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Evo Morales quiere continuar su "revolución democrática"

Los sondeos favorecen al líder indígena, que gobierna desde el 2006 y busca la reelección para el próximo quinquenio frente a 7 opositores de “bajo perfil”.

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Morales aspira a que su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), logre dos tercios de la futura Asamblea Plurinacional (Senado y Cámara)

Evo Morales aspira el 6 de diciembre a su reelección en la Presidencia de Bolivia con el deseo de “arrasar” en las urnas para lograr una mayoría parlamentaria más que absoluta y continuar sin trabas su “revolución democrática y cultural”.

Tras cuatro años de mandato, el izquierdista, indigenista y antiimperialista Morales parte como rotundo favorito en las encuestas: la última le da un apoyo del 55 por ciento y una ventaja de 37 puntos sobre su rival más inmediato.

Pero el primer indígena que ha logrado ser presidente de Bolivia (Morales es de etnia aimara) no se conforma ya con la mayoría: aspira a que su partido, Movimiento al Socialismo (MAS), logre dos tercios de la futura Asamblea Plurinacional (Senado y Cámara de Diputados).

Morales no quiere obstáculos para aprobar las reformas que necesita el desarrollo de la nueva Constitución, la primera de Bolivia aprobada en referéndum y pilar del “proceso de cambio” que propugna el mandatario.

Ésa ha sido una de las dificultades en su primera gestión: el Senado, de mayoría opositora, ha bloqueado las leyes de un oficialismo que tampoco ha sido proclive a los pactos, salvo en momentos críticos y ante la amenaza de violencia en el país.

La polarización política ha sido la constante en el mandato de Morales por su dura pugna con una oposición de doble frente: la partidista-parlamentaria y la autonomista de la llamada “media luna”.

La esperanza de cambio que supuso su victoria en 2005 quedó empañada con un polémico proceso constituyente que a finales de 2007 aprobó un proyecto de Carta Magna con la oposición ausente y en medio de violencia en la ciudad de Sucre, donde tres personas murieron y más de 300 resultaron heridas.

La crisis se recrudeció en 2008 con el desafío de una oposición autonomista que organizó unilateralmente una carrera hacia el autogobierno de las regiones de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija.

Pero ese frente se “desactivó” a partir del referendo de mandatos en el que Morales recibió un amplio apoyo de 67,4 por ciento. La reacción opositora dio paso a una ola de violencia contra el Gobierno cuya expresión más grave fue la matanza del 11 de septiembre en Pando.

“Al borde del abismo” -metáfora recurrente en el país- Bolivia abrió en el último trimestre de 2008 la vía del diálogo, tutelada por la comunidad internacional, que trajo la “paz” con una reforma parcial de la Constitución, aprobada finalmente en referendo el 25 de enero de 2009.

Evo Morales llega a las generales del 6 de diciembre con un liderazgo consolidado, una crisis política de momento conjurada y una oposición debilitada y dispersa.

En los últimos meses, el mandatario ha desarrollado una intensa campaña combinada con la tarea presidencial, hecho inédito en un país sin apenas tradición de reelecciones consecutivas.

Para lograr el mayor apoyo posible, Morales ha centrado la campaña en sus “flancos débiles”. Es el caso de las clases medias urbanas, para las que ha moderado su discurso y logrado “fichajes” estratégicos como su candidata al Senado por La Paz, la veterana periodista y ex defensora del pueblo Ana María Romero de Campero.

También se ha esforzado en “conquistar” los departamentos de la “media luna” -especialmente Santa Cruz, el bastión de sus opositores autonomistas- donde en varias ocasiones no tuvo “pisada” por el gran rechazo que causaba el anuncio de su presencia.

Morales no ha descuidado a los llamados “movimientos sociales” que le apoyan incondicionalmente y que representan a las clases sociales más desfavorecidas, como indígenas, campesinos y trabajadores.

De su primer mandato se recordarán la nacionalización de los hidrocarburos y de sectores estratégicos como las telecomunicaciones; una política social basada en bonos económicos directos a sectores como ancianos, escolares o mujeres y la campaña de alfabetización culminada en el país con ayuda cubana.

Otra de sus banderas ha sido la lucha contra la corrupción, una lacra que no ha podido evitar ni en su entorno más próximo: Santos Ramírez, uno de sus hombres de confianza, está en prisión por un grave escándalo en su gestión al frente de la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).

Muy criticada ha sido su tensa relación con el Poder Judicial, en grave crisis institucional porque el Tribunal Constitucional se encuentra inoperante y el presidente de la Corte Suprema suspendido a instancia del oficialismo, entre otros episodios.

Tampoco se olvidará una política exterior marcada por su rechazo al “imperio estadounidense” y por su alianza con el bloque bolivariano que lidera el venezolano Hugo Chávez, al que muchos opositores consideran el “verdadero” presidente de Bolivia.

Sonadas han sido también las discrepancias de Evo Morales con el vecino gobierno del peruano Alan García.

Oposición dispersa y debilitada

Una oposición dispersa y debilitada llega a las elecciones generales de Bolivia con siete candidaturas, la mayoría con aspirantes de “bajo perfil”, frente a la del presidente Evo Morales.

Esa dispersión ha supuesto incluso la práctica desaparición de la principal alianza opositora en la legislatura que acaba: Poder Democrático y Social (Podemos), cuyo líder, el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga, decidió retirarse de la carrera electoral tras admitir que no tenía posibilidades.

Así, la candidatura encabezada por el ex militar y ex prefecto (gobernador) de Cochabamba Manfred Reyes Villa se perfila como la principal fuerza opositora en todos los sondeos de intención de voto, pero a unos 30 puntos detrás de Morales.

Con la formación Plan Progreso para Bolivia-Convergencia Nacional (PPB-CN) Reyes Villa se presenta a sus segundas elecciones nacionales con un discurso que propugna acabar con el “totalitarismo” que, a su juicio, ha impuesto el Gobierno, para recuperar así el Estado de Derecho.

Este candidato tuvo un repunte en las encuestas cuando anunció en septiembre a su aspirante a la Vicepresidencia: el también ex prefecto de la región amazónica de Pando Leopoldo Fernández, encarcelado desde hace más de 14 meses a la espera de juicio.

Fernández, preso desde septiembre de 2008 por su presunta responsabilidad en los enfrentamientos ocurridos en su departamento que acabaron con al menos diez muertos, ha sido presentado en la campaña como un símbolo de los “abusos” del presidente boliviano.

Tras el anuncio de la candidatura de Fernández, tres opositores que habían comunicado su postulación a la Presidencia dejaron la carrera.

En el tercer lugar de las encuestas, tras Morales y Reyes Villa, figura el próspero empresario paceño Samuel Doria Medina, que se postula por segunda vez a la Presidencia por Unidad Nacional (UN).