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Indocumentados, al margen de diálogo sobre salud

Obama  intenta rescatar esta prioridad política sin causar un desastre a los demócratas en las urnas.

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La población indocumentada ha quedado
fuera del plan de reforma de salud que impulsa el presidente Barack
Obama, quien intenta rescatar esta prioridad política sin causar un
desastre a los demócratas en las urnas en noviembre próximo.

El nuevo plan desvelado por Obama el lunes incorpora los mejores
elementos de las versiones aprobadas en sendas votaciones por la
Cámara de Representantes y el Senado a finales de 2009.

Sin que siquiera inicie el debate sobre lo que plantea Obama en
la pizarra, algunos detractores en todo el espectro político lo han
tachado como una versión diluida del esfuerzo anterior e igualmente
destinado al fracaso.

El documento de unas once páginas no hace mención alguna de los
inmigrantes, tanto legales como indocumentados, pero destaca las
prioridades de Obama para reformar el sistema de salud más caro del
mundo: precios asequibles, ampliación de cobertura a más de 31
millones de estadounidenses y la reducción del déficit.

El plan fue presentado antes de una "cumbre de salud" televisiva
en la Casa Blanca este jueves, en la que Obama quiere demostrar que
aún no ha tirado la toalla en aras del bipartidismo.

La exclusión de los indocumentados en este nuevo diálogo no
debería sorprender: Obama siempre ha dicho que el problema de la
inmigración ilegal no se resolverá en una legislación para la
reforma de salud.

Es como mezclar peras y manzanas. Además, fuentes demócratas
insisten en que ciertos sectores de la comunidad hispana deberían
tomar en cuenta los beneficios que la reforma, de aprobarse, traerá
para millones de inmigrantes legales que carecen de cobertura
médica.

Obama, que durante la campaña electoral de 2008 se presentó como
un carismático agente de cambio, ahora afronta un ambiente político
hostil a sus prioridades legislativas.

Aunque con su retórica es capaz de impresionar hasta a sus más
acérrimos detractores, Obama no ha conseguido el "sí" para su
reforma debido a que, de cara a los comicios de noviembre próximo,
la oposición no quiere entregar a los demócratas en bandeja de plata
ninguna victoria política.

De ahí que la reforma migratoria integral, otra gran promesa de
Obama en 2008 y que será motivo de una marcha nacional el mes
próximo, ha quedado relegada al congelador.

La gran "Marcha por América", prevista para el próximo 21 de
marzo, es parte de la campaña de presión de grupos pro-inmigrantes
que, sobre todo, quieren recordarle a Obama su deuda con la
comunidad latina.

Rafael Prieto Zartha, asesor del grupo pro-reforma "America's
Voice", recordó que la movilización nacional de 2006 logró derrotar
una controvertida medida republicana que criminalizaba la presencia
ilegal en Estados Unidos.

"El movimiento popular enterró la propuesta del congresista de
Wisconsin (James Sensenbrenner), pero la causa de los inmigrantes
sigue siendo una asignatura pendiente" en Washington, dijo el
activista en una columna semanal.

Mientras no se resuelva el problema de la inmigración ilegal ni
se regulen los futuros flujos migratorios, los inmigrantes
clandestinos seguirán pasando penurias en EEUU, incluyendo la falta
de acceso a cobertura médica.

Hasta ahora, ninguna de las versiones que estudió el Congreso
permitió que los indocumentados obtuvieran subsidios federales para
participar en un "intercambio de seguros".

Quizá eso calmó temporalmente a los conservadores, que
perennemente acusan a los inmigrantes indocumentados de ser una
carga pública, pero también resultó irónico si se toma en cuenta que
hay un reconocimiento público de que éstos aportan al crecimiento
económico del país.

Y aportarían incluso más a las arcas del Estado con una eventual
reforma migratoria que permita la legalización de alrededor de doce
millones de indocumentados.

La manifestación en el "Mall" de Washington, según los
organizadores, evocará aquella de agosto de 1963, cuando el líder
afroamericano Martin Luther King emitió su memorable discurso "Yo
tengo un sueño" de integración racial.

Aquel discurso, ahora obligatorio en la educación de todo joven
en EEUU, se hizo frente al monumento a Abraham Lincoln, el gran
emancipador de los esclavos.

Ahora, el reto para Obama y los demócratas en el Congreso es
lograr que la reforma de salud, y eventualmente la del sistema de
inmigración, no se quede en sueños.