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Caricaturistas, los "perros guardianes" de la democracia

Caricaturistas del mundo se reunieron en Colombia en un congreso sobre su labor periodística.

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Algunos de los caricaturistas más
prestigiosos del mundo, a menudo víctimas de la censura e incluso de
amenazas, se han congregado en Bogotá para dejar claro que sus
dibujos son "el perro guardián" de la democracia.

El Foro Internacional de Caricaturistas por la Paz y la Libertad
de Opinión ha reunido a los integrantes de la Cartooning por Peace,
organización que surgió a raíz de la polémica generada por lacaricatura de Mahoma que publicó el diario danés Jyllands-Posten,
cuyo autor recibió amenazas de grupos islámicos.

Liderados por Jean Plantúreux "Plantú", del diario francés Le
Monde, el colombiano Vladdo, el israelí Kichka, el belga Kroll, la
argentina Ana von Rebeur, el estadounidense Daryl Cagle, el también
francés Tignous, el ecuatoriano Bonil, la venezolana Rayma y el
boliviano Trond debaten hasta el viernes sobre las amenazas a la
libertad de opinión a la que habitualmente se ven expuestos.

"Antes un dibujo era un papel con un lápiz. Ahora circula por la
red y puede ser visto por muchas personas, lo que puede generar
muchos conflictos", reconoce Plantú, mientras traza las líneas de lo
que se intuye como un agrio censor intentando cortar la cabeza a su
compañero, el colombiano Vladdo.

Tijeras que adoptan distintas formas y cuyo objetivo son editores
más preocupados por los resultados económicos que por el periodismo,
supuestos gobiernos democráticos, regímenes dictatoriales o
extremismos religiosos de uno u otro signo.

"La censura es porque nuestras viñetas son tomadas con más
seriedad de lo que nosotros le queremos dar. Pero si a alguien le
molesta es porque estamos diciendo la verdad", opina Ana von Rebeur.

Pero la crisis que afecta a los medios escritos provoca que
muchos editores opten por no ofender con un dibujo que levante
ampollas; por ello, a juicio de Daryl Cagle, "prefieren chistes
graciosos que no obliguen a pensar, lo que es muy frustrante".

Cagle, uno de los caricaturistas estadounidenses más influyentes,
lamenta que incluso sean los propios dibujantes los que se
autocensuren, aunque algunos, como explica la venezolana Rayma,
acaban buscando conceptos sutiles para poder expresar lo prohibido,
tal y como ocurre en su país, donde no está permitido dibujar al
presidente Hugo Chávez.

"Un lápiz no es un arma de fuego", asegura Kichka, quien a diario
combate la intolerancia y para quien las caricaturas han quedado
como "únicos perros guardianes de la democracia", una afirmación que
comparten todos los integrantes del grupo.

La seguridad y estabilidad nacional son también argumentos que
muchos gobiernos usan para silenciar a las voces impertinentes,
aunque el belga Kroll recalca que "la salud no es el silencio de los
órganos. Si uno no siente sus órganos, no es que esté sano, está
muerto".

"Lo políticamente correcto nos castra", subraya, a lo que el
francés Tignous añade que "si fuera un dictador, dejaría libres a
los dibujantes en lugar de encerrarlos, ya que la caricatura evita
que el pueblo tenga ganas de guillotinar".

En cambio, el colombiano Vladdo sí cree que sus dibujos sirvan
para despertar a la población "de esa indolencia en la que nada le
afecta ni le importa".

Por ello, advierte de que "la caricatura, antes que humor, es
opinión y es periodismo", aunque para despertar conciencias, como
expresa Kichka en uno de sus dibujos, estos profesionales deban
hacer correr ríos de tinta, en lugar de sangre.