No hay que cantar victoria con la salida de Lou Dobbs de CNN.

El daño ya está hecho y no es una visión pesimista del asunto sino realista.

¿Cuántos ataques contra inmigrantes, incluso mortales,  fueron fruto de sus incendiarios comentarios día tras día? ¿Cuántos se sumaron sin motivo al odio contra los latinos? ¿Cuántos se habrán comido el cuento de que los inmigrantes hispanos trajeron la lepra? Es un daño acumulado que tuvo y seguirá teniendo graves repercusiones en la psiquis nacional.

Dobbs en CNN era un caballo brioso con una ira desbocada, un pseudo-periodista que no diferencia entre opinar y reportar, y lo que es peor, un líder mediático que encontró un público vulnerable, al que le infundió más miedo.

Era inadmisible que un canal tuviera los escrúpulos para mantenerlo en su agenda; hubiera sido insensato que no saliera de CNN con las crecientes presiones de todo tipo en contra.

Pero fue precisamente CNN el que catapultó, sin quererlo, la frustración que tenía la comunidad latina contra Dobbs.

La cachetada que resultó ser el documental “Latino in America” de Soledad O’Brien fue la gota que derramó la copa: Una ironía de unas cuantas horas de un latino estereotipado para contentarlo  en el Mes de la Herencia Hispana vs los años de maltrato y mentiras de Dobbs.

La salida de Dobbs sí puede ser una victoria, aunque tardía, de  un activismo civil que inició varias campañas nacionales en contra de su retórica de odio, una de ellas con la mira puesta en los patrocinadores comerciales de su programa. No hay que ser tan ingenuos, pues lo que en últimas pesa en estas circunstancias es el “rating” (léase las ganancias), el cual iba de caída.

Mientras hubo “rating” y durante muchos años Dobbs demostró el mal que puede hacer desde un micrófono alienando a los estadounidenses; se presentó como un perro rabioso, sólo que ahora le soltaron la correa, y saldrá a ladrar desde otra tarima mediática, o lo que es peor, desde una plataforma política.