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La escabrosa bienvenida a Valenzuela

Seis meses después de ser nominado, Arturo Valenzuela fue juramentado el 10 de noviembre como líder de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental , el más…

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Finalmente el equipo para América Latina del Presidente Obama tiene su líder. Seis meses después de ser nominado, Arturo Valenzuela fue juramentado el 10 de noviembre como líder de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental , el más alto cargo diplomático para la región. Ahora el “nuevo capítulo” prometido por Obama en las relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos del sur puede empezar en serio.

El problema es que en el proceso de asegurar la confirmación de Valenzuela, el Departamento de Estado cometió un error táctico, error que pone en peligro un trabajo de meses destinado a superar la crisis en Honduras, al igual que la buena voluntad que Obama y su administración habían generado en la región.

La confirmación de Valenzuela se había estancado en el Senado por culpa del senador republicano Jim DeMint de Carolina del Sur. DeMint, valiéndose de sus privilegios como senador, había puesto freno a esa confirmación debido a su desacuerdo con la condena de la administración Obama al golpe de estado del 28 de junio contra el presidente de Honduras Manuel Zelaya.

El 5 de noviembre DeMint aseguró que no bloquearía más a Valenzuela. Explicó que la secretaria de Estado Hillary Clinton y el secretario Asistente Thomas Shannon “me han asegurado que Estados Unidos reconocerá el resultado de las elecciones en Honduras sin importar si Manuel Zelaya es reinstaurado o no”.

La promesa del Departamento de Estado equivale a una flagrante indiferencia con el resto de líderes del mundo. La reinstauración de Zelaya ha sido la piedra angular en las demandas de la comunidad internacional y la concesión a la que el líder del régimen de facto, Roberto Micheletti, se había negado. De hecho, no fue sino hasta que Shannon hizo un viaje a Tegucigalpa en octubre que Micheletti aceptó el posible retorno de Zelaya, pendiente de un voto del Congreso.

Pero la victoria diplomática de Shannon se deshizo rápidamente. El mismo día que DeMint emitió su declaración, Micheletti incumplió con su parte del acuerdo y en vez de hacerse a un lado anunció que continuaría siendo el presidente, esta vez del “gobierno de unidad nacional” que se había acordado crear una semana antes.

Ahora Valenzuela tendrá que lidiar con esta nueva extensión de la crisis. Desafortunadamente no queda mucho tiempo. Las elecciones presidenciales hondureñas del 29 de noviembre – en las que ni Zelaya ni Micheletti son candidatos – se acercan rápidamente y la mayoría de los líderes de las Américas insisten en que no reconocerán los resultados sin que Zelaya sea reinstaurado.

Diplomáticos estadounidenses, en cambio, parecen estar ahora del lado de Micheletti, quien ha insistido en que el voto representa la solución democrática a la crisis. Entre tanto, los partidarios de Zelaya y otros hondureños frustrados podrían optar por boicotear la elección mediante la abstención, debilitando más su legitimidad.

Valenzuela llega en “un momento muy delicado”, dijo en una entrevista Jennifer McCoy, directora del Programa de las Américas del Centro Carter. No solo tiene que tratar con las facciones en Honduras sino también con aquellas que ahora emergen en la región. Más aún, como observó un asesor demócrata del Congreso, en sus primeros días Valenzuela está “básicamente en su punto más débil posible cuando lo necesitamos en su más fuerte”.

Si Valenzuela fracasa en su intento de garantizar la legitimidad de las elecciones hondureñas, la crisis podría prolongarse indefinidamente. Sin el respaldo internacional del nuevo gobierno, muchas de las sanciones probablemente continuarán y el país podría aislarse más, causando mayores efectos y frustración entre los pobres en un país ya pobre. Esto podría llevar a la aparición de un líder más polarizador que Zelaya.

Más allá de Honduras, la fisura en el frente unido contra el golpe podría pronosticar nuevas divisiones en las relaciones entre EE.UU. y América Latina. Un grupo de académicos estadounidenses advirtió a Obama que EE.UU.está propiciando su propio aislamiento en las Américas. Lamentó que “Estados Unidos esté en desacuerdo con el resto del Hemisferio en su deseo de reconocer” las elecciones hondureñas. “Hemos regresado a la vieja dinámica de todos contra Estados Unidos,” afirmó la fuente del Congreso.

No exactamente: en la antigua dinámica, los líderes latinoamericanos más polémicos de izquierda ya estarían haciendo su agosto denunciando el imperialismo y las imposiciones estadounidenses. En cambio, se han mantenido notoriamente callados como si todavía quisieran unas relaciones más constructivas.

Ojala que esta continua debacle no borre del todo la buena voluntad y optimismo que prevaleció en América Latina tras la elección de Obama hace un año. Avances en temas como seguridad, energía, cambio climático, reducción de la pobreza y Cuba, dependen de la cooperación derivada de esa buena voluntad.

Bernard Aronson, uno de los predecesores de Valenzuela, cree que su reto principal aquí en Washington será atraer la atención a alto nivel hacia la región en un momento en que las prioridades se enfocan en otras partes. Sin ella, es mucho más factible que la política estadounidense se reduzca a actuar a posteriori en vez de ser más diligente y, como consecuencia, más cooperativa.

Como lo dijo Aronson en forma concisa, “Estados Unidos se mete en problemas cuando falla en trabajar con la región para atender problemas antes de que se conviertan en crisis”.