (domingo) lo dijo y porque entiende lo que es ser un inmigrante”, expresó.

Si Zhagui pudiera hablar algún día con el mandatario o con aquellos que escriben las leyes, “les explicaría que mi esposo es un hombre bueno, que me ayuda mucho en la casa y con los niños, que sólo necesita los papeles para poder ayudarme y que nuestra vida no sea tan difícil”.

Después de escuchar al Presidente y a los demás oradores, a eso de las 5 p.m. había que recoger pancartas y caminar varias cuadras para abordar el autobús de regreso a Reading y prepararse para trabajar el día siguiente.

“A uno no le importa el sacrificio porque la causa es buena. Además, quería vivir esta experiencia para mí y ¿Sabe qué?, valió la pena porque me vibró el corazón y se me llenaron los ojos de lágrimas al ver a tanta gente, verlos gritar y ondear las estrellas de sus banderas”.

La noche de la histórica marcha del 21 de marzo de 2010, la familia Zhagui regresó a casa con las voces de miles de latinos aún retumbando en el corazón, con el cuerpo cansado, pero con la fe de que a quien eligieron presidente les cumpla la promesa de una reforma migratoria.