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¿Un nuevo consenso para América Latina?

La primera vez que se reunieron fue en 2007. Muchos de ellos fueron líderes neoliberales que adoptaron la austeridad fiscal y reformas pro mercado que llegaron…

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La primera vez que se reunieron fue en 2007. Muchos de ellos fueron líderes neoliberales que adoptaron la austeridad fiscal y reformas pro mercado que llegaron a conocerse como el Consenso de Washington. Y aunque constataron un aumento sin precedentes en la producción de riqueza, también vieron crecer la brecha entre ricos y pobres y, con ella, el descontento social.

Son todos expresidentes latinoamericanos y hace dos años unos 20 de ellos se unieron en un intento de orientar la región hacia un nuevo camino. Sus objetivos fueron simples: fomentar desarrollo económico a largo plazo y, como consecuencia, fortalecer la democracia.

Coordinados por el expresidente peruano Alejandro Toledo, el grupo incluye a los expresidentes Vicente Fox de México, Carlos Mesa de Bolivia, Ricardo Maduro de Honduras, Nicolás Ardito Barleta de Panamá y Vinicio Cerezo de Guatemala. A fines de este mes presentarán su plan de 16 puntos, bautizado Agenda Social para la Democracia, a mandatarios en ejercicio durante la Cumbre Iberoamericana de 2009 en Portugal.

Están trabajando en parte para superar los dos extremos que han definido la política y la economía latinoamericana en los últimos 20 años. Todavía promueven los beneficios del Consenso de Washington que dejaron a las economías de América Latina mejor preparadas para competir en un mundo globalizado. Pero reconocen que esas ganancias pueden fácilmente llevar a un tipo de “fundamentalismo del mercado” que asume que el crecimiento económico puede aliviar cualquier problema social.

Al mismo tiempo, también advierten en la Agenda Social que el “populismo autoritario” que ha surgido en respuesta, tampoco le sirve a la región. Aunque inicialmente este populismo intentó corregir desequilibrios reales, se ha distanciado del propósito de combatir a la inequidad para escoger en cambio, escriben los exmandatarios, “el camino de la confrontación y la demagogia, donde el líder, en lugar del proyecto de reforma, toma el estrado central”.

Su agenda no ofrece nada radical. Recomienda mejorar la calidad de la educación, la salud y los servicios públicos al igual que reformar políticas fiscales e instituciones políticas y legales. Para medir el progreso, también propone la creación de un índice latinoamericano que incluiría indicadores de rendimiento tales como un coeficiente para promover distribución de energía eléctrica más equitativa.

Las sugerencias de los presidentes concuerdan, de hecho, con el actual pensamiento sobre desarrollo. A diferencia de hace unos 15 o 20 años, los gobiernos en América Latina de todos los matices políticos están más enfocados en combatir la pobreza directamente, según Francisco Rodríguez, jefe de investigación del Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Más recientemente, cree que el debate se ha dirigido hacia una “re evaluación del balance” entre políticas sociales universales y a largo plazo y las populares y focalizadas políticas que proveen transferencias de dinero a madres pobres a cambio de llevar a sus hijos a la escuela y a controles médicos.

Claramente, una de las ventajas que tienen estos ex mandatarios es que ya no tienen que responder a la población. Pueden darse el lujo de mirar a largo plazo _su propuesta es a 20 años_ una perspectiva muy necesaria pero escasamente utilizada en la región.

En Bolivia, por ejemplo, el Presidente Evo Morales ha logrado hacer sentir a la gente que se preocupa por ella más que otros líderes de su país, en parte gracias a su repartición de bonos de $28 dólares anuales a madres bolivianas pobres y a la construcción de canchas de futbol en áreas apartadas. Morales es ahora el candidato favorito en la elección presidencial del mes entrante.

El problema es, sin embargo, que Morales no ha llevado adelante “una política social estructurada” y mejor financiada, según el expresidente boliviano Mesa. A pesar de tener superávits fiscales sin precedentes por varios años, la duplicación del producto interno bruto y la cuadruplicación de las exportaciones, Bolivia ha visto aumentar su pobreza en un dos por ciento en los últimos cuatro años, dijo Mesa en una entrevista. Mesa calcula que si Morales triplicara lo que Bolivia ha invertido normalmente en política social, la pobreza podría reducirse entre un 8 y 10 por ciento en los próximos cinco años.

Es probable que líderes como Morales se apresuren a desestimar la propuesta de sus predecesores debido a diferencias ideológicas o personales.

Comuníquese con Marcela Sánchez Web www.nytsyn.com/contact.