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Desde Sudán corrió Ayuen por su vida y llegó hasta Filadelfia

Caminó más de 1.000 millas antes de ser rescatado.

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Ayuen Ajok (izq.) trabajó en el Instituto de Adopción y Coalición del Congreso con el ex congresista de PA Curt Weldon (der.).

Ayuen Ajok nació hace 27 años en Sudán el mismo año que comenzó la segunda guerra civil en aquel país africano. A pesar de que solo tenia tenía cinco años cuando su aldea fue atacada por un grupo de insurgentes, todavía recuerda el sonido de los disparos, la gente gritando y las chozas en fuego. Esa fue la primera vez que él corrió por su vida, y entendió lo que era el miedo. Así comenzó su vida como refugiado.

“Aquel día de 1987 me separé de mi familia por un par de horas que se convirtieron en veinte años”, dijo Ayuen, quien huyó junto con miles de niños, sin sus padres, y unos cuantos adultos rumbo a ninguna parte.

El inesperado viaje duro casi dos meses, y sin provisiones “Los niños perdidos de Sudan” caminaron hasta llegar a Etiopía. Cuatro años permanecieron en un campo de refugiados antes de que otra guerra los alcanzara y tuvieran que huir de nuevo.

“Los niños” caminaron de vuelta a casa con la esperanza de encontrar a sus familias, pero solo hallaron destrucción. En el camino murieron miles, hambrientos, deshidratados, enfermos, ahogados. Un atardecer, Ayuen y unos cuantos miles de niños cruzaron el río Gilo, entre Sudán y Etiopía, cuando este se encontraba  calmado. Otros cuantos miles se quedaron atrás.

“La noche llegó y el cielo despejado fue pronto invadido por unas nubes rojas. La tormenta comenzó y en un par de minutos el río se desbordó. A medianoche fuimos atacados por un grupo de rebeldes. Yo me encontraba del otro lado del río viendo saltar a la gente. En el caos muchas vidas se ahogaron y otras fueron presas de los cocodrilos”, dijo Ayuen, quien esa noche vio morir a uno de sus primos y a uno de sus amigos.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) sabía que los refugiados estaban de regreso pero no en dónde. “Los niños” pasaron por pueblos que no aparecen ni en los mapas y en los que permanecían unas semanas o unos cuantos meses dependiendo de las circunstancias. Ayuen y sus primos huyeron de Magoes, Sudán, después de que discutieron con tres hombres por un espacio para dormir en las calles.

Más de mil millas caminó Ayuen desde que salió de casa y hasta que llegó a Lokichokio, en Kenia. Ahí la ONU encontró a “Los niños perdidos de Sudan” y los trasladó a un campamento de refugiados en Kakuma, en donde Ayuen pasó los próximos ocho años de su vida.

En el 2000 Ayuen, a los 17 años, fue contactado por el Servicio Luterano para Niños y Familias, y fue entonces cuando se hospedó en  su sede de Filadelfia. “Cuando llegué a Estados Unidos dormía con los zapatos puestos porque no sabía cuando sería la próxima vez que tendría que correr por mi vida”.

Ayuen pronto aprendió inglés, se gradúo de ‘High School’ y luego de Negocios Internacionales en la Universidad de Temple.

En el 2006 hizo una práctica en el Instituto de Adopción y Coalición del Congreso, en donde trabajó con el entonces congresista republicano de PA, Curt Weldon, e investigó países que atraviesan guerras civiles.

En el 2007 empezó la búsqueda de su familia y con la ayuda de un amigo en Sudán encontró a un hermano y a su madre en un campo de refugiados en Uganda. Ese mismo año Ayuen la visitó y conoció a tres hermanas más que nacieron después de su partida. Su padre falleció un par de años atrás. Ayuen estudia ahora una maestría en Resolución de Conflicto en la Universidad de Arcadia y espera un día poder ayudar a los niños de su país.