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EEUU y China se muestran los dientes

Análisis sobre el momento actual de las relaciones entre ambos países.

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En su papel respectivo como gran
potencia consolidada y gran potencia emergente, EE.UU. y China han
pasado de intercambiar sonrisas a darse codazos, pero ambos saben
que, a la hora de enseñar los dientes, los dos deben tener cuidado.

Las relaciones entre ambos países atraviesan por un periodo de
tensión, exacerbada después de la reunión entre el presidente de
EE.UU., Barack Obama, y el líder espiritual tibetano, el Dalai Lama,
este jueves.

En la reunión, Obama expresó su "firme apoyo" a los derechos
humanos y la identidad cultural tibetana.

China, que ya había advertido a Washington contra esa reunión,
aplazada el año pasado antes de la visita de Obama a Pekín en
noviembre, ha asegurado que el encuentro viola la promesa de EE.UU.
de no apoyar la independencia de Tíbet.

Pekín considera al Dalai Lama un líder separatista, aunque el
dirigente espiritual tibetano no reclama la independencia de esta
región y se limita a pedir una mayor autonomía.

En represalia, es posible que China opte por aplazar la visita de
Estado de su presidente, Hu Jintao, a Washington que inicialmente se
calculaba para abril.

Llueve sobre mojado. En las últimas semanas, ambos Gobiernos han
mantenido varios encontronazos diplomáticos en áreas tan diversas
como la defensa, Internet o las divisas.

El Gobierno chino anunció a comienzos de este mes la suspensión
de los intercambios militares entre los dos países como represalia
al anuncio en enero de que EE.UU. vendería armamento a Taiwán por
valor de 6.400 millones de dólares.

A ello se suman los reproches mutuos después de que el servidor
Google denunciara ataques cibernéticos procedentes de China y el
enfado de Pekín por la imposición de aranceles estadounidenses a sus
neumáticos.

A principios de este mes fue el propio Obama el que pareció echar
leña al fuego al arremeter contra el tipo de cambio del yuan, un
tradicional agravio estadounidense.

EE.UU. considera que esa moneda se mantiene artificialmente baja
para favorecer las exportaciones chinas, lo que perjudica a su vez a
sus productos.

El Departamento del Tesoro debe decidir antes del 15 de abril si
cataloga a China como un país que manipula su divisa, algo que
conllevaría la imposición de sanciones y, a todas luces,
profundizaría la tensión.

En parte, los desencuentros son consecuencias de políticas ya
asentadas, como es el caso de la venta de armamento a Taiwan. En
parte, también reflejan la voluntad de probar sus músculos por parte
de una China cada vez más cómoda en su papel como potencia.

Los analistas consideran improbable que la sangre llegue al río
en la relación bilateral. Al menos por el momento.

Ambos países se necesitan mutuamente. Prácticamente cualquier
problema transnacional, sea la lucha contra el cambio climático, la
crisis económica o la proliferación nuclear requieren la cooperación
mutua.

Estados Unidos corteja a China para que este país dé su visto
bueno a la imposición de sanciones contra el programa nuclear iraní,
algo a lo que Pekín se resiste por el momento, y presione a Corea
del Norte para que renuncie a sus planes atómicos.

Sus economías mantienen una relación simbiótica, aunque
precisamente por esa razón condenada a las fricciones. EE.UU. es un
ávido comprador de las exportaciones de China, con la que mantiene
un déficit comercial de 242.000 millones de dólares. Y a su vez
Pekín es el mayor tenedor de bonos estadounidenses, muy poco
interesado en que el billete verde pierda su valor.

La Casa Blanca asegura que la relación bilateral, pese a los
rifirrafes, es sólida.

Una señal que EE.UU. ha considerado alentadora es la autorización
para que su portaaviones "Nimitz" atraque en Hong Kong. En momentos
anteriores de tensión se había denegado.

Según el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, "la relación
es lo suficientemente madura como para que podamos hablar y ponernos
de acuerdo en asuntos de interés mutuo aunque no vayamos a estar
siempre de acuerdo en todo".

En un sentido similar se manifiesta Douglas Paal, del Carnegie
Endowment for International Peace, que considera que si los
desacuerdos surgen ahora es porque el año pasado se pospusieron, muy
a propósito, a la espera del viaje de Obama a China en noviembre.

"Por supuesto las cosas pueden quedar fuera de control, por
acontecimientos imprevistos", apunta Paal. "Es alentador que los
funcionarios tanto aquí como en China tratan de anticiparse e
impedir que esto tenga un mayor impacto en nuestra relación
bilateral más amplia".